Capítulo 4. Necesito salir de aquí.

2633 Palabras
Vanessa Thompson. Decir que me quedo en blanco y sin entender una sola palabra sería comentar lo obvio. Mi padre debe verme en la cara la confusión, porque eso es lo que reina en mi cabeza, además del escepticismo y las ganas de apresurar su relato para poder entender de una vez por todas lo que tiene para decir. Cuando suelta un suspiro me doy cuenta que lo entendió. Se rasca su cabeza y se remueve sobre la cama buscando una posición más cómoda. Ni siquiera he visto todavía lo que en realidad le pasó en ese accidente y que supongo esconde bajo la sábana. Cosa que está en mi cabeza y debería ser prioridad, pero lo que tiene para contar me ha mantenido entretenida y no he podido indagarlo. Noto la mueca de dolor que hace y sé que no es nada sencillo lo que le ha pasado. —Lilibeth es el amor de mi vida, lo fue hace años atrás y lo sigue siendo a pesar de todo. Sin importar nada, siempre ha sido ella y yo la seguiré amando hasta mi último aliento —vuelve a soltar un suspiro—, solo que nos jugaron una mala pasada. —Papá, necesito que seas lo más directo posible. Me estoy desesperando y quiero entender por qué tengo una madre diferente y la razón de que hasta hoy no hubiera sabido que tenía más familia. Ya no más rodeos, por favor, sé claro. Él asiente y se pierde en su cabeza. —Mi padre era un inglés extremadamente conservador. De clase alta, codeándose con las familias más importantes y aristocráticas del país, no entendía de ninguna forma que su hijo se hubiera enamorado de una simple mujer de baja clase social. Lilibeth era solo la hija del jardinero a sus ojos. El apellido Wood no podía verse manchado, en sus palabras, por un matrimonio entre alguien que no aportaba nada a nuestro apellido, a nuestro nivel. Escucho esto y tal me parece estar escuchando el motivo por el que me casaron con Steve en primer lugar. De una forma diferente, él logró darme a mí la vida de la que él quiso escapar en su juventud. —Me negué rotundamente a dejarla e, incluso, rechacé mi herencia y mi derecho legítimo a dirigir algún día el conglomerado familiar. Industrias Wood es una de las mejores asentadas en el mundo, con subsidiarias y sedes en más de quince países. Todo un imperio. —Suelta otro suspiro y se tapa el rostro con ambas manos—. Pero una noche, luego de pedirle a Lily que nos fuéramos juntos a Norteamérica, que comenzaríamos una vida nueva y diferente lejos de todo, ella jamás llegó. Me había abandonado. Hace una pausa y si no lo presiono, es porque se ve que recordar esto no le hace bien, la tristeza es notable en su voz y no puedo ser tan desalmada como para pedirle que omita detalles que son importantes para él, además, no puedo negar que me da cierto pesar escucharlo hablar de ella de esa forma. —Me fui a New York con mis ahorros, era todo lo que tenía —habla con la mente perdida en sus recuerdos—, el estilo de vida que llevaba era difícil de mantener y por eso comencé mi negocio en cuanto tuve oportunidad. Tenía contactos y mi padre jamás intervino en mis logros, no intentó boicotearlos a pesar de que eso significaba que me iría bien en otro continente. —¿Cuánto tiempo pasó hasta que conociste a Valentina? —La primera noche que llegué nos conocimos. Fui invitado por un amigo de la universidad a un evento benéfico en su residencia. La familia de Valentina no era de buena posición económica, pero tampoco eran pobres, así que ella asistió. Desde entonces compaginamos y comenzamos a vernos más seguido. Pero yo estaba dolido con Lilibeth, así que me la pasaba de mujer en mujer y aunque Valentina me hacía dramas, siempre buscaba la forma para quedarse conmigo. —Su rostro está ruborizado y me imagino que es por la parte en que acepta que era un picaflor. No es algo que me interese el estar pensando en las conquistas de mi padre—. Pasaron solo cinco meses de mi llegada a New York cuando me casé con Valentina y luego comenzó todo. —¿Por qué te casaste con ella? No lo entiendo —pregunto y él se encoge de hombros. Entiendo que eso ni siquiera él lo comprende, es difícil de asimilar y de comprender las cosas. Pero sigue contando la historia. —Mi padre me llamó, que necesitaba mi presencia en Inglaterra y por más que quisiera negarme, no tuve corazón para hacerlo. Él no tenía la culpa de mi situación con Lilibeth, al final yo creía que él había tenido razón. —Viajaron juntos y se quedaron en el extranjero por varios meses —digo, imaginando lo que viene ahora. Mi padre me mira con el entrecejo fruncido. Esta debe ser la parte en la que llegamos nosotras y lo que le extrañó siempre a la madre de Angelica. —Sí, estuve cerca de cuatro meses ayudando