Besando sapos (parte 2)

2486 Palabras
○○◘◘••♥♥♥••◘◘○○ [Daniel “El caos”] Entré a la Universidad del Estado de Oregon, sola porque lógicamente mi relación con Paul se acabó en el instante que supe de su infidelidad y seguramente no había sido la única. Él no pudo estudiar lo que quería porque sus padres lo obligaron a responder por el hijo que venía en camino y de la escuela tuvo que conseguir un trabajo.   Nuevamente me sentía como un pez fuera del agua, pero poco a poco me fui adaptando a la vida universitaria y a aprender que, en ese lugar, la popularidad que tenías no sirve de nada. Todos son personas nuevas y las apariencias no son importantes, porque cada cual está concentrado en sacar adelante su carrera y volverse profesional en lo que quiere.   La primera semana es la más tranquila del semestre, debido a que estábamos conociendo a los profesores y la forma en la que cada uno llevaba su clase.   Coincidí en varias clases con un chico del que no sabía el nombre, pero que siempre me miraba de una forma que me hacía sentir un poco cohibida, pero atractiva y debe admitir que eso me ayudaba a mejorar mi caída autoestima después de la infidelidad de mi exnovio.   Un día me enteré de que su nombre era Daniel, pero ni él se acercaba, ni yo le hablaba. Nuestra “relación” solo se componía de miradas furtivas de vez en cuando y las mejillas coloradas cuando nuestros ojos se encontraban. Así pasó todo el primer semestre de universidad, seguido por las vacaciones de verano.   Al volver, finalmente se dio un acercamiento más concreto entre los dos, además que durante las vacaciones me había encontrado a Paul junto a la que ahora parecía ser su novia y con una barriga tan grande, que parecía que estaba por entrar en trabajo de parto en cualquier momento; ese había sido el detonante para mentalizarme en olvidarlo por completo y rehacer mi vida.   Con Daniel empezamos a hablar y poco a poco nos fuimos haciendo amigos, aunque la tensión entre los dos era palpable en el aire, o al menos eso era con lo que sus amigos molestaban y fue lo que lo impulsó a cortejarme, logrando llamar mi atención y decidiendo darle una oportunidad… mi segunda oportunidad en el amor y esperaba no salir decepcionada en el proceso.   Empezamos a salir como un par de adolescentes, mientras iba entrando en confianza para tener un segundo noviazgo normal, con todo lo que esto implicaba… Realmente la pasábamos muy bien juntos, risas por todo y nos ayudábamos en las clases que compartíamos.   Todo parecía ir perfecto, hasta que llegó el día de ir a su casa por primera vez, a hacer el típico plan de “ver una película”, el cual se sabe que, en más del noventa por ciento de las veces, nadie ve la película que se había dicho.   Salimos de clases y nos fuimos cada uno a alistar para vernos más tarde. Llegué directo a darme una ducha, lavé mi cabello y depilé todas las partes de mi cuerpo en las que pudiera tener algún vello que no se viera estéticamente agradable. Me había comprado un conjunto de ropa interior muy bonito y que estaba especial para esta ocasión.   Era la primera vez que íbamos a estar juntos en la intimidad y él había ofrecido su casa, ya que su madre estaba de viaje, por lo que el único que tal vez nos interrumpiría, era el gato amarillo, peludo y grande que tenía de fondo de pantalla en todo lado.   Él siempre andaba bien vestido con su ropa de marca, su cabello que no se movía un milímetro y tan bien puesto, que yo siempre me esforzaba por no ir a desentonar a su lado.   Llegamos a la puerta de su casa y mi corazón latía fuerte de los nervios y la ansiedad que tenía. Abrió la puerta y lo que por fuera se veía tan perfecto, por dentro me dejó sin palabras… Ropa en la sala, colgando de las sillas del comedor, una olla que no entiendo porqué estaba encima de la mesa del televisor, un cenicero desbordando cenizas de cigarrillo sobre la mesa del comedor y sobre la mesa de centro en la sala estaban las cajas de un domicilio que seguramente no eran de ese día, ni de la noche anterior.   —Sigue preciosa —me dijo como si nada y me llevó hacia la sala para que me sentara en el sofá, corriendo hacia un lado la ropa que ahí estaba, entre la que pude diferencias la camiseta que había usado hace tres días.   Tragué saliva con dificultad y puse una sonrisa falsa adornando mi rostro, mientras internamente intentaba entender cómo es que alguien como él, realmente fuera tan diferente a lo que aparentaba.   