Olivia gemía mientras se sujetaba de Harald, más que solo satisfacer sus impulsos carnales, él le demostraba que no importaban las otras mujeres, solo ella podía controlarlo, solo le bastaba mirarlo a los ojos para tenerlo a sus pies. Harald se había rendido ante ella, por más que quisiera o deseara no sentir nada por Olivia, era imposible, dejó de ir contra corriente y se arrodilló ante la qué sería siempre su verdugo y su más dulce conquista, y ahora, todos los que la lastimaron, pagarían. Harald entendió porque se había esforzado tanto por ser rey, mientras la tenía en sus brazos y la penetraba llenándose de un gozo inexplicable, él comprendió qué todo había sido por ella, porque mujeres como Olivia no solo merecían un ramo de flores o bonitas melodías, mujeres como ella merecían él m