Supe que algo malo sucedería a medida que nos acercábamos a casa de mis padres, incluso la idea de bajar del auto, me hacía sentir enferma. No podía encontrarle otra explicación que un mal presentimiento, una fuerza invisible que me pedía dar vuelta e irme lejos de mi hogar de la niñez. La casa se veía tan tranquila, pero sabía que dentro escondía un volcán a punto de entrar en erupción y la verdad, quería mantenerme ilesa. Jagger se encontraba claramente en una frecuencia diferente, ya que no dejaba de tararear la canción que sonaba en la estación, mientras golpeteaba el volante con algunos dedos. Envidiaba su tranquilidad. Pero cuando el auto se detuvo frente a la puerta, fue cuando mi piel se erizo como la de un gato. Quizás debimos quedarnos conversando un poco más en aquel bar. Cu