Matías —¿Por qué demonios no me dejan en paz? Tú, sobretodo. —Christine señaló al hombre rapado y me di cuenta que no era el mismo que había arrestado hace días atrás. — ¿Por qué demonios me persigues como un jodido perro rastrero? A mi lado Robert río, seguramente eso lo había heredado de él. —Solo hago mi trabajo. —¿Trabajo? Lo único que haces es molestarme. —ella alzó las manos. — Ahora te vas a arrepentir. —Somos muchos más y tú, eres muy pequeña. —uno de los hombres que acompañaban al tipo sonreía con confianza. —¿Y quién les dijo que yo seré quien peleará? — giró lentamente su cabeza en mi dirección y sonrió. —Hola, mi amor. A pesar de la furia que sentía hacía estos desgraciados, me encontré devolviéndole la sonrisa, sintiéndome feliz con su recibimiento. Sin embargo,

