Con un vestido impactante que consideré que jamás usaría y habiéndome peinado, bajo hasta el recibidor mientras Adán termina de hacer una llamada. No sé que sucedió y tampoco me arrepiento de haber sido tan impulsiva por qué acabo de entregarle no mi cuerpo sino mi alma a Adán Martell y eso me asusta. —Vaya, vaya. Con ese vestido y maquillada así no pareces tan mojigata. –murmura una voz que ya comienza a molestarme. —Menos mal, justo iba a pedir tu opinión. ¿Qué no tenías cosas que hacer? —Si por supuesto, de hecho acabamos de terminar Adán y yo con el asunto pendiente. —Ya veo, ¿entonces ya te vas a ir? —No, Adán me dejó quedarme a dormir, él justo ahora lo está haciendo, terminó muy cansado. Ya sabes cómo son nuestras reuniones. –suelta con veneno y la imagen de aquella tard