Patricia Andrés.
La primera vez que Regina vio a la joven, que gustaba de ser llamada “Paty”, fue en una fiesta infantil y le prestó poca atención porque el contador Andrés tenía siete hijos en total y Paty no resaltaba. Años después eso cambió, la apariencia de Patricia se volvió más destacada y con su sonrisa de porcelana, pasó de ser una sombra al foco exagerado de cada evento al que asistía la familia.
Cierto día estaban en la piscina, había comida, bebidas y un ambiente tranquilo en el que cada invitado podía por igual, lanzarse a la piscina o sentarse y relajarse. Regina escogió lo segundo.
– Te traje una piña colada – dijo Lucero y puso el vaso sobre la mesa redonda.
Regina tomó el vaso, no le agradeció el gesto a Lucero y ella, sin que Regina la viera, torció la boca en una mueca.
Lucero miró alrededor y notó que la mesa familiar se encontraba del otro lado y que Regina no hacía ni un poco de esfuerzo por ir a verlos. Se aclaró la garganta – de los tres hombres que están al fondo, ¿cuál es tu hermano?
Regina se quitó los lentes para mirar – el de la derecha es Diego, mi chofer y el de en medio es mi primo Jonathan. El de la izquierda, ese idiota con los rulos de estética, es mi inútil hermano – sentenció y volvió a acomodar sus lentes.
Lucero siguió mirándolo – y, ¿quién es la mujer que está a su lado?
Con algo de disgusto, Regina se quitó los lentes y volvió a mirar – esa es Paty, es compañera de Sarah, conocida, amiga, no estoy segura – prestó poco interés.
– ¿Y por qué está con tu hermano?
Con menos deseos de interrumpir su descanso, Regina se quitó los lentes, se sentó y tomó un gran sorbo de la piña colada para mirar en dirección a su familia.
Paty era más que una conocida, era hija del contador de la familia, un hombre que había logrado lo que pocos; ganarse la confianza del gran Agustín Duarte y también era amiga de Sarah, ambas estudiaron en la misma universidad y a menudo Regina las veía juntas, sin embargo, verla con Jorge fue algo nuevo.
Regina se inclinó ligeramente y devolvió el vaso – no debe ser importante.
Lucero maldijo entre dientes – ¡podrías averiguar!, ¡por favor!, moriré de la curiosidad – dijo con una voz muy aguda que martilleó los oídos de Regina.
Con tal de no escuchar esa voz otra vez, se levantó de la silla y caminó hacia el grupo en el que estaba su madre, no se atrevió a buscar a su hermano, porque no lo soportaba, pero aun así sonrió al llegar – hola mamá.
– Cariño – dijo Gabriela y le dio un beso – ¿te estás divirtiendo?
– Algo así – declaró Regina y se recargó sobre la mesa del bar – vi a Paty con Jorge, mamá, ¿qué estás planeando?
Gabriela se encogió de hombros – Patricia es una buena chica, obediente, inteligente, con un buen historial académico y Jorge necesita, divertirse un poco.
Con esas pocas líneas Regina imaginó el resto y miró a la madre de Paty – ¿y la señora Andrés sabe que quieres a su hija como aperitivo?, ¿o piensa que es algo más?, mamá.
Gabriela frunció el ceño – ¿desde cuándo te interesa tu hermano? – le reclamó y resopló – bien, tal vez le dije a Casandra que mi hijo y su hija formarían una hermosa pareja y tal vez, ella cree que esto conducirá a un matrimonio, pero seamos adultas, no convertiré a esa mocosa en mi nuera, esto es – suspiró – un poco de alivio. Jorge no ha tenido citas y eso me está empezando a inquietar.
Regina rodó los ojos – buena suerte, ojalá tardes mucho tiempo en encontrarle esposa – se despidió. No le interesaban los asuntos de su hermano, pero si la búsqueda de una nuera lograba que su mamá estuviera ocupada, ella era la más feliz.
