Antes de que Emily pudiera hacer un puchero, Jeremy carraspeó. —Afortunadamente, la señora Herrera está bien preparada— Colocó casualmente una maleta en el suelo del ascensor. —¿Está Yemon adentro? — Los ojos de Emily se redondearon como los de una muñeca. Jeremy sonrió ligeramente. —Sí, tu vestido y tu corona también, tu abuela teme que mañana, de repente, tengas que asistir a la fiesta, así que lo preparó todo. En un instante, todas las arrugas en la cara de Emily desaparecieron y la pequeña abrazando la maleta, que era del tamaño de ella misma, dijo: —Gracias, señor Jeremy. —De nada, señorita, ahora descansa, ya es muy tarde, no dejes que aparezcan ojeras bajo tus ojos porque mañana tienes que lucir como toda una princesa. Emily abrió los ojos con horror. —¿Es cierto? ¿

