— No, debe estar bromeando, no es posible que me haga semejante jugarreta. — dije mientras leía el contrato hecho por Bett, con mucho detenimiento. — tú si que sabes cómo hacer que un negocio dure, Bett... Pero, ¿Con qué fin?
Mi teléfono sonó sacándome de mis pensamientos. Era Bett. Sonreí.
— Pero mira que casualidad, justamente pensaba en ti, Elizabeth James. — la escuché reírse al otro lado del teléfono.
— Debes estar leyendo el contrato. — asentí inconscientemente. — bien, suéltalo. Algo te está rondando la cabeza, solo dilo, soy tu mejor amiga.
— Es que no entiendo porque quieres que estemos comprometidos durante un año... — podía imaginar cómo sonreía.
— Ay, Giordano. Magnate de los negocios, CEO de industrias Giordano y accionista... — carraspee la garganta. — bien, bien. — dijo ella dándole fin a su muy detallada descripción. — como te dije, tu padre no creerá, y tenemos que ser novios públicamente durante un tiempo y estar comprometidos, así será más creíble y tendrás más oportunidad de obtener lo que deseas. — sonreí.
— siempre pensando en todo... Y hablando de eso, podrías explicarme...
— Si, claro. Debo besarte, y no se hacerlo, tendrás que enseñarme para que sea más creíble... Y sobre lo otro, simplemente lo puse ahí por gusto, es como un tipo de reto para ti, quiero ver qué tanto deseas ser el dueño de todos los bienes Giordano...
— ¿De verdad estarías dispuesta a probar todo conmigo, digo, por primera vez?
— Bueno, eres mi mejor amigo, si hay alguien que me conozca bien eres tú, además tienes tanta experiencia que sería un delito no compartirla con tu mejor amiga. — se rió.
— Nunca he faltado a un trato, no he roto un contrato o esquivado un reto. Así que podemos empezar con las clases ya mismo. — dije decidido.
— Bien, me parece perfecto porque estoy en tu puerta. — miré sorprendido la puerta de mi departamento, no estaba en mi mejor forma, había bebido la noche anterior, solo. Aún así Bett me conocía bien y me encontraba en mi casa, me levanté dispuesto a abrirle pero sabes de qué pudiera hacerlo la puerta se abrió.
Bett me miró sonriente, sacudió las llaves ante mí.
— Tu secretaria fue tan amable de darme el código y las llaves.
— ¿Jessica, hizo eso? — pregunte desconcertado.
— Claro, acaso... ¿Quieres que le niegue tales cosas a tu prometida? Recuerda que fue ella quién compró mi anillo. — extendió su mano hacia mí mostrándome el anillo. — tiene muy buen gusto. — asentí.
— recuérdame no volver a hacer tratos contigo... — dije para luego darme la vuelta y volver al sofá, en la mesa de centro reposaba el dichoso contrato.
Bett camino a paso seguro hacia el sillón, se sentó a mi lado y me sonrió fijándose de mi gesto molesto al ver el contrato.
— Tú me embaucaste primero, no tienes porque quejarte. — se cruzó de brazos.
— No me quejo. — respondí fingiendo un gesto de indiferencia.
— Genial. — dijo ella con una sonrisa satisfecha.
— Genial. — respondí decidido.
— Bueno, entonces veamos una película romántica, antes de empezar con las clases. — Bett tomo el mando del TV y empezó a buscar algo de su gusto.
— No Bett, sabes que odio el drama, todo menos eso. — ella río en respuesta. — quieres torturarme. — asegure. Me miró sonriente.
— Para ser alguien que odia tanto el drama, has creado demasiado... — se puso cómoda en mi sillón deteniéndose en un canal, pasaban una película demasiado cursi para mi gusto.
— Es más divertido el drama personal que el público... — Bett me miró con una sonrisa torcida.
— El tuyo se hará público pronto. — me miró fijo. — ¿Cuando has decidido proponermelo? — pregunto poniendo un gesto serio.
— Directa al grano, como siempre... Cuando se trata de negocios, claro. — sonreí, ella sabía a qué me refería. — mañana, le pedí a Jessica que reservará una mesa en el mejor restaurante que pudiera hallar, así cuando lo haga no tardará mucho en hacerse público. — Bett asintió.
— Bien, no puedo retractarme ahora.
— No a menos que quieras perder tus acciones y decepcionar a tu familia, o peor aún, a ti misma. — asintió. — también te estás retando.
