Olivia invitó a Eadburh al gran salón, estaban completamente solas, desconfiaba de aquella mujer y de su sonrisa poco amistosa, le sirvió un poco de té y miró a la reina sentarse en con sutil elegancia.
—¿Qué necesita de mi?.
—Verá…princesa, no hay manera fácil de decirte esto, tienes que alejarte de Harald.
Olivia sentía que su corazón temblaba, ¿De que estaba hablando esa mujer?. —No soy princesa, al menos ya no, y en cuanto a lo de mi esposo…
—Si lo eres, o ¿Acaso has renunciado a tus títulos?—La interrumpió Eadburh y bebió de su té.
—Estoy casada con Harald, soy su reina.
—¿Casada?— Preguntó ella mostrando confusión de modo burlesco, —que extraño, el papa no ha emitido ninguna orden al respecto, Ecbert ya me lo hubiera dicho, ¿Acaso llevaron la boda religiosa en secreto?
—No en
