Catalina se dirigió al salón en donde la peinarían y maquillarían, una vez allí, se sentó en la silla dispuesta para ella. -¡Pero que hermoso rostro tienes! – dijo la maquillista alagando sus facciones – haremos algo delicado, una belleza como la tuya no necesita demasiado maquillaje que la opaque. Catalina sonrió, se miro al espejo y se sintió bella. Durante aquellos segundos agradeció que la servidumbre de la casa siempre hubiera sido tan amable con ella. La verdad era que, si no fuera porque en algunas ocasiones Vivian los había obligado, todos ellos siempre habían sido perfectamente cortés. Durante esos segundos en que pudo relajarse mientras la maquillaban y peinaban Catalina pensó en la posibilidad de que realmente Alice hubiera tomado la decisión de aceptarla, después de todo,

