Nathaniel.
Todo me resulta una mierda, una completa y desastrosa mezcla de problemas que de vez en cuando siento que se me sale de las manos, sé que puedo hacerlo, sé que este empleo no va a quedarme difícil, pero la voz de Patterson susurrando a mi oído me causa un sinsabor demasiado desagradable, porque sé que tiene razón, sé que en cualquier momento puedo dar un paso en falso y ellos no van a desaprovechar la oportunidad para sacarme de aquí, después de todo, yo siempre termino arruinando cada una de las cosas buenas que parecen aparecer en mi camino.
Por otro lado esta Alessandra, ella y sus malditos labios que había estado subestimando demasiado, ella y sus palabras, ella y toda la razón que tenía al referirse a mí, supongo que una cosa es saber que eres un completo cabron y otra muy diferente es escucharlo de alguien como ella, aunque en realidad no debería sorprenderme, Alessandra parece alguien demasiado buena para alguien como yo, no es de extrañarse que dijera esas cosas, ni mucho menos debería causarme intriga la cara de horror que puso al verme a mi y a Luciana.
Es una mojigata, y yo pretendo hacer que eso se acabe.
Creo que por eso siempre he estado más ligado a las personas como Luciana, personas desinhibidas a las que no les importa absolutamente nada ni nadie, esa es la gente con la que yo me siento a gusto, aquellos que como a ella, no les tiembla la voz para proponerle un trio a una completa desconocida, podrán llamarlo perversión… Bueno, yo lo llamo realidad.
Todos somos así, todos tenemos secretos ocultos, algunos los esconden mejor que otros, pero al fin y al cabo todos nos quemamos bajo las mismas llamas del infierno, todos tenemos algo de lo que no queremos que nadie sepa, nuestros más oscuros secretos, y yo quiero averiguar los de Alessandra Forester, me muero por desnudarla de pies a cabeza, me muero por oír de su boca sus culpas y placeres más banales, anhelo saber qué es lo que la mueve, y que es lo que la convierte en la persona que veo cuando ella se aparece en mi oficina y me pregunta si necesito algo.
-¿Está seguro de que no hay nada que pueda hacer por usted? - Me pregunta por lo que podría ser la décima vez en las últimas dos horas.
-No Forester, puedes irte si quieres- Espeto sin siquiera detenerme en mirarla demasiado, me voy a convertir en lo que ella cree que soy, así, sin máscaras y sin falsedades, y lo peor de todo es que habré de reírme mucho el día en que me dé cuenta que se ha enamorado de mi.
Porque va a pasar… De eso no tengo la menor duda.
-Disculpe, ¿Puedo preguntarle algo? - Yo levanto la vista y asciendo con los hombros sin darle demasiada importancia- ¿Le sucede algo?
-¿Algo como qué?
-No lo sé, parece molesto- Asegura mientras me ve con el ceño fruncido- Si hay algo que he hecho mal solo es que me lo diga.
-¿A parte de que ha interrumpido un buen polvo? No, no ha hecho nada mal.
-Yo… Ya me disculpé por eso.
-Si, lo sé, yo estaba ahí en ese momento.
-Es que parece querer tenerme lo más lejos posible, le he preguntado si quiere café, si hay algo que pueda hacer, pensé que este puesto era algo más emocionante- Dijo haciendo ademanes con las manos.
-Esto es una editorial, señorita Forester, si lo que busca es adrenalina entonces le sugiero que vaya a otra parte, y por consiguiente no creo estar en la obligación de satisfacer sus necesidades de aventura.
-No me refería a eso.
-¡Bien! - Me levanto exasperado del escritorio y me cruzo de brazos- ¿Qué es lo que quiere que le diga? ¿Qué es lo que quiere que piense? Vayamos al grano y hagámonos la vida un poco más fácil.
-Lo siento, no debí haber dicho eso, ya me voy.
-Eso me pasa por contratar colegialas- Susurro, sin embargo por cómo se ha detenido en seco, creo que Alessandra me ha oído a la perfección.
-¿Perdón? - Me pregunta indignada.
-Puede retirarse.
-No, no me voy a ir de aquí hasta que una cosa quede bien clara, no soy una colegiala, pero tampoco estoy aquí para desperdiciar todas mis cualidades, soy una excelente profesional y si le pregunto si le pasa algo es simplemente para ser cortes.
-Entonces renuncie.
-¡Tampoco renunciare, eso sería injusto! ¿Y sabe cuántas editoriales decentes hay en este lugar?
-De hecho si, lo sé, es parte de mi trabajo saberlo.
