Capitulo 3/ Primer beso.

2242 Palabras
Me desperté siendo cegado por las luces del ventanal que estaba seguro yo mismo había cerrado la noche anterior, encandilado y adormecido abrí los ojos, sintiendo el punzante dolor en mi cabeza de una horrible resaca. Mis ojos iban viendo con más claridad hasta darle forma al cuerpo que estaba frente al gran ventanal de mi habitación: Bett. — Bett — susurré. Solté un quejido al sentir nuevamente una punzada en mi cabeza, maldita resaca. — ¡Cierra eso, por lo que más quieras! — Bett se giró al escucharme gritar, apreté mi cabeza con ambas manos. — Ah, buenos días, Giordano. — se acercó con una revista en la mano. — “El famoso magnate Franco Giordano cobra una nueva víctima amorosa” — me miró mientras leía, me incorpore en la cama, para luego mirarla molesto. — ¿Sabes qué? No vale la pena, pero lo que más me molesta no es que hayas pasado la noche revocaldote con una mujer cualquiera, si yo te conozco, sé como eres, Franco Giordano no es hombre de una sola mujer. Pero sabes que... — Wow, espera, Bett. — la detuve, estaba exagerando y además, no éramos prometidos de verdad. — mira, tú lo has dicho, me conoces, no soy un hombre de una sola mujer, así que no entiendo porque te molesta, ya hasta actúas como si de verdad estuviéramos prometidos. — Bett se cruzó de brazos molesta. Me tiró la revista en el pecho. — Está vez me vas a escuchar. Puede que esté compromiso sea un contrato, una farsa, y todo lo que tú quieras, pero te lo advierto Giordano, no me harás quedar en ridículo a mí, y mucho menos a mi familia. No se qué esperaba, en cuestiones de amoríos eres el más estúpido. — la miré molesto. — lo dice la chica que no ha besado jamás a nadie. — Bett apretó los puños y se lanzó encima de mí para golpearme. — ¡No te lo permito, Giordano! ¡Tú no sabes, nada! — dijo mientras me golpeaba, yo trataba de cubrir mi rostro aunque los golpes de Bett no fuesen lo suficientemente fuerte para lastimarme. Agarre sus brazos para detenerla, sus ojos estaban llorosos y sus mejillas rojas. — Lo siento, Bett. No era mi intención ofenderte, creo que debes tener tus razones, es cierto que no se cuáles son, no debí decir eso. ¿Me perdonas? — Bett suspiro rendida y asintió. La empuje hacia mí pecho y la abrace. Ella como siempre intentaba alejarse de mí, pero no sé lo permití, siempre se escapaba. — Sueltame, Fran. Estas desnudo... — abrí los ojos como platos, ella tenía razón, estaba desnudo y no había caído en cuenta de eso, y los despertares de los hombres eran diferentes... Había sentado a Bett sobre mi “amigo”, que como todas las mañanas estaba más duro que una roca. — por favor, Fran, esto es muy incómodo. — susurro. Inmediatamente la empuje lejos de mí. Me levanté apresuradamente de la cama envolviendo las sábanas en mi cintura. Bett aún en mi cama volteo hacía otro lado. Sus mejillas sonrojadas delataban su incomodidad. — Lo siento Bett, no era mi intención, no recordaba que estaba... Bueno, desnudo, siempre que bebo me duermo desnudo, lo olvidé. — Bett trato de juntar coraje y me miró, asintió y se levantó de la cama. — Te espero afuera, eh, tenemos que hablar. — así sin más salió a toda prisa de mi habitación. Me apresure a asearme e ir con mi mejor amiga. Al entrar en la cocina me percaté de que un olor exquisito inundaba la estancia, Bett se encontraba de espaldas a mi, era la mejor persona que había conocido, era atenta, tenaz, y la única que me conocía como era y me aceptaba, tenía mucha suerte de tenerla como mi mejor amiga, me senté en silencio en un taburete, coloque mis brazos en la barra y me quedé mirándola, estaba en su lugar, a Bett le encantaba cocinar en su tiempo libre. Bett se giró hacia mí pegando un brinco del susto. — ¡Ay, por Dios! ¿No puedes avisar? ¿Qué tal un: buenos días, Bett? Siempre eres tan sigiloso que no sé cuándo estás aquí. — suspiro y se puso la mano en el pecho. Sonreí. — No sería tan gracioso si te aviso. — le di la vuelta a la