Entre mis negocios y mi mente enredada, que no sabía si pensar en una hermosa pelinegra que sabía cómo hacer arder mi cabeza, prendía fuego en todo mi ser... O una hermosa rubia de ojos celestes que lo apagaba. Jessie era fuego, Zoe podía llegar a ser mar, olas y calma... Pero demonios, como me gustaba el fuego y el peligro. — Imbécil, ella te hundirá. — me repetí por enésima vez, harto de pensar en ella. ¿Y si llamaba a Zoe? — No, idiota, Zoe no puede ser el plato de segunda mesa. La has esquivado suficiente estos días, como para que la llames ebrio. — levanté mi copa y la bebí de un solo sorbo. En ese momento entro Rogelio, el buen Rogelio, siempre cuidando de mi Cerbero, compañero que esa periodista malvada me había regalado, ya lo sé Jessie, tu fin con ese regalo era hacer que te re