— Si, la verdad todo esto me tomo por sorpresa, y me hubiera costado seguir adelante si yo misma no me hubiese puesto un castigo. — asentí. Tome su mano en las mías.
— Bett, sabes que jamás te quitaría nada, se lo que te ha costado estar donde estás y he estado ahí, no te sientas obligada....
— Y tú, no seas un idiota, no es tu culpa que yo quiera arriesgarlo todo. Quiero probarme a mi misma con el mayor desafío. — me sonrió.
— Está bien, pero si esto se complica seré yo quien te libere de ese contrato.
— No. Prométeme que no lo harás. — la miré sorprendido. — si haces eso yo sí haré cumplir tu castigo, rendirte te costará tus acciones.
— Uou, Bett. Si qué te lo tomas muy enserio.
— No pienso perder contra ti, es la primera vez que hacemos negocios juntos, siempre fuimos competitivos, y siempre me pregunte si yo lograría ganarte en algo.
— Ay Bett, lo mío es lo inesperado, la sorpresa. Pero lo tuyo, tú eres de las buenas, pisas fuerte, nadie gana contra ti...
— Eres muy dulce cuando quieres. — soltó una risita.
— Y esa es una de las razones por las cuáles no te digo nada... — refunfuñe.
— ay, malvado cucarachon se puso sentimental. — dijo ella en tono divertido, obviamente se burlaba de mi de la peor manera.
— No puedo creer que te uses esa referencia conmigo, solo por eso me voy a vengar, Bett. — me acerque hasta ella, quien uso sus manos como escudo.
— Basta, Fran. Ya no somos niños... — dijo a la defensiva.
— No, pero estoy seguro de que aún tienes un par de cosquillas por aquí...
Apreté sus costillas y ella soltó una carcajada.
— ¡Basta, Giordano! — grito entre risas.
— Está bien. Me detendré... Pero aún no se me olvida que tenemos que practicar, bueno, tú tienes que practicar y pierdes el tiempo viendo películas románticas... — ella me miró seriamente. Yo estaba sobre ella, tomo mi rostro entre sus pequeñas manos y poco a poco nos fuimos acercando como si tuviéramos miedo de lo que pudiera pasar, aunque ya me sentía con más seguridad al besarla... Esta vez era diferente, Bett parecía mucho más segura, nuestros labios se fundieron en un apasionado beso, totalmente diferente al primero, su boca se abrió como invitando a mi lengua a entrar en ella, y así lo hice, nuestras lenguas danzaban en un baile sensual.
Debía admitir que Bett lo hacía bastante bien, que este beso inesperado encendía esa llama en mí, esa que no solía encenderse tan fácilmente, no podía creer que me estuviera excitando por mi mejor amiga, al darme cuenta de esto me aleje suavemente, volví a mi puesto de antes, no sin antes tomar un cojín y tapar mi reciente incomodidad.
— Nada mal, Bett. — dije para disimular un poco mi estado, pero Bett parecía haberlo notado.
— Creo que sirvieron los consejos de Tara. — la miré sorprendido, para luego reírme.
— No, no lo puedo creer, le pediste consejos a Tara, teniéndome a mi. — ella se rió para luego asentir.
— Que bajo he caído, lo sé. — me miró con una tierna sonrisa en los labios.
Me acerqué a ella movido por un impulso, quería besarla nuevamente. Y lo hice. Esta vez la bese suave al principio, las manos de Bett acariciaban mi torso por debajo de mi camisa con gran motivación, entonces nuestro beso se fue haciendo más intenso, por alguna razón su toque solo me hacía querer más... Ella me quito la camisa en un movimiento rápido, yo quería hacer lo mismo con ella, pero no estaba seguro si era lo indicado, entonces Bett me sorprendió quitándose ella misma su ropa, quedándose en una lencería que jamás pensé que ella llegaría a usar, usaba un hermoso conjunto de encaje rojo, lo que hacía que su piel resaltará y sus grandes atributos, la miré embelesado.
— Creo que no estoy en condición para aconsejarte, viendo lo que estoy viendo te aconsejaría algo que quizá tú no quieras hacer...
— O que quizá muero por hacer. — dijo mordiéndose el labio, su mirada irradiaba deseo. — quiero hacerlo si tú quieres. — me acerque a ella un poco, tome su rostro en mis manos.
