Capítulo 6/ Bethany, otra vez.

2311 Palabras
No había ido a trabajar, tenía llamadas perdidas por montón. Bett y yo habíamos terminado rendidos de la noche anterior, nos dormimos hasta muy tarde. Acaba de darme un baño y de cambiarme, Bett aún dormía plácidamente en mi cama, me acerque para mirarla. Ahora solo veía su rostro adorable, su largo cabello castaño tapaba gran parte de su espalda, que se había destapado por los movimientos que hacía mientras dormía. Sí. Bett era gordita, y no era para nada del tipo de chica con la que solía pasar la noche, pero ella tenía tanto a favor que su físico dejaba de importar, era la primera vez que amanecía con una chica en mi cama, ninguna de mis conquistas había venido a mi departamento y mucho menos dormido conmigo, en mi cama. Suspiré frustrado. — ¿Qué es lo que me haces, Elizabeth James? — la miré. — no dejo de pensar en lo que sucedió... ¿Será tan importante para ti como lo es para mí que yo haya sido tu primera vez? No me atrevería a preguntártelo. — me acerque a ella y bese su frente. Busque en los cajones de la mesita de noche, un bolígrafo y papel, escribí una nota para cuando se despertará. — Hola, prometida. Buenos días. Debes estar muy descansada ya que me quitaste las cobijas y gran parte de mi cama. — sonreí imaginando la reacción de Bett al leer esa frase. — dejo a tu disposición todo mi departamento, no me atreví a despertarte porque luces hermosa cuando duermes, aún con esos ronquidos y la baba corriendo por tu mentón. — trate de reír silenciosamente. — espero no te enojes conmigo, necesitabas ese descanso, trabajas demasiado, bien. Nos vemos luego, querida prometida. Gracias por pasar la noche a mi lado, fue una noche inolvidable para mi. Y después de prepararme me marché, había pasado todas mis reuniones para la tarde. Dando por terminado el día Jessica me avisó que tenía una visita inesperada en la sala de reuniones. Así que me dispuse a ir allí. Cuando abrí la puerta me encontré con mi padre, el mismísimo Massimo Giordano, sentado en el asiento que encabezaba la mesa. Me acerqué a él con seguridad, tratando de ignorar mi inquietud. — Hola padre, ¿A qué debo el honor de tu visita? — pregunte sentándome a su lado. — Está, sigue siendo mi empresa, puedo venir cuando quiera. — me miró levantando una ceja. — Claro, si, tienes razón, aunque no fue eso lo que quise decir. — Lo sé. Me han llegado rumores que no podría creer a menos que tú confirmes su veracidad. Por eso estoy aquí. — lo mire intrigado. — Se dice que tú y Elizabeth han empezado una relación... ¿Qué tan cierto es eso? — mi padre me miró fijamente, siempre lo hacía, era como descifraba si le mentía o no, pero esta vez no, papá. — Mmm si, lo siento mucho, queríamos mantenerlo en secreto hasta que decidiéramos comprometernos. — mi padre me miró con un gesto de sorpresa que le fue imposible disimular. — ¿Qué dices? ¿Comprometerte con Elizabeth James? — asentí. — No puedes hacer eso. — dijo viéndome severamente. — ¿Por qué no? Bett y yo descubrimos lo enamorados que estábamos y... — Y nada. ¿Acaso se te olvida de qué clase de familia viene? ¿Quiénes son? ¿Y lo perfecta que es esa chica? — sonreí. — Bueno, por lo último es que me enamoré de ella. Es única. — Eso es cierto y precisamente por eso no puedes comprometerte con Elizabeth James, ella merece algo mejor que tú. Si tú te comprometes con una James te comprometes con una familia que sabes que lo tienen todo para acabarnos. — ¿Y por qué querrían acabar con nosotros? Somos socios en negocios y me casaría con Bett. — ¿Cómo, que por qué? — me dio una palmada en la nuca. — ¡Piensa un poco, hijo! Si le rompes el corazón a esa chica, ellos nos destrozaran a nosotros. Es mejor dejar las cosas como están. — Pero, acaso... ¿No querías que sentará cabeza? ¿Qué me casara? — él asintió. — Bueno, lo haré, me casare con Bett. Ella ya ha aceptado. — los ojos de mi padre por poco se salen de sus cuentas. — ¿Elizabeth James, acepto ser tu esposa? — asentí. — Franco, te lo advierto, más te vale que esto no sea una de tus jugarretas. Elizabeth James no puede salir de tu vida con el