Capítulo 13

1241 Palabras
—Por supuesto— pronuncié asustada de tener que tocarlo, pero si no lo hacía. ¿Qué clase de maestra sería si solo me dedico a dar la teoría en vez de la práctica? Mi respiración se aceleró desde el mismo instante en que me levante de mi asiento, deje mi violín sobre el sofá y camine hacia él. Su cuerpo se levantó cuando el mío estaba a tan solo un metro, lo que me hizo retroceder un paso, dude un segundo, no sabía por qué mi cuerpo se reusaba a estar cerca de él, tal vez era por su actitud gentil y comprensiva, un comportamiento que nadie había tenido conmigo, al menos no una persona libre y menos un príncipe. Tomé el fino estuche del violín que reposaba sobre la mesa y entonces me atreví tocar su espalda, un extraño torrente eléctrico se deslizó por debajo de mis uñas al tocarlo, lo que me hizo retroceder la mano para verificarla, no había nada en ella. —Su espalda debe estar recta y relajada— indiqué esta vez sin volver a tocarlo, pero mis palabras sonaron tontas al percatarme que el ya mantenía esa posición. Al abrir el estuche encontré un instrumento de color n***o preparado para comenzar a usarlo, con el puente al parecer bien colocado y la mentonera ajustada, sin embargo, en el interior no vi una almohadilla que le auxiliara para mantener estable el violín sobre su clavícula. — ¿Discúlpeme señora, tendrán entre los accesorios de los instrumentos una almohadilla para el violín? Me dirigí a la señora Agnes, quien de inmediato arrugo la frente y la cejas para realzar una mirada de desdén hacia mí y luego mirar al príncipe, esta vez suavizando esa fría expresión. —No la necesito— respondió él con un tono suave y gentil que no me atreví a cuestionar. —De acuerdo— dije, tomando el violín de su estuche y acercándome al cuerpo inmóvil del príncipe. Con mis dedos toqué su mentón ligeramente para alzarlo un poco, pero al tocar su piel esa extraña sensación eléctrica volvió a sorprenderme. Retire mi mano nuevamente, asustada del efecto que su cuerpo me ocasionaba, lo que sentía era completamente real, pero nadie en la habitación parecía ver o sentir lo mismo que a mí me ocurría. Debian ser mis nervios lo que me atormentaban, ya no debía darle importancia al hecho de que él era el príncipe para poder concentrarme, pero los ojos detrás de nosotros no me hacían la tarea fácil. Coloque el violín bajo su mentón y él instintivamente lo bajo para sujetarlo inclinando levemente la cabeza en su dirección, subió la mano para encontrar el bastidor del violín e inevitablemente me toco. El afluente eléctrico se hizo presente nuevamente, me envolvió la mano en un extraño y abrazador calor, era una sensación de bienestar y protección, amor y fidelidad; ese sentimiento viajo por todo mi cuerpo haciéndome sentir un profundo dolor que era acompañado de una gran tristeza como si mi cuerpo intuyera que algo malo ocurriría, pero al mismo tiempo que una fuerte pasión me susurraba que todo estaría bien. Una pequeña chispa eléctrica apareció de repente entre nuestros dedos, era la señal que necesitaba para saber que no estaba volviéndome loca y que lo que había sentido hacía unos instantes era real. Nos separamos un par de pasos, un indicio que me advertía que tal vez él había sentido lo mismo que yo. Los ojos de sus sirvientes se posaron en mí y la señora Agnes, quizás asustada, pero sin saber exactamente la razón, paso empujándome y alejándome un paso más del príncipe. —¿Qué paso? — le pregunto con obvia preocupación, pero lanzándome una indirecta hacia mí. Lo miro de arriba hacia abajo inspeccionándolo detenidamente y entonces sus sirvientas corrieron a él, también preocupadas y fue entonces que sentí unas grandes manos sujetándome, sus guardias me apresaron y me obligaron a arrodillarme sujetándome del cuello, aplicando suficiente fuerza para forzarme a bajar la cabeza sin poder ver nada más que el suelo. Me quejé, aplicaban gran vigor al oprimir mi cuello y este parecía ser el tallo de una flor contra la fuerza de una dura roca, habrían roto mi cuello si lo hubiesen querido y quizás ese era su propósito mientras me mantenían inmóvil sobre el suelo. —Nada, solo toqué su mano— expreso el príncipe. Percibí nerviosismo en su tono de voz, si realmente había sentido lo mismo que yo, no crei que fuese capaz de revelárselo a esa mujer— ¿Qué es lo que le están haciendo a esa pobre chica? Las palabras del príncipe y su preocupación le advirtieron a la señora Agnes y a los guardias que lo que me estaban haciendo podría traer graves consecuencias a todos, así que solo hizo una señal con la mano para que me soltaran y se alejaran de mí sin que el príncipe se diera cuenta de lo que sucedía frente a él. —Nada—dijo la señora Agnes encubriendo sus acciones. Todos se alejaron sin dejar de verme, algo no estaba bien y todos lo sabían, yo era un problema para ellos, pero su opinión sobre mí ni siquiera me importo, porque yo no lograba comprender que había pasado y porque aún tenía esa sensación bajo mi piel y un extraño sentimiento de vacío. Algo me faltaba y él lo tenía. —Continuemos la clase mañana, hoy no me siento muy bien—musito aún nervioso. Me levanté del suelo y el príncipe se aproximó a mí, me hice a un lado para no ser un estorbo en su camino, pero justo un metro antes se detuvo —por favor déjeme expresarle mis disculpas, no fue mi intención asustarla. Me siento honrado de haber estado en la presencia de una maestra de su talla y agradecido de que usted haya aceptado instruirme a pesar de mi torpeza. Por favor perdone mi descortesía, pero debo retirarme. —Si—pronuncie con un nudo en la garganta— no se preocupe, comprendo perfectamente. —Bien—dijo soltando un suspiro— hasta entonces estaré ansioso por volver a escuchar su voz. Mi boca estaba seca, no pude responderle, creo que ni siquiera tenía las palabras exactas en la cabeza para responder a eso. El príncipe paso a mi lado y sin ayuda de nadie llego a la puerta, sus sirvientes le siguieron, así como sus guardias, pero la señora Agnes permaneció inmóvil hasta que nos quedamos solas. —Si vuelves a tocar al príncipe te arrancaré la mano con las cuerdas de tu violín— me amenazo con un tono de voz que me heló la sangre. Se dio media vuelta y salió de la habitación. Una vez sola las manos comenzaron a temblarme. Mi vida de por sí era difícil, pero al parecer el destino insistía en poner en mi camino a las personas más crueles y los castigos más severos. No imagine que mi vida empeoraría estando ahí y ahora debia ser más cuidadosa con mis acciones y del cómo trataba al príncipe, un paso en falso y no dudaba que la señora Agnes cumpliría con su amenaza. Los libres no se andaban con rodeos y no quería volver a desatar su ira, pero aun con el miedo seguía sin poder encontrar explicación a lo que había sentido ni tampoco del porqué sentí tristeza al ver partir al príncipe.
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