Besando sapos (parte 1)

1684 Palabras
○○◘◘••♥♥♥••◘◘○○ [El primer beso1] Era el día de mi cumpleaños #8, así que estaba más que emocionada por la fiesta que me tenían preparada mis papás, a la que habían invitado a todos mis compañeritos del curso y mis amigos del barrio tranquilo en el que vivíamos.   Tenía un compañero del curso, que me gustaba y me sentía extraña de decirlo, porque era una niña muy pequeña como para estar pensando en “hombres”, pero era inevitable que al ver a Nathe, un hueco en el estómago se me hiciera, dándome una horrible sensación.   Sus padres habían confirmado su asistencia a la fiesta y a pesar de la emoción, los nervios por momentos me ganaban la batalla interna que tenía en mi mente y que distraía al jugar y concentrarme con mi prima.   La fiesta estuvo genial, entretenida y todos estuvimos más que felices. Nathe me regaló un peluche de oso y aunque era muy común, para mí fue algo más que especial viniendo de él. En un momento de la fiesta, él se acercó a mí y me tomó de la mano, llevándome al patio de la casa.   Ni entiendo qué fue lo que pasó, pero de repente me dio un rápido y casto beso en los labios. Mis ojos se abrieron como dos grandes platos y sentía que me volvía gelatina. —Feliz cumpleaños, Xime —dijo y salió corriendo.   No sabía qué hacer, así volví a lo que quedaba de la fiesta, pensando en cómo actuaría de ahora en adelante cada vez que lo viera en clases.   Finalmente fue una preocupación sin sentido, ya que a la semana siguiente no me volvió a dirigir la palabra, me miraba extraño y el último día de clases de ese año, fue la última vez que lo vi en la vida.   Lloré varias veces sin entender nada de lo que había pasado y la única a la que le conté fue a mi prima Allison, quien me consoló todas las veces. Al cumplir los catorce años, cogió el oso que seguía guardando y lo quemó en el patio de la casa, sin importarle el regaño que nuestros padres nos fueran a dar.   [El más guapo y popular] Estaba por empezar mi último año de preparatoria y me sentía como pez fuera del agua porque mis padres me habían cambiado de escuela, ya que en la que estaba “no sentían que tuviera buen nivel educativo y estaba desperdiciando mis capacidades”, así que me encontraba totalmente perdida, de pie en la puerta del salón y con las miradas de todos mis compañeros encima, lo que me hacía temblar como una gelatina.   —Señorita Miller, bienvenida —dijo amablemente el profesor, a lo que solo pude responder con un asentimiento de cabeza y tragué saliva con fuerza —. Por favor, siga… allá hay un puesto disponible — señaló un pupitre al otro lado del salón, junto a la ventana que daba a la calle.   Me dirigí sintiendo todas las miradas de mis compañeros clavadas en la espalda, como si fueran cuchillos y para rematar, al llegar jalé la silla sin darme cuenta de que las patas de esta estaban enredadas con las de la mesa y todo se me vino encima.   Sentía mi rostro a punto de prenderse en llamas y las risas de mis compañeros tampoco ayudaron a pasar el mal rato. «Linda forma de empezar en un lugar nuevo, Ximena», me reprendí mentalmente e intenté levantarme, pero entro mi maleta llena de útiles y cuadernos, la silla y el pupitre, todo parecía una maraña de metal, madera, carne y tela.   Una manos empezaron a levantar las cosas que estaban sobre mí. Era tanta la vergüenza que no era capaz de levantar la mirada para agradecer, aunque porque mi mente pasó que era el profesor quien lo hacía, hasta que lo escuché en el fondo regañando a quienes se burlaban de mi desafortunada situación.   Me sentí liberada y tomé la mano que se extendía ante mi rostro para poderme levantar y recobrar un poco de la dignidad perdida. Al querer remover el cabello de mi rostro, fue inevitable posar mis ojos sobre el chico que me había ayudado. Se notaba que se ejercitaba, su cabello castaño claro un poco largo que caía de medio lado sobre su frente, los ojos verdes intensos, una sonrisa de propaganda de crema dental y una amabilidad más allá de la esperada, me dejaron muda y nuevamente mis mejillas se estaban incendiando.   —Gracias —contesté en un susurro y me senté rápidamente, dándole la espalda a él y evitando enfocar mi mirada en los demás. —Señorita Miller ¿Se encuentra bien? —preguntó el profesor y asentí al tiempo que hice un ademán restándole importancia a lo que acababa de suceder, para que continuara con la clase.   