Capítulo 12

1677 Palabras
Dos hermosas jóvenes de piel pálida y rosadas mejillas se adentraron en la habitación abriendo ambas puertas, giraron en su sitio y sus hermosos vestidos de seda dorada se ondearon y brillaron como si fueran el mismo sol. Se inclinaron haciendo una magnífica reverencia y al alzar la mirada vi la figura de a quien le dedicaban tan singular saludo. Un joven hombre de aspecto refinado entro a la habitación, sus movimientos fueron elegantes en toda la extensión de la palabra, mientras caminaba en mi dirección aproveché el momento para apreciar su altura, su estilizada figura, su cabello castaño que me recordaba el color del chocolate, las facciones de su rostro que me parecieron finas y delicadas, nunca vi una piel tersa como esa, parecía brillar, así como el mármol, pero sobre sus ojos se hallaba una venda de color azul, la tela poseía un bordado elegante de flores y hojas de color plateado; recordé las palabras de la asistente aquel día: El príncipe es ciego. Nos advirtió y entonces comprendí que el hombre frente a mí, que era símbolo de fina belleza, era el príncipe. , incluso su pantalón era digno de admirarse, pulcro y elegante, como todo lo que le rodeaba y todo lo que era. —Su alteza real, el príncipe heredero, Kalef Frederick Jung— anuncio una voz femenina que provino detrás de él, al mirar de reojo, noté el séquito que se mantenía cerca, aunque solo pude contar seis mujeres y cuatro hombres, pero quizás más allá de la puerta podrían estar más personas. Me encontré con una mirada severa, una mujer de dura expresión que me ilustro y afirmo mi falta de educación; sus fríos ojos me indicaron hacer una reverencia, algo que yo no sabía hacer debidamente, pero debido a la situación amerito hacer el intento. Extendí mi pie derecho detrás del izquierdo, reposando sobre la parte anterior de la planta del pie, agache la cabeza y flexione las rodillas agachándome hasta que mi rodilla derecha casi toco el suelo, me mantuve dos segundos en aquella posición hasta que no lo soporte más, parecía más sencillo cuando otras personas la realizaban, pero me resulto difícil mantener la estabilidad de mi cuerpo en esa posición tan incómoda que ni siquiera el príncipe podía apreciar, pero supuse que esa era la razón de que tantas personas estuvieran detrás de él, ellos eran sus ojos. Las jóvenes asistentes comenzaron a reír después de levantarme, algo de lo que había hecho les había causado gracia, cosa que me alarmo creyendo que había ofendido al príncipe o algo parecido. La mujer arrogante levantó las cejas, quizás desaprobando mi acción. —¿Puedo saber el motivo de su diversión? — cuestiono el príncipe girando sobre su sitio en dirección de sus asistentes. Sus palabras me estremecieron al punto de sentir como cada bello que cubría mi piel se erizaba, su voz me pareció una bella melodía entre lo dulce y lo aristocrático, una entonación que probablemente solo emitían hombres como él, hombres destinados a gobernar y que al pronunciar una sola palabra eran capaces de provocar un torrente de emociones que viajaban por todo el cuerpo para hacerte sentir una criatura pequeña e inútil. —Discúlpelas su alteza, la joven hizo una reverencia de corte—excuso a las jóvenes asistentes. El príncipe giro de vuelta, pero sobre sus labios encontré una sonrisa. —Entiendo, pero no por ello tienen el derecho de reírse. Un error lo comete cualquiera y si no mal recuerdo ustedes tampoco son la excepción—las asistentes ahora agachaban la cabeza avergonzadas de ser reprendidas por el príncipe. Se hizo silencio, no solo su voz era imponente sino también su presencia. Imagine que incluso en el palacio los sirvientes también sufrían humillaciones y maltratos por parte del príncipe; ese poder sobre los demás me hizo estremecer de miedo. Camino en mi dirección situándose frente a mí en el otro sofá, se sentó y sus seguidores caminaron detrás del mueble, no tan cerca para molestar al príncipe, pero no demasiado lejos como para arriesgar su seguridad frente a una esclava violinista que era ajena al palacio e incluso al reino y sus costumbres. Trague saliva al sentir que todas las miradas se posicionaban en mí, estaba acostumbrada a ser el centro de atención en el escenario, pero al bajar era diferente, no me gustaba que observaran cada uno de mis movimientos, pero ellos están ahí para ello, porque eran sus ojos y él veía a través de ellos, debia ser problemático y hasta humillante no poder valerse por su cuenta y necesitar esclavos para vivir su día a día —Por favor comience—ordeno la mujer arrogante a su lado, ella no se alejó mucho, se quedó a tan solo un metro de distancia detrás de él, su mirada era más pesada que la de las demás personas, más fría y severa, ella parecía juzgar cada acción que mi cuerpo realizaba. —Espere, señora Agnes—pronuncio el