-Entonces sabrá también que no son muchas, y no voy a moverme de aquí, no importa cuán arrogante sea usted y toda su gente.
-¿Si entiende que el mejor plan para permanecer en una empresa no es llamando a su jefe “Arrogante”?
-Estaré afuera si necesita algo- Concluye, mientras se dirige a la salida.
-Forester, cancele mi reunión de las cinco, quiero salir de este maldito manicomio- Tomo el blazer de mi sastre, me lo pongo y entonces salgo del lugar.
Entro en el auto, enciendo el motor y me dispongo a ir a mi lugar favorito en todo el mundo.
-Hey, Richard- Saludo al barman antes de que este lo haga como siempre, me siento en el taburete de la barra y contemplo el panorama.
-¿Un buen día o un buen polvo? - Pregunta mientras se acerca a mí con mi acostumbrado trago.
-Ninguno de los dos, hombres.
-¿Entonces que te tiene de tan buen humor?
-Cuando lo sepa te lo digo- Yo me rio y entonces Richard continua con sus deberes mientras yo me embeleso un rato con la música que suena a través de los altavoces.
Una de las cosas que tanto amo de Clandestine Bar es lo predecible que es, me gusta su música, concuerdo con la acostumbrada elección del DJ, me encanta las luces, que son lo sufientemente tenues como para sentirte a salvo de lo que sea, pero no totalmente oscuras, lo que te permite ver a tu acompañante a la perfección, me gustan sus mujeres, esas que siempre llegan con un único propósito, pasar una noche contigo y olvidarse al día siguiente, e incluso me siento a gusto con la atención de Richard, él siempre me trae mi trago sin titubear, satisface mi necesidad de bebida sin importar que tan ebrio este yo, nadie me hace preguntas, nadie intenta inmiscuirse en mi vida privada.
A nadie en este lugar le importa si mi rostro fue el titular de un par de periódicos hace un par de años, a nadie le importa que haya aventado una botella a la pared en el día de mi graduación en la universidad, nadie habla sobre eso ni sobre cada uno de los errores que he cometido en mi vida, y eso hace que este sitio sea predilecto para mi.
Aquí todo es imperturbable, nada cambia dentro de estas cuatro paredes, rostros diferentes, eso sí, pero siempre las mismas actitudes, siempre los mismos motivos, y las mismas ganas de mandar al diablo a todo el mundo.
Bebo trago tras trago sintiendo el líquido acribillándome la garganta entre cada sorbo, y entonces en menos de lo que me doy cuenta estoy más ebrio de lo que me habría gustado, sobre todo porque mi actual estado me ha revelado algo de lo que hasta ahora no me había dado cuenta.
-¿Sabes que es lo peor de todo, Richard? - Le digo al cantinero que me mira de una forma sutilmente diferente a la que ha utilizado cuando he llegado totalmente feliz al lugar.
-¿Qué, hermano? - Algo me dice por la forma en la que me habla, que Richard está harto del numerito que me he armado los últimos minutos, y en realidad no puedo culparlo, pero parte de la realidad también es que estoy jodidamente solo en este momento y justo ahora más que nunca necesito a alguien que haga que lo que Alessandra dijo no duela tanto como lo hizo.
-Que todo lo que ella cree sobre mí, no es mentira, soy un maldito desconsiderado ególatra.
-Somos hombres, todos lo somos en algún punto de nuestras vidas- Asegura- Y todos ven lo que quieren ver.
-Ese es el jodido asunto, que yo no quiero que ella en cuestión crea eso sobre mí, el hecho de que sea ella quien lo piensa hace que se sienta peor.
-¡Hombre! ¿Por qué te afecta tanto lo que esa zorra diga? - La palabra zorra no encaja para nada con el perfil de Alessandra, ella podrá ser un jodido dolor en el culo, eso sí, pero una zorra jamás, y esa expresión hace que tome a Richard del cuello de la camisa y lo atraiga hacia mí - ¿¡Pero que hace!? - me grita mientras las personas alrededor nos miran intrigados.
-No vuelvas a decir que es una zorra, ¿Me entendiste? ¡Nunca jamás en tu puta vida se te ocurra referirte así a ella!
-Está bien, bien- Yo lo suelto y entonces él se acomoda la camisa blanca que lleva puesta- No pensé que fuera tan susceptible.
-¡Pero si ni siquiera te he golpeado! - Arrastro las palabras- Aunque ganas no me faltaron- Aseguro.
-No lo digo por eso, señor Brown.
-¿Entonces?
-Por esa chica, jamás creí que le importase tanto lo que las mujeres pensaran de usted, por cómo se las llevaba de aquí asumí que eran solo un pasatiempo.