Ni recuerdo lo que hablábamos, porque yo respondía de forma automática y lo siguiente que recuerdo, fue la llegada de un domicilio con una pizza para que comiéramos. Me llamó al comedor para comer y no había un centímetro de mesa libre para poder poner algo nuevo… lo peor es que, no todo el desorden era de él, sino había cosas que se notaba pertenecían a su mamá.   En más de una hora que llevaba en el lugar, no había visto al gato por ninguna parte, hasta que, de debajo de un montón de ropa, este salió con unos interiores de mujer enredados en el cuello y los cuales casi destroza intentando quitárselos, sin no fuera porque Daniel le ayudó a liberarse.   «¡Dios, esto es un caos!», gritaba mi interior, mientras mis ojos miraban por dónde escapar.   Me sentía asfixiada, lo cual pensé que disminuiría cuando me invitó a pasar a su habitación, «el lugar donde duerme seguramente debe ser más tranquilo y ordenado, ¡porque nadie puede dormir entre tanta suciedad!», me intenté convencer durante todo el camino hasta la puerta de su habitación.   Daniel me tomó de forma posesiva y me empezó a basar con desespero. Intenté seguirle el paso, pero mi cabeza aún seguía concentrada en el recorrido que una mosca hacía entre las cajas del domicilio, de no sé cuántos días.   Se abrió la puerta de la habitación y si me había sorprendido al abrirse la de la casa, no sé cómo describir lo que sentí al ver el desorden magnificado dentro de esa pequeña, oscura y olorosa habitación. Sentí mis tripas contraerse.   «¿En serio él se puede excitar con todo esto alrededor y en especial con ese olor?», pensé y contuve una arcada al pensar en los olores individuales que le daban ese olor tan “especial” y desagradable a la habitación.   ¡NO! Necesitaba salir de ahí lo más pronto posible o me volvería loca. Mientras yo inventaba una excusa para salir de esa casa, sin necesidad de ser directa y tal vez herir susceptibilidades, él caminó a su cama y ni quitó el desorden de encima, sino que al igual que como había hecho en la sala, lo corrió a un lado y palmeó la cama, invitándome a sentar a su lado.   «¡Pánico!»   —Daniel… me siento mal —dije con cara acongojada y llevé mi mano a mi estómago —creo que la pizza me sentó mal… —Ay, preciosa —dijo levantándose de la cama y viniendo a consolarme —. ¿Quieres que te traiga un poco de agua? —preguntó, pero negué rápidamente, porque necesito salir de esa casa, en vez de “recuperarme” y seguir con el plan inicial. —No… lo siento, pero lo mejor es que me vaya —me excusé y sin darle tiempo de decir nada, salí lo más rápido posible de esa casa.   Apenas entré a mi dormitorio, corrí a bañarme nuevamente porque sentía mi cuerpo pegajoso y oloroso.   (…) Después de esa experiencia tan desagradable, empecé a comportarme seca y desinteresada con Daniel, logrando que fuera él mismo quien me dejara, además que no volví a aceptarle ninguna invitación a su casa.   [El nene de mamá] En el tercer año de universidad, decidí hacerle caso a una de mis amigas, Katy, de ir a una fiesta y ser la pareja del primo de su novio, quien había llegado nuevo a la ciudad y no conocía a nadie. Realmente toda su familia se había trasladado desde Wisconsin porque a su padre le habían ofrecido un empleo.   Timothy, era un chico super atractivo, alegre y despreocupado, característica que por momentos podía ser buena, pero también una desventaja, ya que no parecía darles la importancia correspondiente a las cosas.   Accedí a salir con ellos en varias oportunidades, ya que entre amigos todo era diferente, aunque Timothy y yo íbamos como “pareja”. Nos besamos como en tres ocasiones, pero de ahí nada más surgió, porque había algo que no me dejaba abrir completamente ante él, además de la mamitis de la que sufría, ya que hablaba con la mamá como tres veces, cada vez que salía con nosotros.   Un día todos fuimos invitados a su casa, por lo que conocimos a los tíos del novio de Katy, nos recibieron amables, pero de un momento a otro empezó una pelea entre ellos, debido a que el padre le exigía a Timothy que ayudara con los quehaceres de la casa y que debía conseguir un empleo, lo que era lo más normal del mundo y en especial en universitarios que ya van superando la mitad de su carrera profesional.   Yo, por ejemplo, trabajaba como administradora de medio tiempo en un restaurante cerca al campus, en el que había empezado a trabajar como mesera como a los dos meses de haber entrado a la universidad.   