NICHOLAS Y aquí me encuentro yo, delante de la casa de mi madre dispuesto a hablar con ella para que me de algún consejo. Y ya de paso a ver si la veo. Llamo insistentemente al timbre con un nudo en la garganta y apoyo la cabeza en la puerta de madera a la espera de escuchar los pasos de alguien. – ¡Voy! –Exclama mi madre. A los pocos abre, y la abrazo como hace años no lo hacía. Quiero a mi madre. Que me de consejos y me ayude a no llorar. Dios... y que tenga de decir esto a mis veintidós años. –Mamá... –jadeo –. No sé qué cojones hacer. –Oh, hijo... –me hace pasar y cierra la puerta sin separarme de ella. Tengo que estar agachado para abrazarla, pero no me importa –. Necesitas a tu mami, eh. –Sí –admito, sonando cómo un niño pequeño. Me sienta en el s