Capítulo 18

1161 Palabras
—¿Cómo es posible que permitieras semejante barbaridad?—reclamó la voz de Dalia, seguramente a Peter. Al girar mi cabeza sobre la almohada en la que me encontraba recostada, observe el cuerpo de Peter inerte sobre la entrada a mi habitación con la mirada sobre el suelo y a Dalia, quien lo miraba con desprecio, no crei que alguna vez ella se atrevería a mirarlo de esa forma cuando su corazón estaba locamente enamorado de él. Me sentí mal por ser la manzana de la discordia entre ellos dos. —¿Tú crees que no quería detener esto?—respondió él sin mirarla a los ojos, quizás avergonzado. Lo comprendí a la perfección y no lo culpe por tomar la decisión de que me golpearan con el flagellum tres veces, en el que la carne de mi espalda por fin fue abierta para cumplir la orden de mi dueña. Grite lo más fuerte que pude hasta quedarme sin voz, hasta que la poca fuerza que me quedaba se fue apagando, era la única prueba de que aún seguía con vida, era aquel dolor punzante en mi espalda. —¿Cómo puedes aspirar a tener su corazón con esto?—continuó Dalia ya sin importarle sus propios sentimientos por Peter—crei que habías sobornado al esclavo del salón de castigos —Dalia...—logré decir con mucho esfuerzo, mi voz apenas se escuchó—por favor déjalo en paz, él no tuvo la culpa. Ambos alzaron la mirada en mi dirección. Dalia mostró alivio en su rostro, corrió hacia mí y se arrodilló con lágrimas en los ojos. —Despertaste—aludió dándome a conocer que tal vez me había desmayado en algún momento y al intentar rememorar lo que había pasado, solo recordaba varios fragmentos, como cuando Peter me había quitado las esposas desesperado, él me había tomado en sus brazos, pero solo eso, no recordaba como había llegado hasta aquí—¿Te duele mucho? Ardía y punzaba, pero seguía con vida y eso era lo más importante, lo que me preocupaba era el estado emocional y mental de Peter, permanecía inmóvil y sin poder mirarme. —Sí—respondí con voz ronca—pero creo que a él le duele más que a mí. Dalia se volvió para ver a Peter, sus labios intentaron formar una sonrisa, pero no lo logró, solo se creó una mueca melancólica. —Ya te hemos lavado y aplicado un poco de ungüento para calmar el dolor, en unos días se cerrará la herida—explicó. De sus ojos llorosos ahora escurrían pequeñas gotas, estas viajaban por su mejilla hasta caer de su rostro, no sabía cuan lastimada había quedado la piel de mi espalda, pero por el dolor y la lágrimas de mi más querida amiga, seguramente tendría horribles cicatrices como recuerdo de este día. —Peter—lo llamé. Pasaron un par de segundos para que él reaccionara, levanto la vista y se limpió todo rastro de debilidad en su rostro. Se acercó y se arrodilló a un lado de Dalia—¿Por qué lloras? Él soltó un suspiro y lo disimulo con una risa para después agachar la vista. Dalia se levantó de su sitio y le dirigió una mirada severa a Peter antes de irse. —Es la única forma de demostrar cuan enfadado me siento—respondió dejando que sus lágrimas afloraran. —Los esclavos no podemos llorar, porque no mejor me das uno de tus botones—dije para intentar calmar su dolor y porque no soportaba verlo de esa forma. De todos los años que llevaba conociéndole jamás lo había visto de esa forma tan vulnerable—si nuestra dueña te ve, se enfadará contigo y no quiero que vuelvan a lastimarte por mi culpa. —¿Crees que me importa lo que diga ahora? —replicó tomando mi mano, la llevo hasta su rostro y la beso. —Debería—dije avergonzada, no esperaba que se atreviera a besar mi mano, pero se lo había permitido porque no sabía de qué otra manera consolarlo. —Te prometo...—se quedó en silencio y cerro los ojos, envolvió mi mano con las suyas como si estuviese elevando una oración al cielo—te prometo que las cosas van a cambiar, para ti y para todos nosotros. Te daré la vida que te mereces. Ya no seremos esclavos, seremos libres, pronto. —Peter, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir después—expresé al entender que sus palabras se referían a lo que él deseaba realizar para liberarnos de la opresión que sufríamos y que siempre hemos sufrido como esclavos— el derramamiento de sangre no borrara nuestra marca de esclavitud, solo nos hará fugitivos. —Me subestimas demasiado Rose, pero entiendo tu preocupación —alegó colocando sus manos y la mia en su frente—tome esta decisión aun sabiendo los riesgos y ahora más que nada quiero seguir adelante. Nunca me arrepentiré si el camino que sigo nos lleva a la libertad. —¿Qué pasará si alguien descubre todo lo que planeas? ¿No has pensado en ello? —Sí. Estos tres años, desde que me decidí hacerlo, he pensado en todas las consecuencias posibles, pero aun así deseo continuar porque si no lo hago, seguiremos siendo lo que somos hasta morir. Si hay algo de lo que pueda arrepentirme será no intentarlo—admitió con pesar soltando mi mano. —Si has planeado todo esto desde hace tantos años entonces. ¿Por qué quieres casarte conmigo? Levantó la mirada sorprendido y sus mejillas se ruborizaron. —¿Quién te lo dijo?—pregunto avergonzado, no parecía ser el mismo hombre que me había hablado con severidad y firmeza. —Todos—revelé—¿Puedes explicármelo? Suspiro y se levantó de su lugar. —Quería ser yo quien te hiciera la petición, les pedí que no trataran de convencerte de nada. —Dime. ¿Por qué? —exigí saber. —No es el momento ni tampoco el lugar—impugnó torciendo un poco los labios, quizás molesto de que yo supiera sus planes. —¿Cuándo será entonces? ¿El día de nuestra boda?— repliqué molesta, en parte de que no quisiera decirme nada y, por otro lado, porque ni siquiera me lo había pedido y prácticamente ya daba por hecho que me casaría con él sin rechistar. —Cuando comprendas todo lo que hago—respondió dejándome en las mismas, con duda, confusión y frustración. —Entonces nunca llegará ese día— desvié la mirada, mis ojos comenzaban a nublarse en lágrimas, estaba molesta, más que molesta, estaba furiosa de que él deseara incluirme en su vida y en sus planes sin pedir mi opinión. Él decía estar cansado de esta vida de servidumbre, pero aun así me trataba como una ignorante, como los libres ven y tratan a los esclavos, como si no fueran nada.
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