en lo que él necesitaba. Cada vez que pensaba que había terminado, que podía regresar a Estados Unidos y seguir mi vida, aparecía algo nuevo y se postergaba el regreso. Hasta que entendí el motivo. Suelta una risa seca que no parece muy divertida. Resignada, ¿quizás? —Mi padre fue el mago detrás de todo y yo lo supe hasta hace poco. Un idiota es lo que fui —se reclama a sí mismo y yo me siento mal por verlo así, pero no me acerco a consolarlo—. Recibí una llamada un día antes de decidir largarme de una vez, un aviso me llevó hasta el hospital donde dos niñas recién nacidas esperaban por su padre, porque su madre las había abandonado. Y ese padre era yo. Su voz termina de quebrarse. Oh, Dios mío. Que triste. Siento que un escalofrío me estremece por completo, mientras mis ojos se humedecen al pensar en eso, en todo lo que pasó. Intento pensar en un motivo de peso que la haya llevado a tomar esa decisión, porque para nadie que tenga una gota de amor en su corazón, ha de ser fácil abandonar a dos seres tan pequeños. Intento justificar sus acciones, pero la verdad es que yo no sería capaz de abandonar a mi pequeño, es algo que jamás haría, porque el dolor que siento en mi corazón de solo imaginarlo es terrible. Me abrazo por la cintura tratando de recomponerme y aunque mi padre mira mi gesto, no menciona nada. —Tú y Violet eran dos cositas diminutas y hermosas que me llenaban de pánico cada vez que ponían sus ojos fijos en mí, como si entendieran todo lo que estaba pasando —sus ojos brillan al hablar de nosotras—. Y eran lo único que me quedaba de mi amada Lilibeth. Suelta un resoplido que no entiendo hasta que continúa. —Sí, ya había intentado seguir con mi vida, pero no podía decir que había olvidado todo lo que sentí con esa mujer. Tenerlas a ustedes era como mi castigo personal, autoimpuesto, pero a la vez, estaba conforme eso. Podía mantener en mi vida lo único que quedó de nuestro amor de juventud. Sigue adelante y me cuenta que el regreso se postergó mucho más porque Valentina no tenía idea de cuidar bebés y ahora ella asumiría el rol de madre. Pasaron meses hasta que viajamos de regreso a New York y ya Violet y yo éramos dos niñas de casi un año de edad. —A mi salida de Inglaterra decidí no regresar más, le confirmé a mi padre que no quería nada de su imperio, como antes le había dicho. Fue entonces cuando tuve mi primera discusión con Valentina y tuvo que ver con dinero, poder, posición. Tuve que haber sabido entonces que no se quedaría de brazos cruzados viendo que yo rechazaba un imperio millonario. —¿Ella y Steve están detrás de todo? —pregunto y mi padre asiente. —Sí, Curtis estuvo investigando y hay mucho que todavía debo procesar. —¿Por qué nunca me dijiste que tenías más familia? —Curtis era demasiado joven cuando yo me despedí para siempre de Inglaterra. Esa vez, cuando rechacé mi lugar, mi padre no quiso saber más de mí. Yo hice mi vida lejos y él creció bajo el ala de nuestro padre. —¿Cómo llegaste a Italia? ¿Por qué estabas aquí? ¿Cuando supiste sobre mamá? —Tu abuelo murió, llevaba años residiendo en Italia, porque se había vuelto el centro de su gestión internacional. Vine porque Curtis me llamó, había cosas que debía saber sobre mi propia vida. Cosas que me dejaron en shock por días, todas relacionadas con mi padre y la mujer que amé toda mi vida. Al regreso hacia el hotel donde me hospedaba, tuve el accidente. —¿La chantajearon? —pregunto, refiriéndome a mi madre, a eso que él supo años después. —Mi padre. Mi propio padre la chantajeó con inculpar al suyo, el jardinero, de robo y no sé cuantas cosas más. Él terminaría en la cárcel si no se alejaba de mí. Cuando supo de su embarazo, quiso llevar su historia mucho más lejos y le quitó a sus hijas. Se las quitó de sus brazos y la sacó del país, otra vez chantajeándola con mil mierdas que ni siquiera me atrevo a mencionar. Entiendo en parte su historia, lo que debió ser para él criar a dos hijas de la mujer que amó y creyó que lo había abandonado. Pero no soy capaz de perdonarle su forma de actuar, menos, el cambio que tuvo conmigo luego de que nos dijeran que Violet estaba muerta. —¿Nos odiaste? —pregunto, sin poder contener la emoción brusca en mis palabras. Es mi padre, al fin y al cabo—. ¿Nos odiaste tanto que quisiste darnos la vida que tu propio padre te dio a ti? Mis palabras lo rompen y si hasta ahora se había mantenido cuerdo contando una historia que le hace daño, ahora se vuelve peor. Siento mucho sentirme así, pero no puedo solo olvidar una vida entera repleta de desplantes, de momentos humillantes con mi propia familia. —Llegó un momento en que todo me dejó de importar y de eso, me culpo cada