Guerras pasadas Parte 3

1965 Palabras
Patricia condujo de prisa y se ganó una multa por exceso de velocidad, pero llegó a su destino, un estudio de tres pisos localizado en la esquina de una calle concurrida. Ahí estaba Sarah. Esa tienda era su última parada del día en un horario tan apretado, que era imposible encontrar tiempo para comer. Lo que más quería era regresar a casa, servirse un jugo y recostarse sobre el sillón al menos cinco minutos. – ¿Hablaste con él? Por su cansancio, el ruido del tráfico y los pensamientos que inundaban su mente, Sarah tardó en reaccionar y miró a Patricia, muy maquillada, con una falda excesivamente corta y un bolso pequeño. – Buenas tardes – saludó Sarah. El tono cordial fue mal recibido, porque desde la perspectiva de Patricia era como si Sarah la estuviera regañando por no saludarla correctamente. Sus puños se apretaron – te hice una pregunta, ¿hablaste con tu hermano sobre mí? Sarah recordó rápidamente y respondió – hace un par de días. No hizo falta que Sarah le diera detalles, Patricia ya se había formado una idea en la cabeza y no la dejaría ir, incluso si Sarah la contradecía – eres increíble. Sabías lo importante que era esa cita para mí y no te importó ni siquiera un poco. Sarah giró la cabeza, estaba muy cansada y no quería perder su tiempo hablando con Patricia – sé más específica, ¿qué es lo que crees que hice? Patricia le quitó el celular a Sarah de las manos para tener su atención – tuve una cita con Jorge y se comportó como un imbécil, ¿sabes qué fue lo que dijo sobre mí? – se señaló con el celular – dijo que me parezco a su hermana, a Regina. También mencionó que no tengo trabajo. Hay cuatro personas que saben sobre mi despido el mes pasado, dos son mis padres, mi hermano Ben me juró que no dijo ni una sola palabra y eso te deja a ti – la miró con los ojos humedecidos – sabía que eras una perra, pero nunca pensé que le contarías eso. Tú sabes lo que pasó, no fue mi culpa. En realidad, Sarah no mencionó la situación laboral de Patricia, de hecho, apenas y recordaba esa conversación y las razones detrás de su despido. Pero su agenda estaba muy apretada, en un par de semanas debía presentar una propuesta preliminar de su proyecto y no tenía tiempo para discutir – oye, lamento que la cita no funcionara, pero habría sido igual si tuvieras trabajo o no. Mi hermano no está interesado en una relación. Patricia frunció el ceño – ¡eso le dijiste!, que no tuviera una relación conmigo. Sarah comprendió que había un problema de comunicación, ella y Patricia jamás hablaron el mismo idioma y nunca fue tan evidente como esa tarde. Respiró profundamente – que seamos familia no significa que tengamos poderes sobre el otro. Jorge es un adulto, toma sus propias decisiones y es muy contundente. Si te rechazó en la primera cita, ya puedes irte rindiendo. Mi hermano no es de los que cambian de opinión. Una lágrima bajó por la mejilla derecha de Patricia. Sarah no planeaba hacerla llorar y no quería pasar más tiempo en ese lugar – escucha, ¿tienes que casarte con mi hermano?, hay millones de mejores opciones, podrías ir a cualquier esquina y encontrar un hombre mejor que él. Sería bueno que no te obsesionaras – tomó su celular de vuelta – tengo que trabajar. Patricia la miró irse y no pudo dejar ir el tema, estaba demasiado enojada – habría tenido una oportunidad si no te hubieras involucrado. Sarah se paró en seco y giró sobre sus talones – entiendo que estás atravesando una crisis existencial y que tal vez necesites ayuda médica, pero yo tengo una agenda muy ocupada y no tengo tiempo. Busca ayuda en otra parte. Patricia se talló los ojos – tú y tu hermano son iguales. – Somos mellizos. – No hablo de la apariencia. Los dos se creen superiores. Pero no lo son – enfatizó y caminó por un costado. Sarah respiró lenta y profundamente, después abordó su coche, revisó su Tablet para agendar la siguiente cita, cargó el borrador del proyecto con los últimos ajustes previos a la presentación para enviarlo a tiempo. Tachó la locación en su lista y condujo a casa. Dos horas después tomaba una poco de jugo verde mientras leía una novela de detectives para distraerse. Gabriela llegó tarde a casa y miró a su hija – ¿en dónde estabas? – Regresé hace un par de horas, estoy descansando unos minutos – respondió Sarah y mostró su libro. – Pues podrías responder mis mensajes – dijo Gabriela – estaré en mi habitación, ya que todos mis hijos han acordado no casarse y dejarme sin nietos. Sarah tomó su bolso, lo abrió para sacar su celular y notó que la funda era diferente. Al encenderlo vio una fotografía de Patricia en traje de baño y con lentes de sol en una playa – ¡maldición! – exclamó e intentó llamar a su número, pero no pudo desbloquear el celular. Usó el teléfono fijo de la casa para marcar. – Hola – saludó Patricia mientras se pintaba las uñas – ya era hora de que llamaras. Sarah apretó los labios para no decir lo que estaba pensando – tomé tu celular pensando que era el mío, ¿dónde te veo para recogerlo? Patricia miró a su otro hermano, el especialista en sistemas computacionales sentado frente a la computadora con un cable conectado al celular de Sarah y él negó con la cabeza. – Ahora estoy ocupada, verás, tengo una agenda muy apretada. Reviso y te llamo – hizo una pausa para tararear una canción – oh, tengo tiempo el año entrante, ¿aún te interesa? – Lo reportaré como teléfono robado. Patricia rodó los ojos – de acuerdo, ven a mi casa y te lo daré. Ya que