Me levanto como puedo y me lanzo con ganas de atacar a Marcus, pero el muy imbécil se hace un lado y vuelve a golpearme en la mandíbula, dejándome momentáneamente mareado. Mi boca duele y siento el sabor salado y óxido de la sal. —¿Se puede saber por qué me golpeas, zoquete? –espeto de manera fría a Marcus, quien está sujeto por su novia y esta vez por Evan, tratando de controlarlo–. Además, ¿de qué carajos estás hablando? —No hables ahora, Peter –resopla mi hermano de manera pesada, mirándome ahora con reprobación–. O al menos no te comportes como si no hubieras hecho nada como para que Marcus te trate así. —¿Esto es una broma, verdad? –espeto de manera despectiva, sobando los golpes de mi boca–. Porque es lo más estúpido que he escuchado en mi vida. —¡Peter! –la seriedad en el to