De repente esa casa parecía una batalla campal, en la que Timothy renegaba porque no quería tener que buscar trabajo, su mamá lo respaldaba y decía que “su hijo no tenía que hacer lo que no quisiera, además que para eso trabaja su papá y mientras viviera en esa casa, junto a ellos, les correspondía darle todo lo que Timothy quisiera”. Sentí pena por el padre del chico, porque estaba solo peleando una guerra que ya estaba más que perdida.   Miré a John, el novio de Katy y estaba más que avergonzado con nosotras por el espectáculo que su familia estaba haciendo, así que nos hizo levantar de las sillas y salimos de la casa con los gritos de fondo.   —Perdón, chicas… Timothy siempre será el nene de mi tía y mi tío espera que algún día crezca —se disculpó John, mientras nos abría las puertas de su coche para llevarnos de vuelta al campus.     [Mister Darcy] En el quinto año de universidad, conocí al hombre más perfecto, caballeroso, gallardo, elegante, sofisticado, etc. Y con un apellido que me hacía transportar al siglo XIX, en medio de la familia Bennet de Orgullo y prejuicio.   Y es que, sí, Ramon Darcy me hacía sentir como una Elizabeth Bennet, rodeada de elegancia y un amor tan bonito y especial, que por mi mente era imposible que dejara de existir.   Él se ganó el cariño de toda mi familia y a mí me recibieron con los brazos abiertos en su casa. Su padre era un comerciante reconocido desde hace muchos años en Ashland, de donde yo también era, por lo que coincidir en tantas cosas nos había unido mucho más.   Había dejado de trabajar en el restaurante, cuando estaba empezando el cuarto año de derecho, debido a una oferta genial que me hizo el profesor Mitchell… ser parte de su equipo de trabajo y aprendices en los casos de litigio que él llevaba en el importante bufete de abogados del que era socio. Era uno de mis mayores impulsadores y admiradores en la carrera. Siempre que podía me hacía saber lo orgulloso que se sentía de tener una estudiante como yo y encarecidamente me pedía que no fuera a dejar pasar las grandes oportunidades que me ofreciera la vida.   Aprendí muchísimo y por eso la posibilidad de quedarme ahí a trabajar una vez me graduara y poder seguir al lado de Roman, se iba volviendo una alternativa mucho más materializada, que el hecho de buscar trabajo en otro lugar.   Esta vez parecía que el sueño de graduarme y continuar con el hombre que posaba a mi lado con su diploma en la mano, sí se haría realidad. Mi sonrisa amplia y radiante en todas las fotos, hacía suspirar a todos los que las veían y no faltaba nunca el comentario en el que hacían evidente lo enamorada que me veía de Roman Darcy.   Llevábamos dos años y medio de novios con Roman, ante mis ojos todo estaba perfecto, pero la verdad es que estaba tan ciega, porque los errores que había en la relación, yo los pasaba por alto o no les di la importancia que merecían… Varias veces mi novio me dejó esperándolo, no contestaba mis llamadas, respondía con evasivas o cosas así, pero todo se solucionaba con unas palabras bonitas y una ramo de flores.   El día en que me invitó a uno de los mejores restaurantes de Ashland, mi prima y mi mamá, me acompañaron a comprar el vestido y hasta la lencería que usaría ese día, ya que era más que seguro que volvería a casa con un diamante adornando el dedo de mi mano. Me hice arreglar las manos, que hasta masaje me hicieron y el esmalte en un tono suave, se veía tan delicado, que seguro la foto que le tomara a mi mano tras la propuesta, sería digna de enmarcar.   Ya sabemos cómo terminó esa invitación a cenar y por eso en este momento estoy sentada ante la pantalla llenando todos los campos de los requisitos que me piden en “Match your heart” para ayudarme a encontrar al hombre perfecto y que convertiría en el amor de mi vida.   Con cuatro sapos y un renacuajo, ya tenía experiencias amorosas suficientes como para saber lo que no quería volver a encontrar en un hombre y por eso estaba decidida a buscarlo por este medio.   Los algoritmos serían el filtro perfecto que me ayudarían a no volver a caer en los mismos errores del pasado y tampoco me quitarían el tiempo que necesito para seguirme desempeñando como una exitosa abogada en Los Ángeles. «De buenas en el trabajo y de malas es el amor», mejores palabras no me podían definir.  ○○◘◘••♥♥♥••◘◘○○ Hola, bellas Acá empieza la búsqueda del hombre perfecto que le haga hacer volver a creer en el amor a Ximena. ¿Cómo creen que le irá en el camino? Espero sus comentarios y recuerden agregar la historia a su biblioteca dentro de la app.  Besos ♥
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