el error fue tuyo, es justo que seas la que se transporte. ***** Víctor tenía muchas razones para estar nervioso. La propuesta de Patricia no solo era parecida, era casi idéntica. La diferencia más significativa eran las marcas con las que hicieron contratos, pero Sarah tuvo que ajustarse a causa de las demandas que siguieron a la lectura del testamento. Pero lo más preocupante era la ubicación. Regina terminó de revisarlo – el público objetivo es diferente, mi hermana se concentró en comodidad, Paty en la elegancia. Víctor asintió, por desgracia – sigue siendo competencia, nuestras ventas son bajas por ahora y es natural, la tienda es reciente y Sarah tuvo muchos problemas para abrirla. Esta persona es totalmente diferente, tiene los contactos y las marcas para hacer de su tienda la más prestigiosa y cuando eso pase. Hará popular la idea del espejo como herramienta para cuidado de la piel. Regina se encogió de hombros – mi hermana lo hizo primero. – En una situación ideal eso sería importante – debatió Víctor – por desgracia en el marketing, no. Las galletas Hydrox salieron al mercado antes, luego apareció Oreo con un relleno más dulce y se convirtió en la más popular. Hoy en día a nadie le interesa quién fue el primero en fusionar las galletas y los sándwiches. Solo importa al que le funcionó mejor. Con esa analogía, Regina lo comprendió, no importaba que Sarah lo hubiera hecho primero, si Emperatriz tenía éxito y se volvía popular, todos la conocerían como la tienda que implementó la tecnología DermaView y la tienda de Sarah quedaría como la copia. En resumen – es un problema. Víctor asintió – lo sabrías hace dos horas si hubieras contestado el teléfono. Regina alzó la mirada hacia Leo – ¿podemos hacer algo? Leo deseó decir por vigésima vez que era un abogado de divorcios, pero vio a Regina muy preocupada y respondió – dame algo de tiempo para investigarlo – luego pasó la mirada a Víctor – ¿tienes el número de la hermana de Regina? Víctor agrandó los ojos y soltó un – ¿no se lo has dicho? – del que se arrepintió de inmediato. Leo giró la mirada y Regina soltó un suspiro. – Sarah no sabe que yo soy la inversionista. Víctor es mi asesor financiero y nuestro intermediario. Ella se comunica con él, luego Víctor me informa. Es un sistema muy eficiente – agregó – si necesitas algo solo pídeselo a él. Regina acababa de contar la historia de su familia a muy grandes rasgos y los detalles de la relación con sus hermanos eran demasiado escabrosos como para ahondar en ellos. Leo asintió – me comunicaré contigo para que lo revisemos. Víctor sintió la atmosfera pesada y dijo – estupendo, ahora que ambos están al tanto, iré a preparar una tabla comparativa y se las enviaré por la mañana. Qué pasen buenas noches y Regina, sube el sonido de tu celular o volveré a aparecer en su puerta. Leo lo acompañó a la entrada, Regina se quedó en el comedor. Para alguien como Leo, que tuvo una hermana mejor y una familia muy reducida en la que todos se sentaban a comer juntos sin importar el lugar ni la hora. Sería difícil entenderlo, Regina lo sabía y habría preferido no tener que compartir esa parte de su vida. Porque le dolería que Leo estuviera presente mientras las personas a su alrededor le recordaban cuán inútil era, comparada con su hermana. – ¿Qué harás cuando ella descubra la verdad? Regina subió la mirada, sorprendida por su pregunta. – Reuniones de accionistas, firmas de contratos, posibilidades de expansión, o, total fracaso. Sin importar lo que pase, tarde o temprano tu hermana descubrirá que fuiste tú quien invirtió en su empresa, ¿qué harás? Regina suspiró – siendo honesta, supuse que le tomaría tiempo descubrirme. Tal vez cuando ambas tuviéramos cincuenta años me revelaría en una fiesta de gala y para entonces, pensé que no importaría. Leo sonrió y acomodó la silla para sentarse – no sabía que fueras tan optimista. – Tengo mis momentos. Y no es demasiado optimista, al tío abuelo William le funcionó. Leo frunció el ceño – ¿a quién? – Es un personaje de Candy Candy. – Es decir, a un personaje ficticio. Regina se molestó – solo es ficticio sino tienes imaginación. – Volvamos al tema – pidió Leo – tu hermana podría malinterpretar lo que estás haciendo y sentirse traicionada, también querrá saber por qué lo hiciste. La respuesta la había dicho muchas veces – di por hecho que su negocio tendría éxito y planeaba ganar dinero. Como inversionista, tengo las mejores intenciones del mundo, incluso pagué un maldito artículo en una de mis revistas favoritas. – Pero ella no lo sabe – dijo Leo y las palabras de la doctora Nery hicieron eco en los oídos de Regina – eres su hermana y te acercaste con medios deshonestos para financiar su trabajo. Si yo hubiera querido abrir un despacho y tú contactaras a un asesor para financiarlo sin decirme – dijo y se imaginó en ese escenario – me sentiría molesto. Me preguntaría por qué no me lo dijiste, si no me tenías suficiente confianza o si en realidad, todo este tiempo nuestra amistad fue mi imaginación. Usando a Sarah como excusa, sin querer, Leo le dijo cómo se sintió por mucho tiempo. Regina no quería dejar escapar sus lágrimas, pero estaba sensible por todo lo pasado en ese día que no terminaba – Sarah y yo no somos hermanas. – Tienen la misma madre. Regina negó con la cabeza – me refiero, a que ella nunca fue una hermana para mí. Nosotras somos dos personas que vivieron en la misma casa. Nada más.
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