Jonathan llevaba una playera blanca de cuello redondo con el logotipo de una marca de prestigio y encima un traje gris con un prendedor de diamantes en el bolsillo.
En cuanto entró al jardín de la mansión Duarte, sacó su celular y comenzó a grabar.
Verónica volteó a verlo – ¿qué haces?
– Estoy documentando las locaciones, una sesión fotográfica en este jardín sería perfecta para promocionar el álbum – respondió.
Verónica miró las mesas y consultó la hora, en poco tiempo comenzaría la boda. Suspiró – ten cuidado con la cámara, no vayas a compartir fotografías de personas en tu canal.
Jonathan asintió sin prestar atención.
La boda fue un momento memorable, pero Verónica pasó gran parte de la fiesta cuidando que su hijo no bebiera demasiado o hablara de más durante la fiesta. Por desgracia Jonathan se encontró con un invitado de nombre Javier y resultó que este era aún más infantil que su propio hijo.
En conclusión, no pudo felicitar a Regina ni a Leonardo por la boda.
Un par de semanas después, su hermano la citó en Obsidiana.
Verónica miró las paredes tan familiares y el ambiente de la habitación número diecisiete. Uno de los beneficios que Obsidiana ofrecía, era total libertad sobre la decoración de cada habitación. Los clientes convertían ese espacio en una extensión de su personalidad y se aseguraban de presumirla. Por eso la habitación de su padre tenía un acuario rectangular que siempre estaba limpio y la de su hermano, plantas artificiales.
– Te agradezco que vinieras – dijo Lucas.
Verónica sonrió – no todos los días tu hermano mayor dice que quiere verte.
Lucas lo sintió como un reclamo, porque en los pasados años el contacto entre ellos fue casi nulo y la última vez que se reunieron fue a causa del ex esposo de Verónica. Al recordar ese tema, Lucas suspiró – debiste decirme, si le hubieras dicho a la familia que él aún te buscaba, lo habríamos arreglado.
Verónica sonrió amablemente, porque sabía que su realidad no era tan simple como su hermano la contaba – no somos una familia conocida por ser “accesible”
– Nuestro tapete de bienvenida debería decirlo – admitió Lucas.
– Sería divertido – sonrió Verónica – y dime, ¿cómo está Regina?, no pude felicitarla en la boda, ¿ya hablaste con ella?
El silencio respondió.
– Entiendo – dijo Verónica – también me cuesta trabajo comunicarme con Jonathan – respiró profundamente – son generaciones distintas, en nuestros tiempos la regla era obedecer, ahora es cuestionar. El otro día Jonathan tuvo un problema con el micrófono, le dije cómo repararlo y me ignoró. Prefirió usar su celular para resolver el problema. Más tarde fue a buscarme, muy sorprendido, porque la IA le dio la misma respuesta que yo le había dado. Incluso me dijo, ¿cómo lo supiste?, es como si al crecer dieran por hecho que sus padres se equivocan y sus celulares tienen la razón. No entiendo cómo llegamos a esto.
Lucas no quiso interrumpirla, en su caso, la relación con su hija estaba tan distanciada, que difícilmente podía seguir considerándose su padre.
– Pero, no me citaste para hablar de mis problemas, ¿cierto? – soltó Verónica – dime, ¿qué ocurre?
De nuevo, Lucas lo sintió como un reclamo y acomodó su portafolio – me preguntaba si sabías algo sobre esto – sacó una carpeta y extendió sobre la mesa los documentos.
Verónica abrió su bolso y sacó sus lentes de lectura antes de tomar los documentos.
– Recibí el expediente de una persona confiable. Es sobre un accidente que tuvo lugar en tu calle hace un par de años, probablemente no lo recuerdes.
– Lo recuerdo – interrumpió Verónica.
Lucas asintió – me preocupa porque el culpable es el hombre con el que Regina se casó.
Verónica frunció el ceño y soltó un largo suspiro, después se quitó los lentes – Supongo que te dieron el expediente del accidente y se olvidaron del resto. Muy típico.
Lucas frunció el ceño – ¿a qué te refieres?
Verónica le devolvió los documentos y suspiró – ¿te molesta si ordeno algo?
– Adelante.
Llamaron al mesero para hacer una pausa, minutos después trajeron las bebidas. Verónica le dio un sorbo al agua mineral y miró a Lucas.
– La familia de Leo vivía en la casa vecina, el padre tuvo un accidente laboral, la empresa los indemnizó y gracias a eso Martha pudo comprar la casa. Leo siempre fue un chico muy extrovertido, jugaba todo el tiempo y recuerdo haberle pedido a Jonathan que intentara hacerse su amigo, pero mi hijo prefería quedarse en casa y jugar videojuegos. La hermana de Leo, Clara, era una niña adorable, tan linda – sintió una punzada en el pecho – quedó embarazada en la adolescencia, fue muy duro para todos – suspiró – algunas personas viven en el siglo pasado, especialmente mis vecinos. La criticaron horriblemente. Hubo una vieja miserable que se atrevió a meterme en la conversación, dijo: al menos tú tuviste un marido – sintió la garganta seca y bebió – Martha pensó en mudarse, pero fue difícil conseguir otra vivienda y se quedaron a vivir ahí por un par de meses más.
Hizo una pausa, hablar sobre ello le trajo recuerdos amargos y una sensación agridulce. Clara era una niña encantadora, si Jonathan fuera un poco menos despistado, le habría gustado para nuera.
