-¿Thea? –llamo el hombre robusto. -¿Estás bien? No podía responder a esa pregunta. Me encontraba perpleja, anonada. No podía reaccionar. -Váyase de aquí. –murmure retrocediendo. –No sé quién es usted, pero déjeme en paz. Tenia que admitir que estaba bastante asustada. Ese tipo había acosado anteriormente a una pequeña niña, ¿Qué era lo que quería conmigo? Al mirar sus ojos cafés oscuros una ligera brisa de esperanza se entro en mí, pero eso era todo, ligera. Una de las cosas que había aprendido a la fuerza aquí dentro, fue no confiar en nadie y eso hacía. En cuanto algo decían, yo huía. Quería retomar mi camino, pero por una extraña sensación mi cuerpo todavía se encontraba estancado en el suelo. -Escúchame, no es lo que crees. –dijo y observo hacia todos lados. –Debo explicarte,