— Bett, quiero que estés segura, esto es muy importante para mí, pero lo es más para ti, tu primera vez con un mujeriego. — suspiré evitando su mirada.
— No. — la miré. ¿Por qué decía que no? Yo era un mujeriego, ella lo sabía. — eres mi mejor amigo, así no es como yo te veo y mi primera vez con mi mejor amigo suena perfecto, estoy preparada... Para serte sincera, he pensado mucho en esto desde la última vez que lo hablamos. — sus mejillas se tornaron rojas. — nunca intenté nada, ni siquiera hacerlo por mi cuenta, por eso cuando lo mencionaste supe que me estaba perdiendo de mucho. — la escuchaba atentamente, no quería perderme nada de lo que ella decía. Ella se levantó y busco entre su bolso, de él saco un pequeño ¿Vibrador? Me sonrió. — que suerte que vivo sola. — sonreí entendiendo a lo que se refería. — primero intenté con mis manos y fue una experiencia única, pensé... — miró hacia otro lado avergonzada.
— ¿Qué, Bett? ¿Qué pensaste? — me levanté, con una mano gire su rostro para que me mirará. — dime. — pedí, casi que como una orden.
— yo pensé en ti, imaginé que eras tú quien me tocaba. — sonreí satisfecho.
— ¿Eso quieres? — pregunte. Ella asintió como respuesta. Le quite el pequeño vibrador de su mano. La lleve nuevamente al sofá, haciendo que se acostara en él. — ponte cómoda. — ella sonrió levemente, se acostó como se lo pedí. Baje la parte baja de su lencería dejando ver aquel lugar que tanto deseaba, mi lengua y mi boca arrancaban gemidos de los labios de mi prometida y mejor amiga. Mi nombre resonaba en las paredes de mi departamento con el dulce sonido de su voz, no podía explicar lo delicioso que era incluso para mí hacerla sentir así por primera vez, sería también la primera vez en que yo fuese la primera vez de alguien, y eso también me volvía loco y me llenaba de nervios de una manera inexplicable.
— ¡Oh, Dios! ¡Franco! Debiste decirme de lo que me estaba perdiendo. — dijo ella mientras explotaba en mi boca. Chupe ese delicioso lugar por última vez antes de mirarla y levantarme para quitarme la ropa que aún tenía puesta, libere mi erección ante la mirada ansiosa y llena de deseo de Bett. — Oh, wow. Había escuchado que estabas bien dotado, pero nunca pensé en cuánta razón tenían. — reí.
— Si sigues diciendo cosas así pensaré que no soy tu primera vez. — ella se rió de mi respuesta.
— Que no lo haya hecho no significa que no sepa cosas, por ejemplo... — está vez era ella quién se levantaba y me tumbaba de espaldas en el sofá, quede sentado, ella se posó de rodillas frente a mí, tomo mi m*****o en sus manos y acto seguido lo metió en su boca.
— Ay Bett, esto definitivamente no parece tu primera vez, pero no me enfado, lo juro. — agarre su cabello en mi mano, ella entre intervalos de caricias con sus manos, su lengua y su boca casi me hacía llegar al éxtasis. Agarre sus hermosos senos sacándolos de su escondite, los había imaginado un millón de veces pero no imaginación no les hacía justicia. — Eres hermosa, Bett. — la detuve. — está bien por ahora, no se trata de mí, quiero que tú te sientas especial. — ella me miró sonriendo.
— Está bien, Giordano, pero esto me estaba gustando. — señaló mi m*****o erecto. Sonreí y negué con la cabeza.
— No puedo creer que estés tan tranquila. — suspiré. — pero debo preguntarte nuevamente, ¿Estas segura? — ella asintió con la cabeza.
— Tanto que seré yo quién lo haga, ya sabes a mi ritmo. — asentí. Ella se subió despacio y poco a poco iba entrando en ella, agarre sus caderas con suavidad, la deje tomar el mando, era algo tan nuevo para mí como para ella y la dejaría, Bett siempre tenía el mando cuando de mí se trataba, aunque ella no lo supiera.
Habíamos pasado la fase difícil, ahora Bett no quería parar, era insaciable, cosa de la cual no me quejaba, pero ahora ambos estábamos rendidos en mi cama, no sabía cómo habíamos terminado ahí, pero si sabía que había amanecido y seguíamos despiertos y muy satisfechos. Ella entre mis brazos encajaba perfectamente.