-Y lo son, pero la opinión de ella es diferente.
-¿Por qué? ¿Qué la hace tan especial? - La pregunta de Richard me ha dejado frio sobre el taburete, como si acabase de golpearme en la cabeza recordándome lo mucho que me duele, como si me hubiera estrellado nuevamente contra la realidad, y lo cierto es que aunque quisiera, no tengo una respuesta para su cuestionamiento.
Lo que me hace preguntarme a mí, exactamente lo mismo, ¿Qué tiene ella que hace que lo que haga me afecte tanto?
Mas jodido de lo que me he sentido nunca, y tratando de convencerme de que Alessandra se está metiendo en mi cabeza de una manera simplemente absurda, yo me acerco a una pelinegra candente que está sentada un par de taburetes más allá.
-Ya vengo- Le digo al cantinero, él solo asiente y acto seguido a esto niega con la cabeza, pero yo pretendo no verlo y me muevo como puedo a donde ella se encuentra- Hueles a desesperación, justo mi olor favorito- Le digo en el cuello entretanto ella se da la vuelta para verme.
-¿Perdona? - Me mira con desconfianza.
-Hueles al tipo de mujer a la que me encantaría meter entre mis sábanas un día como hoy.
-Voy a hacer de cuenta que nunca dijiste eso, únicamente porque pareces un borracho degenerado, pero vete de aquí, no estoy sola.
-No tienes que fingir, ¡Por favor preciosa! Ese colorete fucsia, esa falda corta y esos tacones alto solo quieren decir una cosa, estás buscando con quien dormir esta noche, y he aquí, lo has encontrado, soy tu servidor- Le digo esbozando una sonrisa que creo no ha resultado tan encantadora por la forma en la que ella se me queda viendo- Puedes hacer conmigo lo que quieras.
-Te he dicho que te largues, ahí viene mi novio, y en realidad intento evitar que tu rostro quede de adorno en el mostrador- Asegura esta vez hablando un poco más bajo.
-Kate, ¿Quién es este? - Un hombre se acerca a ella y me mira de la misma manera en que ella ha hecho antes.
-Nadie, solo me estaba pidiendo una indicación.
-¡Clásico! Todas son unas zorras mentirosas- Yo me rio y entonces el hombre se acerca a donde yo estoy.
-¿Qué has dicho de mi chica? - Me pregunta amenazadoramente, pero por algún motivo el hecho de molerme a golpes con él no me parece tan mala idea, quizás eso termine de anestesiarme, quizás eso haga que lo que siento por dentro pase a un segundo plano.
-Solamente la verdad, que tu "Chica" aparte de vestirse como zorra costosa te ha mentido en toda la cara, no le estaba pidiendo indicaciones, la estaba invitando a mi cama- Él no dice nada, y simplemente empieza a lanzar puñetazos que yo esquivo con destreza- ¡Oh vaya! Parece que jugaremos un rato- Me burlo antes de asentarle un golpe en toda la mandíbula al lado derecho.
-¡Nadie se mete con mi chica! - Él comienza a golpear y esta vez no estoy tan estable como para esquivarlo, así que simplemente siento el dolor en mi mejilla derecha, después en el estómago, después en mi ojo izquierdo, todo se ve borroso, y entonces, me siento tan adolorido que no soy capaz de sentir absolutamente nada más que eso.
Dolor.
-¡Ronald, déjalo, ese tipo no vale la pena! - Le pide ella.
-No la escuches Ronald- Balbuceo.
-¡Nos meterás en lio, este imbécil solo quiere que lo maten!
-Y se lo ha buscado a pulso- Asegura el hombre.
-Hazme un favor Ronald, haznos un favor a todos y acabemos con esto- No sé si me entiende, o la hinchazón en mi boca hace que entenderme resulte imposible, pero sea lo que sea que ha visto en mi rostro no le ha gustado, porque el hombre se ha detenido justo antes de asestar su ultimo gancho derecho, y yo realmente lo lamento.
-Vámonos- Kate lo toma del brazo y ambos se alejan del lugar.
-¡Richard tráeme otro trago! - Le grito al barman, pero lo que recibo a cambio de mi acostumbrado Whisky es al par de hombres de seguridad que me levantan del suelo y me obligan a entrar en un auto.
-A ediciones Brown- Le dice uno de ellos al taxista- No se preocupe, señor Brown, nosotros cuidaremos su auto.
El taxi emprende el viaje, y yo no le pido que cambie de destino, al fin y al cabo, tampoco hay nadie allí a quien le vaya a importar siquiera un ápice lo que me ha sucedido esta noche.