Del otro lado de la mesa Patricia sonreía muy abiertamente y reía de cada chiste como si fuera lo más gracioso que había escuchado en toda su vida. La reacción era tan exagerada, que Jorge se disculpó, dejó su bebida sobre la mesa y caminó por el pasillo que conducía a la cocina para llegar al otro lado.
Sarah estaba sentada en un pequeño espacio del recibidor con sillones acojinados, una mesa y suficientes enchufes para cargar su celular, su computadora y su Tablet.
Jorge se sentó en el lugar libre frente a ella – ya deberías haber terminado con eso.
– Estuve ocupada.
– ¿Con qué? – preguntó Jorge y notó cierta reacción en los ojos de su hermana – no te he visto en semanas, vas menos a la empresa. Si el abuelo descubre que no estás trabajando en tu proyecto, ambos tendremos problemas.
Los dedos de Sarah se movían muy rápidamente y sus ojos observaban la pantalla, no necesitaba bajar la mirada porque sabía exactamente en qué posición se hallaba cada letra – estoy trabajando en mi proyecto justo ahora. Ocúpate de tus asuntos.
Jorge asintió – aparentemente, mis asuntos son tus asuntos. Mamá quiere emparejarme con tu amiga.
– ¿Cuál de todas?
– Patricia.
Sarah dejó de escribir y miró a su hermana – ¿por qué eso es mi problema?
– Porque es tu amiga, habla con ella y dile que no me gusta perder el tiempo con personas molestas – dijo Jorge.
En esa ocasión, Sarah apartó las manos del teclado y presionó sus párpados. Una vez que se desconcentraba le era muy difícil volver a meterse de lleno en el trabajo y su hermano había logrado sacarla de concentración. Lo miró fijamente – quieres que yo rechace a una mujer por ti.
– Sí – respondió Jorge sin prestar mucha atención.
Sarah no pudo creerlo – para empezar, es tu problema, no mío. Si mamá quiere buscarte una novia, habla con ella y arréglalo, o reúnete con Sarah, sé un hombre, y recházala tú.
– ¿Estás segura de que quieres que haga eso? – preguntó Jorge – porque es tu amiga y puedo ser muy cruel.
Sarah volvió a acomodar su computadora – es una mujer adulta, lo superará. Ahora déjame en paz.
Sarah volvió a concentrarse en su trabajo mientras Jorge la observaba en silencio. Lentamente, una sonrisa se fue formando en los labios de su hermano. Sarah lo encontró muy inquietante y volvió a desconcentrarse. Cansada, cerró la computadora y lo encaró – ¿qué?, ya dime lo que quieres y sal de aquí.
– No tienes por qué alterarte, solo estaba mirando y preguntándome si el motivo por el cual no has avanzado en tu proyecto está relacionado con el chupetón que tienes en el cuello. Hermanita – sonrió.
Sarah se cubrió y maldijo entre dientes – no le digas a papá, todavía.
Jorge se veía muy satisfecho – no planeo salir con tu amiga, habla con ella o dime una forma en que pueda rechazarla, vamos. No tengo todo el día.
Sarah maldijo a su hermano por quinta vez en lo que iba del día, y apenas eran las tres de la tarde – no terminaré con ella por ti, si lo hago pensará que soy yo la que está en contra de su relación y se volverá más obstinada. Tiene complejo de Julieta, lo que tienes que hacer es decepcionarla y darle un rechazo contundente, o créeme, seguirá revoloteando a tu alrededor – enfatizó – ama Obsidiana, le ha estado pidiendo a su padre que reserve una habitación, pero él está ocupado con los informes financieros y no es fanático de los restaurantes.
Jorge frunció el ceño – si quiere ir a Obsidiana, no me necesita, ¿cuál es el problema?
– Para las personas que no son socios y no tienen una habitación predeterminada – explicó Sarah – el tiempo de espera es de dos a tres meses.
Jorge desconocía esa información – le pediré al abuelo que compremos más acciones, se ve que es un negocio rentable.
– Haz lo que quieras, solo sal de mi vista – dijo Sarah.