corazón roto o estamos acabados. Y mira que se de tus gustos en mujeres y ella no encaja para nada con esos gustos. — Es la razón por la que la prefiero. Es una en un millón, ella me impulsa, me desafía. No quiero a otra mujer, que no sea ella. — Bien, veo que tomaste tu decisión. Siendo así yo también cambiaré las reglas, si logras mantener una relación con ella, como casados por dos años, la empresa será totalmente tuya. — trate de disimular mi sorpresa. — Pero, habías dicho que en un año... — él sonrió y se levantó. — Si, eso era antes de que involucraras a nuestros socios más importantes y amigos de la familia desde hace mucho tiempo, puedes mandar todo al retrete con esa decisión, pero la respetaré si tú respetas la mía. No quiero que mi hijo se comprometa y se case con nuestros socios para luego terminar la relación en un año. Te conozco hijo, se lo que puedes llegar a hacer. — siempre el instinto y el razonamiento de mi padre me sorprendía arruinando mis planes. — Bien, les demostraremos a todos que esto no es ninguna jugarreta, que de verdad nos enamoramos. Mi secretaria te avisara cuando hagamos público nuestro compromiso. — me levanté, mi padre asintió y me dio un abrazo antes de marcharse con una sonrisa pegada al rostro. Él parecía también tener sus planes, solo debía averiguar cuáles eran. Había quedado con Bastian, el único buen amigo que podía tener. — Tu vida siempre es como una comedia romántica para mí. — comento Bastian, después de beber un sorbo de su cerveza. Lo miré molesto. — Agradece que eres al único que le puedo contar esto, sino, ya te habría mandado al carajo. — Bastian río ante mi comentario. — Tranquilo amigo, no me estás entendiendo, me refiero a que si tu vida fuera una comedia romántica yo en definitiva la vería. Mírame aquí, esperando novedades de primera mano. — puse mi mano en mi cara, resignado, negué con la cabeza. — Bueno, Bett redacto un nuevo contrato donde estaba específicamente escrito que debía darle clases de besos y de... Sexo. — dije incomodo. — Bastian río, sorprendido, me miró incrédulo. — ¿Es broma, no? — negué con la cabeza. En respuesta él se rió. — quien lo creería, la gordita tiene agallas. — lo fulmine con la mirada. — ay, lo siento. La chica tiene agallas. — volteo los ojos. — ¡Claro que las tiene! Es CEO de su empresa familiar y es socia de mi empresa... — eh, de la empresa de tu padre. — corrigió. — Próximamente mía. Hoy hablé con mi padre, decidió extender el tiempo en que yo debería estar casado para que pueda obtener los bienes familiares. — Bastian sonrió. — Debe ser difícil para ti, fingir estar enamorado, besarla y pues... Ya sabes, cuando tengas... — lo mire. — Te sorprenderá escuchar esto, pero no es incomodo, besarla es extraño pero de alguna forma reconfortante... Y Bett y yo... Ya estuvimos juntos. — Bastian me miró sorprendido. — Wow, amigo. ¿Hablas enserio? — asentí. — pero Bett no es nada tu tipo... Ya sabes, esas de senos grandes, cintura fina y grandes caderas con un trasero. — Bastian explicaba específicamente las curvas de las mujeres que me “gustaban” empuje sus manos evitando que siguiera haciéndolo. — Bett es hermosa, además fue su primera vez... — ¡¿Qué?! Increíble amigo, no sabes en el problema que te metiste. — lo mire interrogante. — claro, eres un idiota. Bien, las mujeres suelen engancharse con su primera vez. ¿Qué vas a hacer si se enamora de ti? — suspiré molesto. — su familia podría acabar contigo y toda tu descendencia si así lo quisieran. Creo que metiste la pata. — Cállate, estás igual que mi padre. Bett no está enamorada de mí, no se siquiera si yo soy su tipo. — Bastian negó con la cabeza y sonrió. — A veces pienso que te caíste de la cama de pequeño, de otra forma no serías tan despistado. — ¿A qué te refieres? — nuevamente él negó con la cabeza. — Es lógico amigo, Bett quiso que fueras su primera vez porque está enamorada de ti y tú le diste la excusa perfecta para aprovechar la ocasión. — está vez era yo quien negaba con la cabeza. — Estás loco. — él sonrió. — y tú estás ciego. Tienes a la mujer más poderosa del país en tus manos y no te