barra y me pare a su lado, la abrace de costado y bese su cabeza. — ¿Qué vamos a desayunar? Muero de hambre, creo que ya no estoy para salidas hasta el amanecer. — Bett me empujó suavemente y me miró. Se cruzó de brazos. — Claro que no lo estás, ni siquiera deberías, estás siendo siempre el centro de atención y no por buenos motivos. — puso un plato lleno de panqueques en mi mano. Sonreí feliz. — siéntate, tengo que hablar contigo. — Rode los ojos pero obedecí, debía desayunar para poder aguantar su repertorio. — Pásame la miel, antes de que empieces. — Bett me la alcanzó y de paso posó un café a mi lado, le regale una sonrisa de agradecimiento. — Si quieres que esto, ese estúpido plan tuyo funcione, tengo que poner sobre la mesa mis condiciones. — la miré y le hice una señal para que continuará mientras yo seguía comiendo. — Bueno, no quiero verte más en portadas de revistas de cotilleo, no cuando el tema son hermosas modelos de 1.80 de estatura, ¿Te das cuenta de que casi son tan altas como tú? — reí atorandome con mi comida en el proceso. Golpee mi pecho y bebí un poco de café para poder decirle lo que pensaba. — Vale, modelos de 1.80 no, de menos o de más, no de 1.80 es un nuevo requisito para mis conquistas. — Bett me fulminó con la mirada. — Idiota. Nada. De. Conquistas. — la miré sorprendido. — ¿Qué dices, Bett? — Cómo lo escuchaste. — sentenció. — Espera... — aparte el plato vacío de mi. Tome sus manos entre las mías. — ¿Vas a explicarme por qué no habrá más conquistas? Te das cuenta de que si no tengo conquistas, mi amigo y yo estaremos, muy, muy estresados... — miré hacia abajo haciéndole entender a lo que me refería. Bett soltó mis manos con una mueca de asco. — Estoy segura de que algo se te ocurrirá. — se encogió de hombros. La miré sorprendido, anonadado. — te explicaré porqué, así no lo tomas personal... — Por favor, iluminame, Bett. — dije molesto. — Tú y yo haremos público el compromiso el lunes, si sales con una chica más y apareces en una de estas revistas. — sacudió la revista frente a mi cara. — tu mentira se caerá, nadie va a creer en “Nuestro amor” — hizo las comillas en el aire. — ¿Qué van a pensar? Qué mi enamorado me es infiel, o lo evidente, que esto es un engaño para poder quedarte con todo el derecho a la empresa de los Giordano, por más que seas hijo único, sabes que tu padre sería capaz de darle el mando a algún otro de sus socios si se entera de que le mentiste con algo tan grande. — asentí, Bett tenía razón. — Bien, mi amigo y yo permaneceremos puros... — Durante un año. — interrumpiendo Bett. — ¿Qué? No lo dices enserio, ¿verdad, Bett? — ella se rió. — Bett, no sabes lo que estás diciendome. — solo logré que riera más... — Yo se que puedes, cuando quieres algo solo te lo propones y lo logras, este anillo es la prueba. — levantó su mano para mostrarme el anillo de compromiso que le había dado el día anterior. — así que Franco Giordano, acepta los términos de mi contrato, ya hice las averiguaciones pertinentes, se que un año es lo mínimo que podrías tardar en hallar una solución, así que ese será el tiempo que viviremos en sociedad. — la miré sorprendido. acercó el nuevo contrato a mí. — ¿De dónde sacaste esa información? — pregunte sorprendido. — Bueno, soy Elizabeth James, cobre un par de favores y averigüe con mi padre y ya sabes que él y tu papá no solamente son socios en algunos negocios sino que también son mejores amigos. — asentí. — bueno, mi padre dice que Massimo Giordano no es un hombre que se deje engañar fácilmente, le pregunté acerca de sus requerimientos para darte la compañía en su totalidad y he aquí un gran informe que especifica demasiado bien sus condiciones, y muchas de esas expresan una esposa, en si, una familia estable. — tome la carpeta que Bett acababa de sacar de su portafolio. — Hoy vienes en modo de empresaria, veo que vienes preparada... — la miré para luego volver mi vista a la carpeta que me acababa de dar. — increíble, yo