día desde que me di cuenta del error grandísimo que cometí. Toma mis manos, las suyas tiemblan y a pesar de todo, acepto su gesto y trato de controlar sus movimientos agitados. —¿Cuándo fue ese momento? —replico, con los dientes castañeando, me está costando mantenerme tranquila—. Me abandonaste por completo cuando te pedí apoyo, cuando quise divorciarme del maldito de Steve. Le diste la empresa que era mi única oportunidad de subsistir por mí misma. Defendiste a mi madre cuando ella me abofeteó y me dio a entender que merecía todo lo que Steve hiciera conmigo. Eso fue hace semanas, ¿ese es el tiempo del que hablas? El resentimiento de años va saliendo. Mi padre llora ahora. Yo también. No sé si es rabia, el dolor fluyendo y saliendo al fin de mí, o qué. Pero no puedo parar. —Perdí la fe en ti cuando mi madre me obligó a no llorar la muerte de mi hermana. —Suelto sus manos y me alejo. Ahora la que tiembla soy yo—. Cuando te pedí ayuda y tú repetiste sus palabras. Era mejor que la creyeran puta que no muerta, por drogadicta. Me decepcionaste mucho a lo largo de los años, papá. Ni siquiera sé cómo soy capaz de llamarte así a estas alturas. Él no para de repetir variaciones de "lo siento" y en vez de hacerme sentir pena, me enoja más. Cierro mis manos en puños y mis uñas se encajan en mis palmas. Puedo ser comprensiva, puedo ser estúpida la mayor parte del tiempo y dejarme influenciar por cualquiera, porque así me criaron, para ser una muñeca manejable; pero ahora que no le debo nada a nadie, necesito alejar de mí todo el dolor que sentí por años y que lleva enconado tanto tiempo. —Apoyaste mi fundación en memoria a mi hermana solo cuando conseguí voltear la situación y varios prospectos de negociantes crecientes en la ciudad decidieron ayudarme, cuando logré mover influencias y tuve de mi lado a gente con la que querías hacer negocios. —Lo señalo con un dedo y mis labios se aprietan. No puedo controlarme—. Pero a la primera de cambio, hasta eso me quitaste. Se lo diste todo a Steve. Y ese cabrón se acuesta con tu mujer y posiblemente sea el culpable del accidente que casi te mata. Él te quitó todo y tú ni supiste. Termino en un grito y ya siento que mi autocontrol se esfumó. He estado todo este tiempo, desde que Chase me decepcionó, hasta hoy, soportando en silencio cada golpe. Ya no más. Ya no puedo fingir que me quedo callada, no puedo solo ignorar el daño que me hacen estas heridas internas que crecen, en vez de cerrarse por completo. —Ahora resulta que tengo una madre que estuvo ausente por obligación, que tú estás arrepentido por el trato que nos diste, que mi maldita hermana me odia y lleva años metida en un manicomio creyendo que todo fue mi culpa, que el hombre que amo solo quería venganza por algo que le hizo Violet y ahora yo me siento como esa variable que van descartando en una ecuación. Que el hijo que espero va a nacer en una familia tan mierda y destruida que la vergüenza la siento desde ahora y todavía no he visto ni un milímetro de lo que debe ser dentro de mí. Las últimas palabras se escuchan como sollozos. Y quiero salir corriendo porque el aire me falta y siento que necesito irme de aquí. Estoy al borde de un ataque de pánico. Me pica todo el cuerpo, la cabeza me duele, hasta los pelos me molestan. Mi pecho sube y baja, pero cada movimiento hace doler mis costillas, como si de un fuerte golpe se hubieran contraído alrededor de mis pulmones. Todo me da vueltas y a lo lejos escucho la voz de mi padre. Lo veo intentando levantarse, pero quiero huir de él. Me alejo, choco con una pared y cuando mi vista se vuelve negra, palpo el obstáculo hasta llegar a la puerta. —Necesito salir de aquí —murmuro, o eso creo. Ni siquiera sé si hablo con la voz de mi cabeza o mi padre también es capaz de escucharlo. —¡Vanessa, no! —grita, cuando encuentro la puerta y la abro en medio de la nebulosa que se extiende ante mis ojos. Cuando la desesperación llega a su punto álgido, que quiero correr lejos y tengo la oportunidad, un ruido ensordecedor llena todo el espacio. Y casi que a la par, un grito desgarrado que reconozco. Me volteo y veo a mi padre en el piso, sosteniendo lo que queda de su pierna, con una expresión de terror en sus ojos, mientras intenta estirarse para llegar a mí. Me quedo en shock, hasta que una voz dulce, pero acelerada, llega por detrás de mí. —¿Callum? Oh, Dios, ¿qué pasó? Me giro y me encuentro con una mujer que al instante reconozco aunque nunca la he visto en la vida. —¿Mamá? —Suelto, sin aliento. Sus ojos color caramelo, como los míos, se fijan en mí. Se vuelven vidriosos, angustiados. —¿Vanessa?
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