15

1060 Palabras
Vera me hace una videollamada porque no sabe si ponerse un vestido de cuero entubado o una de sus faldas de lentejuelas. En cuanto me la enseña recuerdo que Diego se burló llamándome "stripper" cuando me vio con ella puesta. —Cualquiera de los dos te quedará bien —le digo. Pone morritos ante la cámara. —¿Segura que no quieres venir? Podemos pasar a buscarte. —¿Podemos? —dudo. —Sí, Nate y yo. Va a venir a recogerme a las doce y media. —Prefiero quedarme en casa hoy —le contesto, esbozando una sonrisa para quitarle importancia. Aunque una parte de mí quiere estar ahí, la otra sabe que no soportaría la idea de encontrarme con Diego por mucho que durante toda la semana haya intentado hablar con él sin éxito. Vera suspira y ladea la cabeza, mirándome con sus ojos entrecerrados. —En serio —le aseguro—. Tu pásatelo bien y ya me contarás que es eso de Nate. Nos despedimos, y aunque trato de centrarme en algo más, la sensación de vacío se cuela entre mis pensamientos. Por un segundo, casi llamo a Vera de vuelta, casi le digo que pase a recogerme. Apago las luces y me acurruco en la cama con el portátil, intentando perderme en alguna serie. Pero nada parece interesarme, así que lo apago y me quedo a oscuras, oyendo solo el viento de la calle y el tic-tac del reloj en mi mesilla. Pasan los días y las cosas no mejoran. Diego sigue evitando mis miradas, y cuando está en casa, apenas escucho su presencia.Casi ni pasa tiempo aquí, las pocas veces que está escucho la lluvia de sus pasos en la escalera, la luz de su cuarto que se enciende un segundo y luego se apaga. A mitad de semana toda mi vida parece tener un rumbo que no entiendo. Quedo con Vera y con Patty para pasar la tarde en el centro comercial por si encuentro de milagro algún vestido que me guste cuando nada parece convencerme. Mi madre está muy pesada con la graduación. Mi padre está muy pesado con la universidad. —Oye —Patty y Vera se miran, casi siento el codazo que se dan mutuamente—. ¿Has hablado con Diego o habéis tenido algo más? La mención de su nombre me hace tensar los músculos. —No desde hace cosa de dos semanas —respondo, tratando de sonar indiferente—. ¿Por qué? Vuelven a mirarse y cada vez me dan peor espina. —Bueno, es que... No sabíamos si decírtelo pero el sábado en la fiesta no estaba solo. —Nate me ha contado que Diego ha estado hablando con una chica. ¿Una chica? ¿Ha estado hablando con una chica mientras nos acostábamos y me abrazaba por las noches? Nunca he sentido celos de nadie ni por nada:"Hasta ahora" me recuerda mi subconsciente. Y menos por una chica a la que ni siquiera conozco. —Ah —no quiero sonar todo lo celosa que estoy—. ¿Qué chica? —No lo sé —Vera se encoge de hombros, claramente no quiere darme detalles de más por mucho que los sepa—. Nate no me ha dicho más y solo los vimos sentados en la fiesta fumando. —¿Sólo? —inquiero. ¿Por qué me molesto en saber de más? Diego no durmió el sábado en casa y no llegó en casi todo el domingo. Sinceramente, podría haber estado esta semana y media con ella y todas esas tardes que no ha pasado por casa. —Sí, sólo estaban fumando. —De alguna forma sé que me mienten. El simple hecho de imaginármelo con otra chica, allí, en medio de una fiesta, compartiendo risas y miradas bajo el humo de un cigarrillo, me hace hervir la sangre. —No queríamos decírtelo, pero tampoco es como para que un tío esté jugando a dos bandas —dice Patty, con una voz suave. —Bueno, qué más da —digo al final, soltando una risita forzada—. No tenemos nada. Y sigo necesitando un vestido, vamos a esa tienda. Patty y Vera me miran en silencio, tratando de medir mi reacción. Sé que intentan protegerme, pero su compasión no hace más que profundizar la herida. Respiro hondo y me obligo a relajar el gesto. Caminamos hacia la tienda, y aunque mis ojos recorren los percheros, no estoy prestando atención a nada. Me siento como una extraña en mi propia piel, intentando ignorar la rabia y los celos que me corroen por dentro. —Mira este —me dice Vera, enseñándome un vestido azul alectríco ajustado. Asiento, tratando de sonreír. Sé que mi entusiasmo no es el que debería, y Vera y Patty lo notan, pero no insisten. Casi tengo un momentito en el probador cuando me peleo por subir la cremallera. Cuando salimos de la tienda, con el vestido envuelto en una bolsa, me doy cuenta de que no he dejado de pensar en Diego en todo este tiempo, y que el vestido ni siquiera me gusta. Hoy es uno de esos días en los que me tiraría horas columpiándome en el jardín, pero mi padre ha dejado las cuerdas colgando y ya no queda ni rastro de mi columpio. El césped sigue húmedo por las lluvias y no puedo ni sentarme a cobijo del árbol. Dejo la bolsa con el vestido en la silla de mi habitación y me tumbo en la cama, mirando al techo. Me imagino el columpio en el jardín, colgando como siempre, pero ya ni siquiera tengo eso. --- Para mi desgracia, vivir puerta con puerta nos iba a dar un encontronazo. Pasa al día siguiente. Estoy saliendo del baño envuelta en una toalla y cepillándome el pelo cuando él sale de su habitación. Va vestido impoluto y huele bien. "Va a verla" Me parece ridículo pensarlo porque no debería importarme tanto a como lo hace. —¿Te vas? —pregunto, sin embargo—. Es jueves. —Ya, ¿y? Que siempre esté tan a la defensiva me cabrea de sobremanera. Seguro que con ella no se porta así. Seguro que ella no lo conoce tanto. —No, nada, curiosidad. Haz lo que te dé la gana, gilipollas —musito pasando directa a mi habitación.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR