Guerras pasadas Parte 1

1951 Palabras
Para Agustín Duarte, el comedor era más que un espacio o un mueble dentro de la mansión. El comedor era un reflejo de poder, respeto y jerarquía, la cual comenzaba y terminaba con él. Su lugar era la cabecera de la mesa, las posiciones a su izquierda y derecha estaban reservadas para quienes lo complacieran y el otro extremo para los integrantes de la familia que lograban decepcionarlo. Desde ese lugar él dictaba las reglas y decidía qué estaba bien y qué estaba mal. Sin su permiso, incluso hablar estaba prohibido. En base a esas reglas, las posiciones en la mesa fueron cambiando. Originalmente el lugar a su derecha era ocupado por su hijo Iván, más adelante, Lucas lo reemplazó. La posición al lado de Lucas se suponía que era para su esposa, pero el abuelo jamás aceptó a esa mujer como su nuera y la recorrió varios lugares. A ella no le importó. Regina quería ser de esa forma, como su madre, a quien no le afectaba en dónde se sentaba y siempre decía que la comida era igual de deliciosa sin importar el lugar. Pero lo hacía. Sentarse al final de una larga mesa, realmente la afectaba. Especialmente porque, con el paso del tiempo Sarah y Jorge se ganaron un lugar junto a su padre y estaban cerca del abuelo, en una posición que ni siquiera el tío Iván pudo recuperar. Por ese mismo acomodo de lugares, Regina quedó sentada cerca de la tía Verónica y su primo Iván. Ella era amable, siempre veía que Regina comiera bien y era la única persona en esa mesa que le preguntaba cómo estaba, qué había hecho en la escuela y qué le gustaba hacer. En el cumpleaños de sus hermanos, Gabriela la llevó con la tía Verónica precisamente, porque había visto que ambas se llevaban bien y conforme pasó el tiempo, Regina siguió visitándola. Sin embargo, aún con las pequeñas conversaciones amables de la tía Verónica, el sabor de la comida o la expresión de la señora Felicia, que siempre le sonreía. Regina siguió sintiéndose como un pequeño defecto que era enviado al final de la mesa para que nadie tuviera que verlo. Fue una forma de decirle: creemos los rumores. Tú no eres parte de esta familia. Docenas de veces Regina le pidió a su madre que aceptara la prueba de ADN, si ella realmente era hija de su padre, la genética lo demostraría. Pero en cada ocasión recibió excusas y un día, dejó de intentarlo, convencida de que todo era verdad. No era parte de la familia. Así llegó ese día de navidad, escuchó a Sarah revelar su futuro matrimonio y mientras todos peleaban, ella tomó su lugar al final de la mesa y comió tranquilamente. Estando tan lejos, nadie la notó. Y en el otro extremo del comedor, estaba la cocina. Ese era el reino de Felicia, nadie en la familia le decía cómo manejar la cocina, ella mandaba y tenía el poder para colocar un pequeño banco y dejar que Regina comiera. Comparado con el comedor, ese lugar era mil veces más acogedor, cálido y agradable. – Desde que nos mudamos comemos en la cocina – dijo Leo – me gustaría que usáramos el comedor. Regina sintió una presión en el estómago, luego recordó la taza rota y suspiró. – ¿No te gusta la idea? – preguntó Leo. “Hacer algo por el otro y agradecerlo” Regina no quería parecer más rota de lo que ya estaba y sonrió, como siempre solía hacer – estoy bien, podemos usar el comedor en lugar de la cocina, será un pequeño cambio – miró las sillas, volteadas encima de la mesa. Leo asintió – entonces, vamos a acomodar esto – pensó en voz alta y tomó la primera silla para darle la vuelta. Regina se sintió un poco fuera de lugar, pegó su espalda a la pared y esperó a que Leo terminara de acomodar las sillas, después lo vio limpiando la mesa y acomodando los servilleteros. En poco tiempo, el comedor se volvió un mueble real dentro de la casa y Regina se sintió aprisionada. – Listo – dijo Leo. Regina apoyó las manos en una de las sillas – y, ¿dónde nos sentaremos? Leo volteó a verla sin comprender – es una mesa con diez sillas, puedes sentarte donde quieras – lo dijo y esperó a que Regina eligiera un lugar, pero ella se quedó parada por varios segundos, intentando no acercarse más – ok, estos son los lugares más cercanos a la sala, si cambiamos un poco el mueble, podremos ver la televisión desde aquí. Era una mesa, realmente no había mayor significado y de haber tocado ese tema en terapia, la doctora probablemente se burlaría de ella, porque se trataba de una tonta y ridícula mesa. Leo retiró dos sillas – ¿qué te parece? Regina encontró gracioso que el criterio de Leo para encontrar sus lugares fuera la televisión y recordó que él venía de una familia muy diferente a la suya. Ambos se sentaron. En la pared estaba colgado un cuadro, Leo miró hacia atrás y preguntó señalando el cuadro – ¿cuándo lo compraste? Regina cerró los ojos – un día después de mudarme, compré siete pinturas en total y dejé que las acomodaran – volteó a verlo y tuvo una impresión extraña – ¿cómo supiste que no venía con la casa? – Por el espacio detrás – explicó Leo y se levantó para mostrar otro pequeño cuadro – los que han estado aquí por años, los levantas y la pared tiene otro color, ese es diferente – señaló los girasoles – me gustó mucho la primera vez que vine, es…, silenciosa. Las pinturas no hacían ruido, de hacerlo, Regina sería la primera en salir corriendo