Al salir de la clase, el mismo chico que me había ayudado, se acercó con esa sonrisa que me había dejado sin habla. Mi corazón latió con fuerza entre mi pecho.   —Hola… ¿Cómo sigues del golpe? —me pregunta y siento una oleada de vergüenza. —Bien, gracias — «¡Demonios!», grito internamente al pensar en la forma en la que ya todos me van a reconocer. —Mi nombre es Paul —dice sonriente y me guiña un ojo —. Soy el capitán del equipo de fútbol —se presenta orgulloso y me extiende la mano. —Mucho gusto, soy Ximena —respondo a su saludo. —¿Sabías que eres hermosa? —me halagó y parecía que le divertía ver como mis mejillas se tornaban rojas. —Gra- gracias —tartamudeé sin saber qué más decir.   Desde ese momento, cada vez que me veía por ahí, se acercaba a saludarme y conversar así fuera por un breve momento. Era innegable el hecho de que me traía loca, era demasiado guapo, atento y popular, por lo que en la primera oportunidad en la que intentó algo más “serio” conmigo, no le hice esperar alguna respuesta. Nos hicimos novios al mes de haber llegado a estudiar a esa escuela, lo que produjo que dejaran de reconocerme como “la chica que se cayó” a “la chica de Paul”.   Es resto del año parecía ser más que perfecto, tenía por novio al chico más popular y yo había adquirido un “estatus” también importante. Al estar con Paul, sus amigos se volvieron los míos y la vida que nunca había pensado tener al llegar a esa escuela, ahora era el día a día.   Paul fue el primer chico con el que compartí muchas cosas y entre esas, la que me parecía la más importante… él había sido el chico al que le había entregado mi virginidad, plenamente convencida de que era el chico perfecto.   Él había sido aceptado en la Universidad del Estado de Oregon para estudiar Salud y Fitness, que era lo que más le gustaba y en lo que mejor le iba. En mis planes no estaba entrar a esa universidad, pero al saber que eso era lo que él quería, me puse a buscar toda la información referente a la carrera de Derecho, por lo que también me presenté y más feliz no podía haber estado al haber sido aceptada.   «¡Sí, vamos a estar juntos!».   Pensaba que nuestra historia de amor sería como la de las películas en las que los chicos populares de la escuela siguen juntos en la universidad y forman la familia más linda imaginable, levantando envidias en todos…   Pues más equivocada no podía estar, cuando el día del Baile de fin de año, me quedé sola por un momento en medio de la pista de baile, después de que una chica en la entrada intentara hacer un espectáculo en el que tuvieron que intervenir los vigilantes y retirarla.   No le di importancia alguna a eso y más bien acepté la atención de mi novio, para ir y traer un poco de la bebida roja contenida en una gran fuente de vidrio, igual a las de las películas juveniles.   Se empezó a demorar más de lo esperado, así que fui a buscarlo porque ya casi era el momento de anunciar al Rey y la reina del baile, momento para el que nos habíamos preparado más que nadie.   Ya había recorrido todos los lugares dentro de la escuela en los que podía estar, ya me estaba poniendo nerviosa de que algo malo le hubiera pasado. Caminé a la salida y escuché de nuevo la voz de la chica que había intentado entrar al coliseo.   La curiosidad me hizo acercar para intentar entender qué era lo que sucedía, además porque sonaba muy alterada y me preocupó que algo le estuviera pasando. Nada me preparó para lo que estaba a punto de escuchar y que echaría abajo todo lo idealizado.   —¡Paul, maldición! —le escuché decir claramente y quedé inmóvil en el suelo. —¡A mí no me vas a dejar sola con este embarazo! —gritó y sentí como si todo por dentro se rompiera en mil pedazos. —¡Nicol, yo no me pienso hacer cargo de eso! —respondió él y sentí tristeza por la chica que le gritaba y lloraba desesperada. «¡¿Cómo podía referirse como “eso” a lo que parecía ser su hijo?!». —Pues lo tendrás que hacer porque mis padres ya saben y en este momento están en tu casa —le contestó ella conteniendo las lágrimas y con la voz cargada de rabia.  ○○◘◘••♥♥♥••◘◘○○ Hola, bellas ♥ Damos inicio a las actualizaciones diarias de esta novela, durante todo noviembre. Espero la disfruten y recuerden agregarla a su biblioteca, así estarán al tanto del momento en el que publico nuevo capítulo. Dejen sus comentarios. Síganme en mis r************* , sss e IG @Julycladeletras, donde subo información e imágenes de las historias. Besos ♥
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