Regina no quería darle la bienvenida, pero no tenía otra alternativa, se levantó para ver a Leo y susurró – llegó otro invitado. Leo miró de reojo. Regina esperaba un…, ¡no la invite!, pero estaba de más decirlo, porque, ¿de qué otra forma tendría Sabrina la dirección de su casa? Permitió la entrada y le pidió al agente de seguridad que le diera el número de Sabrina para poder enviarle las indicaciones, o no encontraría la casa. Santiago se levantó y le llevó una cerveza a Leo. – Gracias. – Me debes una – dijo Santiago. – ¿Desde cuándo? Santiago alzó una ceja – ¿bromeas?, desde que me enviaste a un cliente, en serio, pensé que te caía bien, hasta me invitaste a tu boda y a tu cumpleaños, pero eso fue un golpe bajo. – ¿De qué hablas? – De la clienta que me enviaste, sabes que no p