Por insistencia de Gabriela, Jorge invitó a Patricia a salir. De acuerdo a lo que Regina y el resto de la familia sabían, el lugar de encuentro sería Obsidiana. Pero al llegar a la cita Patricia notó que Jorge tomaba una dirección diferente. Minutos después se detuvieron frente a una pizzería.
Patricia se bajó – ¿por qué estamos aquí?
– Para comer – soltó Jorge y bajó del coche – ¿qué esperas?
Lo ideal habría sido que Jorge le abriera la puerta, pero eran tiempos diferentes, Patricia no quiso desilusionarse por ese detalle, abrió la puerta y caminó detrás de Jorge. La pizzería estaba casi llena, solo quedaba un lugar muy al fondo.
Jorge se sentó, Patricia acomodó su falda intentando ignorar al resto de las personas y esperó por el menú.
– Un espagueti a la boloñesa – pidió Jorge – ¿y tú?
Patricia repasó dos veces el menú y no vio ni una sola opción de ensalada. Se aclaró la garganta y pidió una pizza individual con pepperoni. Entregó el menú de regreso para no verlo en la mesa, trató de entender y preguntó – ¿vienes seguido a este lugar?
– No, es mi primera vez.
– ¿Y por qué quisiste venir hoy?
Jorge se encogió de hombros – no lo sé, mamá dijo que estaba obligado a invitarte a salir, así que elegí el primer lugar que vi, ¿no te gusta?
Debajo de la mesa, Patricia apretó la tela de su falda, por fuera, mantuvo una expresión serena y sonrió levemente – entiendo. También me siento molesta cuando mis padres intentan emparejarme y escuchar tu nombre fue una auténtica sorpresa, pero no tienes que comportarte como un idiota – subió las manos a la mesa presumiendo los brazaletes y anillos de marca que llevaba – sin importar lo que decidas, tarde o temprano tendrás que casarte. No puedes escapar de eso.
En silencio, Jorge admitió que era cierto. Si quería mantener el apoyo del abuelo, tarde o temprano tendría que formar una familia y seguir las tradiciones.
– Y antes de que lo pienses – continuó Patricia – elegir a tu esposa no funcionará, tu padre tuvo suerte. El anciano no permitirá que otra cualquiera entre en la familia.
Fue el turno de Jorge de apretar los dientes sin mostrar reacción.
– Lo que yo te ofrezco es una vida cómoda, un entorno sin complicaciones y paz mental. Mi belleza es un extra – sonrió.
La mesera dejó los platillos con poco cuidado por la carga de trabajo que tenía y Patricia torció la boca en una mueca – disculpa, linda, ¡hay una mancha en esta esquina! – le dijo con aire despectivo.
La mesera se disculpó e hizo lo que puso para limpiar, en la última mesa alguien pidió la cuenta y ella volvió a disculparse antes de irse.
Patricia odió la interrupción y detestó más la falta de privacidad y el ruido de los otros comensales. Nada de eso estaría pasando si hubiera ido a Obsidiana, pero era tarde para pensar en ello y volvió a su sonrisa llena de seguridad – te daré tiempo para pensarlo, pero sé que aceptarás.
Jorge tomó el tenedor – cada vez que te miro, ¿sabes qué es lo que veo?
Patricia mostró su mejor pose seductora.
– A mi hermana Regina. Por lo que me han dicho de ti, eres igual a ella. Sin trabajo, logros académicos destacables, metas ni objetivos en la vida. Una modelo sin pasarela que no hace otra cosa más que gastar el dinero que otros producen y no sé qué parte de eso es la que me da más asco – dijo Jorge – si el parecido con mi detestable hermana o que te consideres la “mejor opción” – probó el espagueti – si eres mi mujer ideal. Desposaré a un hombre.
Patricia levantó el plato de espagueti y lo empujó contra el rostro y el pecho de Jorge.
La salsa escurrió por la tela blanca y Jorge pasó el dedo para probar – bastante buena, vendré más seguido – sonrió. Patricia tomó su bolso y dejó el restaurante empujando a la mesera que se cruzó en su camino sin querer.
Fue el final de la cita. Pero no de la historia.