sabía que no me la pondría nada fácil. — No dejare que me tomes por sorpresa nuevamente, es una táctica muy baja de tu parte. — la miré y le sonreí con malicia. — De otra forma no habrías aceptado. — ella asintió en acuerdo. — debía convencerte lo más rápido posible. Además eres mi mejor amiga, no me dejarías sufrir. — Bett rodó los ojos. — Tu padre cambio el reglamento hace poco, ¿Te das una idea de por qué? — suspiré. — es una pregunta retórica, pero te diré porque, tu padre lo hizo para que sentaras cabeza, para que te estabilices, quiere que dejes esa vida que llevas, y no puedo estar más de acuerdo con su decisión. — la fulmine con la mirada, me gire para no ver a mi mejor amiga, tome mi cabeza en mis manos, exasperado. — Elizabeth James, vas a ser mi esposa, y mi padre no tendrá nada más que decir... — la miré. Bett se apresuró a interrumpir. — Y las mu... — No Bett, no habrán más mujeres. Solo tú. — la interrumpí. — Mientras dure nuestro matrimonio por contrato, yo seré el hombre más puro del mundo, el más fiel y leal. — ella soltó una risita. — ¿Estas seguro? ¿Tu amigo está de acuerdo? — dijo en un tono burlón. — Ah, tendrá que estarlo, de igual forma conozco otros modos. — le di una mirada perversa. — ¡Ay, que asco! ¡Cállate, Fran! — me golpeó en el hombro. — Como si nunca lo hubieras hecho, ni tú la perfecta Elizabeth James puede no haberse dado un poco de “amor propio” si sabes a lo que me refiero. — Bett me miró pasmada. Sus mejillas se tornaron rojas, la miré sorprendido. — Eh, yo... Eh, traje mi propio contrato. — lo puso sobre la barra a mi lado. Pero yo estaba más que sorprendido por lo que acababa de descubrir. — No, Bett. Se que no hablamos de esos temas, pero soy tu mejor amigo... Tengo que saber esto... — Bett me miró inquieta, negó con la cabeza. — No, Fran. No debes saber eso de mí. — suspiré. Tome sus manos en las mías. — No has besado, no te has tocado jamás, tampoco has hecho el amor. Bett, eso es algo fuera de común, es algo que creí imposible, tienes veinticinco años, no puedes ni siquiera haberte... — ¡Cállate! ¡Por favor! — dijo casi que implorandome. — Fran, soy gorda, soy horrenda, ni siquiera a mi me apetece tocarme, si ningún hombre quisiera hacerlo. ¿Por qué lo haría yo? — Bett se levantó de su asiento. Negué con la cabeza sorprendido. Me levanté y fui junto a ella. Agarre un cabello que se posaba libremente en su cara, lo pose detrás de su oreja, limpie las lágrimas que acababan de salir de sus hermosos ojos avellana. — No digas cosas como esas, tú eres hermosa. Que nadie te merezca no quiere decir que nadie quiera tocarte, eres más valiosa que cualquier otra mujer, por eso es difícil. — suspire. Pose mis manos en sus caderas, Bett tembló, sabía que el gesto le incomodaba pero no retire mis manos y ella tampoco lo hizo, nos mirábamos fijamente a los ojos. — estás curvas son perfectas. — dije apretando un poco sus caderas, no mentía, Bett podía tener unos kilos de más pero aún con esos kilos de más su figura era excepcional. Subí mis manos despacio por sus costados hasta llegar a sus mejillas, ahí me detuve meditando un poco. Sin pensarlo una vez más junte mis labios con los suyos, Bett tardó en reaccionar haciendo su mejor esfuerzo por corresponder a mi beso de la forma correcta, nuestras bocas se fundieron en un dulce beso, y aunque no fuese un beso impulsivo, apasionado o incluso sin todos esos detalles, este beso era diferente, me hacía sentir cosas que no había sentido nunca jamás, un hormigueo me recorría mientras nuestros labios se despegaban despacio. Bett me miró sorprendida, abrí los ojos consciente de lo que había hecho, era su primer beso, ella tocó sus labios con sus dedos, me miró confundida, yo estaba igual, no sabía que me había pasado. — Bett, yo lo... Antes de que pudiera terminar mi frase Bett corrió y tomó su cartera para luego irse rápidamente de mi departamento. — Lo siento...
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