Capítulo 19

1457 Palabras
—No seas así Rose... —Vete—le pedí mirando hacia un punto fijo donde mis ojos no podían ver ni una sola parte de su cuerpo, donde me sentí a salvo de su mirada y podía mantener intacta la poca dignidad que tenía. —Bien me iré—dijo tratando de recomponer su voz, fingiendo ser el mismo Peter de siempre— tu vestido... quedo hecho añicos, te haré uno nuevo para mañana ¿Está bien? Me quedé callada, no podía hablar con él, no hasta que fuera sincero conmigo, así que me mantuve así, en silencio. Al no recibir una respuesta de mi parte se fue, pude oír sus pasos salir de la habitación y luego de eso Dalia entro para hacerme compañía. Esa noche no pude dormir, en parte porque el dolor no me lo permitió y porque estaba preocupada por mis amigos, por la confianza a ciegas que habían depositado en Peter. Entendía sus razones para buscar venganza, desde nuestro nacimiento y solo porque teníamos esa marca en nuestros brazos, nuestra vida había sido un infierno, pero no podía imaginar sus manos manchadas de sangre, tal vez no inocente, pero aun así se trataba de una vida. ¿Serían capaces de volverse asesinos solo para conseguir ser libres? ¿De verdad una muerte nos haría libres? Esos pensamientos me mantuvieron despierta hasta el amanecer, cuando Peter entro a la habitación creyendo que aún seguíamos dormidas para dejar sobre la esquina de la cama un vestido recién confeccionado idéntico al anterior. Una vez que lo hizo se retiró de ahí. Unos minutos más tarde, tuve que levantarme para comenzar mis labores del día, no importaba que estuviese lastimada, para los libres un cuerpo esclavo lastimado era algo que se podía reemplazar con facilidad, así que era mejor tratar de fingir que el dolor no existía y continuar con mi vida. Cuando Dalia vio el vestido soltó una maldición al nombre de Peter, pero después de inspeccionar el vestido su enfado disminuyo un poco al descubrir que la tela que había utilizado era de más calidad que el anterior. —¿Puedes ayudarme?—le solicité al ver que el dolor no me permitía ni siquiera mover con libertad los brazos, tenía una venda cubriendo la parte superior de mi dorso y de ella emanaba un extraño aroma a hierbas, quizás por las pomadas que Francis preparaba, pero ni siquiera los ungüentos de Francis lograron calmar un poco mi suplicio. —Rose, por favor sé cuidadosa, un movimiento brusco podría causarte una hemorragia—indicó frunciendo el ceño preocupada. —Lo sé, no es como si no me hubiese pasado otra veces—respondí tratando de sonreír para tranquilizarla. —Sí, pero en otras ocasiones no te arrancaron pedazos de carne—replicó subiendo las mangas del vestido sobre mis hombros, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero no se atrevió a dirigirme la mirada. —Perdóname, sé que estás preocupada por mí, pero me duele más verte a ti de esa forma. —Sé que mi espíritu no es tan fuerte como el tuyo, pero si sé que es importante para mi Rose, por favor no intentes ocultar tu dolor de mí cuando fui yo quien limpio tus heridas. No supe que decir, un simple gracias no bastaba para agradecerle todo cuando había hecho por mí, tal vez su espíritu no eran como el mío, pero ella fiel a su corazón y sus convicciones y la admiraba por ello. —¿Cómo debo poner esto?—saco la banda que me habían dado en el palacio para envolverla en mi cuerpo, pero al pasarla por los hombros accidentalmente su mano me rozo y un dolor punzante me hizo retroceder un poco—lo siento. —Está bien, me daré la vuelta para que puedas ponerla en su lugar. Al girar descubrí a Peter observándome desde el comedor, su mirada reflejaba todo lo que sentía, culpa, tristeza e irá. Se mantuvo así unos segundos, bajo la vista y luego lo vi irse del lugar. Cuando se fue pude ver a Francis, él de igual forma me dedico una mirada melancólica, pero no se atrevió a acercarse para decirme algo, por alguna razón todos parecían sentir la misma vergüenza que Peter. Una figura casi imperceptible me sorprendió, era Tobías quien llevaba en una canasta algunos ingredientes para el desayuno. Me vio e inmediatamente camino hasta mí. —¿Cómo te encuentras?