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Tengo un segundo de claridad ante lo que está pasando, por lo que detengo el descenso de mi cadera.
—Espera… —digo agitada. Bastian me mira confundido —. Un preservativo… —abre sus ojos.
—No tengo…
—Pero yo sí —comento recordando mi compra equivocada y no logro contener una risa avergonzada. Él me mira y parece que recuerda al mismo tiempo lo que me compró el día que nos conocimos. Una gran sonrisa se marca en sus labios.
—¿Estas eran tus intensiones desde que me conociste? —bromea haciéndose el ofendido.
—¿La verdad? —comento con picardía y muerdo mi labio, lo que provoca que Bastian de un rápido movimiento me gire y deje debajo de su cuerpo. Me río.
—¿Dónde están? — Le señalo la mesa de noche para que los saque.
Mientras él abre el envoltorio, desprende uno de