– Esa mañana fue domingo, se suponía que tendría el día libre, pero mi jefe me llamó para que cubriera un turno y dejé a Jonathan solo. Llegué por la tarde, la policía puso una cinta amarilla y muchos de mis vecinos estaban en la calle. Dijeron que Clara sufrió una caída y comenzó a sangrar, estaba en el séptimo u octavo mes de embarazo. Un sangrado es algo grave y en su desesperación, Leo se arrojó sobre un Lamborghini que pasaba por la calle para sacarle dinero. Esa fue la historia que me contaron los mismos vecinos que criticaron a Clara por embarazarse. No les creí ni una sola palabra y no le creo a ese reporte – señaló la carpeta.
Lucas se mostró más interesado – ¿qué es lo que piensas que sucedió?
Verónica se encogió de hombros – es difícil decirlo porque no estuve ahí. Sé que la condición de Clara era muy crítica, pero la historia de que Leo vio a su hermana y salió a la calle para estafar a un extraño, no me la creo. Leo no es esa clase de persona y aunque lo fuera, ¿cuántos Lamborghini crees que pasan por mi calle? Mi teoría es que Leo salió a buscar ayuda para su hermana, olvidó mirar a ambos lados de la calle y ese sujeto, el del Lambo, iba muy rápido y lo atropelló.
Lucas pasó los dedos por la hoja que contenía la declaración del testigo.
– Lo más extraño es lo que pasó después – continúo Verónica y atrajo la atención de Lucas – la casa se incendió. Según la investigación Clara estaba cocinando cuando se cayó, dejó el tanque de gas abierto, a Leo lo atropellaron, los vecinos llamaron a la ambulancia. Martha fue directamente al hospital y como nadie entró a la casa en todo ese tiempo, el gas siguió filtrándose y provocó el incendio.
Los meseros interrumpieron la conversación para colocar los platillos y ordenar la mesa. Verónica les dio las gracias y esperó a que se fueran para comer.
– ¿Qué sucedió con la hermana? – preguntó Lucas.
Verónica suspiró – falleció. Me enteré varios meses después y no supe qué más pasó. Martha no regresó a la casa, el terreno lo compró un sujeto extraño, dijo que construiría y han pasado seis o nueve años. Soy mala con las fechas. Y el terreno sigue siendo un lote baldío. Ahora recogemos firmas para que el ayuntamiento venga a limpiar cada vez que la hierba alcanza los dos metros – hizo una pausa – Vi a Leo en su boda con Regina. Quería saludarlo, pero me pasé toda la noche evitando que mi hijo publicara la fiesta en internet – negó con la cabeza por su falta de observación, de haberlo notado antes, le habría preguntado a Leo cómo estaban él y su familia.
De pronto, lo recordó.
– Déjame ver el expediente otra vez – pidió Verónica y se limpió las manos con una servilleta – aquí, esto – señaló – es mentira.
La descripción de los hechos señalaba que Antonio, cuyo nombre no fue revelado por protección y confidencialidad, se detuvo en la escena, llamó a la ambulancia y los acompañó al hospital.
Verónica siguió señalando el dato con sus uñas – Jonathan me dijo que el coche huyó después de atropellar a Leo.
– ¿Estás segura? – preguntó antes de repasar las hojas – según la investigación los vecinos fueron interrogados.
– Si conocieras a la gente de mi calle no harías esa pregunta – soltó Verónica y resopló – no sé por qué cambiaron su versión, tal vez no querían problemas, como sea, yo le creo a mi hijo. No siempre es muy obediente, pero es un buen chico. El coche huyó, el dueño de la tienda llamó a la ambulancia y fueron dos, una para Leo y otra para su hermana – declaró Verónica, muy convencida.
Lucas volvió a darle una mirada al expediente.
*****
Esa tarde Víctor pasó gran parte de la tarde revisando los reportes de las acciones que estaban a nombre de Regina. Hizo una pausa para bostezar y miró el techo.
Aunque su trabajo tenía ciertos contratiempos. El mal humor de Regina era uno de ellos, y la desventaja de no tener un horario fijo o un lugar de trabajo regular, que era a lo que estaba acostumbrado. Pero también había ciertas ventajas. Por ejemplo, podía dejar de trabajar a la hora que él quisiera y había convertido una esquina de su habitación en su nuevo espacio de trabajo.
No estaba tan mal.
Quizá, una vez que terminara de pagar su deuda, pensaría en hacer algo diferente, como irse de viaje.
Necesitaba unas buenas vacaciones.
En la pantalla apareció la notificación de un correo electrónico con una invitación y un enlace a una empresa que solicitaba financiamiento. Recordó que antes de invertir en la empresa de Sarah, tuvo que registrarse en la página y era normal que le llegaran notificaciones, sin embargo, si lo recordaba correctamente, anuló su suscripción porque la única empresa en la que le interesaba invertir, era la tienda de Sarah.
Su dedo titubeó sobre el mouse por un momento y al final, siguió el enlace.
En la pantalla apareció información de “Emperatriz”, una tienda de moda con marcas de prestigio en ropa, calzado y accesorios, también presentaba una sección de cuidados dermatológicos junto con un estudio de aromaterapia y en los detalles, aparecía la imagen de un espejo que usaba inteligencia artificial para detectar problemas en la piel y también, para simular pruebas de maquillaje.
Usando el espejo, las clientas podían elegir un color de labial y automáticamente ver cómo se vería ese tono mezclado con otras opciones de cosméticos.
Víctor maldijo entre dientes, copió el enlace y se lo envió a Sarah. Ya había enviado la información cuando alzó la mirada y lo que vio lo congeló. La nueva tienda estaba justo enfrente de Princesa.
Esa no era una boutique, era una declaración de guerra.