En el tiempo que le llevó hacer esta reflexión ya estaba en presencia de su prima y de su venerable huésped, que estaba sentada precisamente como la había visto la vez anterior, cubierta de mantas de lana y con el sombrero puesto, en la terraza posterior de la casita. Olive Chancellor se hallaba a un lado sujetándole una de las manos, y en el otro estaba Verena, que había caído de rodillas, inclinada sobre su regazo. —¿Me ha llamado usted…? ¿Quería usted verme? —dijo la joven tiernamente—. Nunca me volveré a alejar de aquí. —Oh, no te entretendré mucho tiempo; era solo para verte por última vez. La voz de la señorita Birdseye era muy baja, como la de una persona que respirara con dificultad; pero su tono no era doloroso ni quejumbroso; mostraba solo la plácida fatiga que había caracteri