–¡Ezra! Pero ¿Por qué no? Él no es una mala persona – las lágrimas salían de los ojos de Emma y surcaban su carita que se encontraba roja de tanto llorar. No sabía a donde la estaba llevando su hermano y aunque jamás creyó decir aquello, deseaba volver al convento, seguramente eso era mejor que cual fuera el lugar al que la estaba llevando Ezra. –¡Te dije que no! – le gritó furioso, tratando de agudizar la vista para poder conducir. Acababa de comenzar a caer un aguacero torrencial que le impedía ver con claridad a través del cristal del auto. –¡Maldita lluvia! – Ezra le dio un golpe al volante y entonces aceleró, por algún motivo creyó que era una buena idea acelerar para llegar más rápido a casa y decidir qué demonios iba a hacer con Emma – ¿Por qué me haces las cosas tan difíciles