das cuenta. — se rió. — si esa chica se hubiera fijado en mi no me hubiese importado su talla de... Ya sabes. — lo golpee fuerte en el brazo. — aush, amigo, eso dolió. — Ni siquiera te atrevas a imaginarte a Bett de esa forma. — Bastian soltó una carcajada. — Ya veo. Entonces ella no es la única enamorada. — me miró seriamente mientras se sobaba el brazo con la otra mano. — No sé a qué te refieres. Sabes bien que no soy hombre de una sola mujer. — Eso era porque tenías miedo, claro, era evidente. — ¿Y de qué tendría miedo? No seas imbécil. — pregunte molesto. — Es evidente. Tenías miedo de enamorarte de ella, o más bien de intentar algo con ella porque ya estabas enamorado de ella. — negué con la cabeza y suspiré. — De verdad deberías dedicarte a las revistas de cotilleo. Esto no es una novela donde descifras que le pasa al personaje principal, esto es la vida real. — dije para luego beberme de un sorbo mi copa. — Puede que no sea una novela, pero créeme que lo parece. Amigos de infancia, socios en los negocios y ahora en el amor. — sonrió. — cuando aceptes que estás enamorado de ella tráeme una botella del mejor whisky que tengas. — sonrió victorioso. — No voy a regalarte mi mejor whisky. — suspiré. — haces que me de migraña. Elizabeth James y yo solamente estamos juntos por negocios y si nos apetece disfrutar de algo más no será porque estemos enamorados de verdad, nada más ve lo cliché que es eso. — él sonrió y asintió. — Bien, cuando lo descubras espero mi whisky. — miró detrás de mí. — Oh, mira que casualidad, la hermosa Bethany, está ahí, y viene acompañada por su amiga... No se tú, pero yo sí me cansé de hablar de tu amorcito. — dijo en tono burlón. Se levantó y les hizo señas a las dos mujeres. Ambas llegaron con sonrisas en el rostro. — Ay Fran, la otra vez te fuiste muy pronto... — dijo Bethany. — Pronto. ¿Tuviste lo que querías, no? — me miró fingiendo inocencia. — Sientensen, señoritas. — ambas se sentaron en nuestra mesa. Al oír la invitación de Bastian. — No sé a qué te refieres, Fran. — la miré molesto mientras ella se acomodaba a mi lado. — Déjame refrescarte la memoria. Te acostaste conmigo para tener tu minuto de fama. — dije irritado. — Lo siento si así lo pensaste. — me agarró del brazo pegándose un poco más a mí. La miré molesto. — yo no sabía que estaban detrás de nosotros, ni que la prensa se enteraría. — volteé a ver a mi amigo que se encontraba preso en los labios de la amiga de Bethany. — Ay, por Dios. Me marcho. — Bethany me miró desconcertada, me levanté de mi asiento, pero no antes de que ella pudiera sujetarme del brazo. Quite sus manos de mí y seguí caminando hasta la puerta de entrada, los pasos de Bethany resonaban detrás de mí, nuevamente me tomo del brazo estando ya en la puerta. — Me gustas mucho... No me he sacado esa noche de la mente desde que pasó, he venido aquí todos los días para esperar verte, no quise parecer una obsesionada llamándote o yendo a tu empresa... — Sin embargo pareces una obsesionada viniendo al bar que frecuento con mis amistades, todos los días, esperando verme... — dije irónico. — Bueno, sí. Lo siento. Era el único modo que vi. — solté suavemente su agarre de mí. Puse una de mis manos en sus hombros y la miré fijamente. — No quiero que te hagas ideas, en realidad yo no busco nada contigo. Vine solo para relajarme con mi amigo. — Puedes relajarte conmigo, como la otra vez. — negué con la cabeza. — No. No puedo. Estoy comprometido. El rostro de la chica se desfiguró con una mezcla de sorpresa y me miró aterrada. — Pero si hace una semana o menos que pasamos la noche juntos... Y tú estabas... — No exactamente. No es un tema de tu interés. — respondí molesto quitando mi mano de su hombro. — ¡Pero claro que lo es! Engañaste a tu prometida conmigo. — dijo sorprendida. — No fue así. Ella y yo no teníamos nada serio, hasta el compromiso. Pero no te debo explicaciones, así que te pido que me dejes en paz, sino tendré que hablar con mis abogados. — aún disgustada ella asintió con la cabeza. Me fui del lugar dejándola ahí plantada.
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