—soltó repentinamente. Cuando pude ver a Dalia observe que le dedicaba una mirada mordaz. —Mejor—dije dándole a entender que al menos podía ponerme de pie y soportar con dignidad. —Eso veo... —¿Que es lo que quieres?—le interrumpió Dalia, esta vez se colocó entre él y yo—¿Acaso no ves que ella sí tiene cosas que hacer? —¿Y crees que yo no?—se quejó mirándola hacia abajo. —¿Entonces que haces aquí? —Solo quise ser cortes con ella porque todos ustedes no quieren ni mirarla ¿No? Dalia relajó un poco el cuerpo y miro hacia afuera de la habitación, quizás hacia Francis o hacia la habitación de la señora. —Vete—le ordenó. —¿O qué?—cuestiono altivo. —Basta—les solicité. Toque el hombro de Dalia para que se apartara, ella giró y al verme volvió a dirigirme esa misma expresión que todos tenían, exceptuando a Tobías—te agradezco tu cortesía, pero ahora debo irme. Hablaremos más tarde ¿De acuerdo? Torció los labios, pero aun así asintió para después dedicarle una mirada de desprecio a Dalia antes de irse. —Tobías siempre ha sido insoportable, pero hoy parece que su comportamiento está empeorando—deduje una vez que nos dejó solas. Dalia se giró y acomodo los pliegues de la banda, ya que yo no podía hacerlo. —Él es el único que siempre ha demostrado su odio y desprecio hacia los libres, sin importarle cuanto dolor le pueda ocasionar las consecuencias de sus palabras—explicó apartándose de mí para ir en búsqueda de los accesorios para peinarme. —Lo sé, pero él lo demuestra hacia los libres, no a nosotros ¿Ocurrió algo que deba saber? Dalia levantó la vista y tenso la mandíbula, luego bajo la mirada y se colocó detrás de mí para comenzar a cepillar mi cabello. El silencio fue eterno y aun así no se animó a decirme ni una palabra y por ello me decidí a exigirle una respuesta una vez que terminó. —¿Dalia crei que eras como una hermana para mí? —Lo soy. —¿Entonces porque me ocultas cosas? —No sé de qué estás hablando—pronuncio desviando la mirada, era la única prueba que necesitaba para saber que realmente me estaba ocultando algo más. Pasaron varios segundos en completo silencio, solo se escuchaban las labores de la cocina que Francis debia estar realizando junto con Tobías. —Tobías se enfrentó con Peter mientras estabas inconsciente, él quería asesinar a la señora cuando te vio mal herida, pero Peter lo detuvo. Él cree que no deberíamos esperar más tiempo, dice que ayer por la tarde, cuando la señora y tú se habían ido escucho a un esclavo hablar sobre los liberalistas, esclavos que han logrado escapar de sus amos y que se esconden en las catacumbas, quiere buscarlos y pedirles ayuda. —¿De verdad cree que ellos nos ayudaran cuando ni siquiera pertenecemos a este reino?—musite. Me sentía impotente no solo por mis propias heridas, sino porque mis amigos comenzaban a impacientarse, ya no querían seguir siendo esclavos. —Nosotros sabemos que no nos ayudaran, pero Tobías no. Así que... —Basta—le interrumpí—no quiero oírte hablar de nuevo sobre ese tema. —Rose esto también te concierne a ti. —Sí, me concierne porque son las vidas de mis amigos las que están en juego y no quiero verte en la misma situación que yo, no quiero que te hagan daño, ni a ti ni a nadie, es por ello que no estoy de acuerdo con el plan de Peter. —¿Entonces debemos quedarnos callados y seguir siendo esclavos hasta morir?—reclamó con lágrimas en los ojos. —No, pero encontraré una mejor forma para liberarnos, solo espera un poco hasta que pueda lograrlo. Te lo prometo. Ella me dirigió una mirada desconcertada, quizás porque sabía que yo no tenía los medios para cumplir la misma promesa que Peter le había hecho a todos, pero debia hacerlo para salvar la vida de los que amaba de una muerte lenta y dolorosa por intentar asesinar a una mujer libre.
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