Recibí una llamada de Oliver, comunicándome que Bett había desaparecido, su noticia me cayó como un balde de agua fría, sabía que era pésima idea dejarla sin seguridad. — ¡Maldición! — grite frustrado. Tire lo primero que encontré a mi alcance contra la pared. — ¡Cálmate Franco! — grito Oliver. Parecía tan desesperado como yo. — Por favor, mantengamos la calma, si saben quién es ella no le harán daño... — ¿Pero como es posible que la dejaras irse sola? ¡Debiste acompañarla a tomar un puto taxi! — le reproche a gritos. Un fuerte golpe al otro lado de la línea retumbó en mi oído. — ¡Yo también me culpo! Por ingenuo, por confiado. No pensé que Bett fuese a desobedecerme y menos sabiendo de la situación en la que se encuentran... El peligro está siempre al asecho. ¡Ella lo sabía! — el to