de la casa y buscar un exorcista. Eso fue lo que pensó, pero no lo dijo porque tuvo el mismo sentimiento cuando la compró, era una pintura con un gran espacio negativo y cuando la miraba, sentía el silencio. – Sobre tu familia – dijo Leo – está bien si no quieres contarme lo que pasó, pero, al menos tienes que decirme algo. Una señal de auxilio. Regina sonrió, su familia tenía que ser muy especial para que Leo creyera que ella necesitaba ser salvada. Y entendía que él pensara eso, después de llegar hecha un mar de lágrimas y ocultarle lo que le había pasado. Las palabras de la doctora Andrea volvieron a su mente. “Mucho de lo que compartiste, tu dedicación y todos tus esfuerzos para casarte, me lo dijiste a mí, no a él” Frente a una completa desconocida contó cada secreto familiar y frente a Leo, usó a su chofer como hermano mayor y ocultó el resto, porque estaba demasiado avergonzada y temerosa. Si no era perfecta, Leo la rechazaría. La parte graciosa fue que intentó ser lo más perfecta posible, e igualmente la rechazaron. – Todo comenzó hace más de treinta años. En la semana de la moda europea, mi padre asistía a un desfile y mi mamá era modelo de ropa interior. No fue lo que tuvo planeado, ella quería ser modelo de pasarela, pero fue lo que consiguió. Mi papá estaba en un mal momento, la tía Verónica se enamoró de un empleado y el abuelo quería desconocerla. Papá viajó por una campaña de promoción y debía buscar una modelo para una revista. Mamá se enteró, fue a verlo a un bar e intentó conseguir el puesto usando…, digamos que papá era un nerd que solo salía de casa para ir a la escuela o el trabajo y no tenía defensas para mujeres como mi mamá. Muy especiales. Fue más fácil la segunda vez. Quizá porque ya había bajado sus defensas o porque ya había experimentado el sentimiento esa mañana y no lo sentía tan pesado. Lo que fuera, confesó tanto como pudo alrededor de su relación familiar. Leo no la interrumpió, escuchó en silencio durante un largo tiempo y pronto, Regina llegó al final de su historia. – Fui al banco y revisé la caja de seguridad, encontré collares, anillos, brazaletes y otros accesorios, la mayoría estaban grabados con el nombre “Regina” Leo frunció el ceño. – Llamé a papá y le pregunté por qué me pusieron ese nombre y él me confesó que la hermana de mi abuela se llamaba Regina, al parecer, el abuelo la amaba y por una razón que desconozco y que nunca pensé en investigar. Ella lo rechazó. El abuelo siempre estuvo enojado, acumuló regalos que no pudo entregar y cuando mi hermana Sarah nació, con el cabello rubio, la piel clara y el rostro triangular, recordó a su gran amor y quiso que se llamara Regina. Mamá se opuso. En su lugar me nombraron a mí y unos años después, los rumores de que era hija del limpia piscinas comenzaron. El abuelo me odió – dijo Regina y terminó de contar. Sintió que se había quitado un peso de encima. Leo respiró profundamente – vaya. – ¡Eso es todo lo que dirás! – Dame un par de minutos para procesarlo – pidió Leo. Conocía la historia por encima, gracias a lo poco que Regina compartía y a la interacción con la familia de la que él había sido testigo, pero no imaginó esa historia – entonces, tus hermanos. – Son hijos de uno de los novios de mi mamá – completó Regina – quien casualmente, se parece al primer amor del abuelo. Leo asintió – y tú te pareces a tu mamá. Ella lo sabía y no quiso la prueba de paternidad porque corría el riesgo de que tu abuelo hiciera lo mismo con sus otros hijos y descubriera la verdad. – Exactamente – dijo Regina – mi familia es muy especial. Esa no era la palabra que Leo tenía en mente y le sorprendía que Regina estuviera tan tranquila o que fuera tan considerada con su familia después de todo lo que pasó. Regina suspiró – ahora que lo pienso, tengo hambre y siento que todo lo que he hecho en el día ha sido comer. Leo sonrió – es probable, mañana hay que tratar de ser más productivos. – ¿De verdad? – preguntó Regina con desesperanza, no quería regresar a los informes y reportes. Mientras acomodaban la cena, el timbre sonó. Víctor estaba en la puerta, apenas abrieron, mostró su celular – tengo dos horas marcándote – dijo y entró a la casa – tenemos una situación – siguió caminando y se detuvo de pronto – ¡están cenando en el comedor!, ¿qué le pasó a la cocina? – Tiré una taza y podría haber vidrios – respondió Regina para no entrar en detalles – ¿cuál es el problema?, si es con respecto a la junta directiva de la semana entrante – hizo una pausa para respirar – no voy a ir. Ya lo pensé y necesito más tiempo – culpó a la psicología. La dejó rota justo en la semana en la que necesitaba estar más compuesta. – En realidad, es sobre Sarah – dijo Víctor. Los tres ocuparon un lugar en el gran comedor para diez personas y Víctor mostró la pantalla de su computadora. – El nombre de la tienda es Emperatriz y tanto el logotipo como la paleta de colores es muy parecida a Princesa, la parte más preocupante, es que van a usar un espejo para pruebas de maquillaje y a diferencia de nosotros, sí lograron conseguir contratos con las 5 marcas de mayor prestigio. Es una competencia demasiado directa para ser coincidencia. Regina entrecerró los ojos – conozco a la directora, es Paty.
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