príncipe en tono gentil. Mi cuerpo reaccionó a su voz, algo en ella logro apaciguar los nervios que me dominaban; aunque antes me había resultado imponente, mi alma logro sentirse cómoda en su presencia. La mujer de expresión arrugada se aproximó y entonces supe que ese era su nombre, aunque con su actitud, ni siquiera me interesaba esa información — me gustaría expresarle a mi nueva instructora mi agradecimiento y mi admiración. Usted toca el violín maravillosamente. En todo el reino no he escuchado que alguien entone armónicos sonidos como usted lo hace y le agradezco, se tome la molestia en instruirme. Supuse que su modestia debía ser una práctica habitual entre personas como él, pero aun así logro que mis mejillas se ruborizaran. Aunque me había presentado en muchos lugares y había estado en presencia de miembros de la nobleza, ninguno de ellos se había tomado la molestia de expresarme esas palabras. —Alteza, no es necesario expresarle agradecimiento a una esclava como ella—expreso con cierta molestia oculta en su voz. Me pregunté si ella era libre como para referirse a mí de esa forma tan fría como si yo fuera un objeto que el príncipe podía usar y desechar a su antojo, pero recordé a la segunda asistente del príncipe, Alva, ella no estaba presente, pero al igual que yo ella era una esclava. Mire de reojo a la señora Agnes, ella tenía puesto un vestido azul con mangas largas y de encaje blanco adornando las orillas, lo cual me confirmo que ella era libre, puesto que los esclavos no teníamos permitido ocultar nuestra marca de esclavitud con nuestra ropa. —Debo hacerlo señora Agnes, yo no soy como usted—expreso con una hermosa sonrisa sobre sus labios rosados que me hicieron suspirar levemente, rogué que sus sirvientes no notaran que mi ligero rubor era debido a esa sonrisa— por favor, disculpé la interrupción puede comenzar la clase. —Por supuesto— dije tomando mi violín, con eso en las manos ya no me sentí tan nerviosa, ni siquiera la señora Agnes lograba inquietarme con su mirada— antes de comenzar primero debemos asegurarnos de que nuestro violín este afinado. Una vez que pronuncie esto, la señora Agnes se dirigió al lugar donde estaban los instrumentos del príncipe y tomo un estuche de color n***o. Volvió en un segundo y se lo coloco sobre una mesa situada al lado de donde se encontraba el príncipe. —El violín tiene cuatro cuerdas que generan notas de la más aguda a la más grave, para corroborar que estas están bien afinadas podemos hacerlo con un diapasón— dije mientras en mi mente se dibujaba la imagen de esa barra metálica en forma de horquilla que no se me ocurrió traer para mi primera clase, motivo suficiente para creer que era un desastre como instructora. Coloque el arco sobre las cuerdas y las vibraciones que se creaban se dispararon en el aire hasta llegar a los oídos de todos los presentes. —Están afinadas— dije asegurando que las cuerdas estaban listas para continuar con la clase, pero al mirar a la señora Agnes descubrí en su mirada incertidumbre, no creía en mi palabra, al menos no hasta confirmarlo con un diapasón. Imagine que de alguna manera esa mujer encontraría la forma de humillarme frente al príncipe, pero entonces él habló: —Pocas personas pueden hacer eso—aludió con un tono de voz distinguido, casi halagador— admiro tu forma de tocar el violín desde aquel día que te escuche, tienes un oído extraordinario y tu talento que no se compara con nadie que yo conozca. Realmente disfrutaré el aprender de usted, señorita Annelie. Baje la vista, no podía hacer otra cosa. Su voz era suficiente para alterar mis sentidos y escuchar tan bellas palabras salir de sus labios era como una extraña droga que mi cuerpo anhelaba tener cada día de mi vida, pero eso no podía ser, suspire desilusionada y sorprendida de cada pensamiento que se me venía a la mente, era como si un extraño hechizo me ligara a él de alguna forma, algo imposible por supuesto, pero debía ser profesional si así se le puede llamar a lo que era y debía decírmelo a mí misma de alguna forma para lograr pensar con claridad, para alejar todos los extraños pensamientos que comenzaban a dominarme poco a poco. Era esclava. —Muchas gracias—dije para después aclarar mi garganta y seguir con la clase. Hable sobre la anatomía del violín y del cómo pulsar cada cuerda para reconocer su nota. También hablé del cómo debía ajustar el arco y la posición correcta para sujetar el violín, entre la clavícula y barbilla, nunca en el hombro. —Podrías enseñarme cómo hacerlo—interrumpió desconcertándome por completo. Mire a la señora Agnes, ella no parecía tener ningún problema con ello, pero aun así me dirigió una mirada que podría matar a un pobre perro callejero si se lo encontrara de noche, cualquiera pensaría que era una bruja.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR