Testamento

2061 Palabras
Mi entorno familiar ha sido una basura desde que tengo memoria. Mi abuelo es un hombre muy temperamental con ideas sacadas del siglo pasado, su karma fue tener tres decepciones por hijos. El tío Iván, es un busca problemas, su primer error fue perder dinero de la compañía, el segundo fue la demanda por maltrato por parte de su esposa y el tercero, beber, conducir ebrio y chocar contra una camioneta estacionada. El abuelo pagó los gastos, lo envió al extranjero y él se volvió a casar, tuvo dos hijos, todos pensamos que se había enderezado, hasta que recibimos la demanda de divorcio de su esposa alegando que el tío Iván, la había engañado y tenía tres hijos ilegítimos. La tía Verónica, quien siempre fue más sabia, se enamoró de uno de los empleados de la mansión, el abuelo amenazó con desheredarla, a ella no le importó, se fue a vivir con su esposo y cuando no pudieron pagar las cuentas, pidió un préstamo usando el nombre del abuelo, su esposo tomó el dinero, huyó y la dejó sola con mi primo Jonathan y endeudada. El abuelo la aceptó de regreso, le dio un trabajo y una casa. Gracias a eso, conocí a Leo. Y mi padre, ¡cómo olvidarlo!, el que se casó con una modelo de ropa interior y despreció a la prometida que el abuelo ya había elegido para él. – Somos un cliché, la familia rica e infeliz. – Tienes un trabajo perfecto, un guardarropa lleno y una caja de seguridad para tus joyas, dime, ¡qué te falta para ser feliz!, Regina. Según mi mamá, la felicidad está en la estabilidad, en despertar cada mañana sin preocuparse por pagar las cuentas, en mirar un bolso hermoso y comprarlo sin hacer sacrificios, o en decidir organizar una cena especial, y simplemente dar la orden – sí, supongo que soy feliz – admití con desgana. – Tú y tus quejas – reclamó mi madre y me mostró una fotografía – ¿qué te parece?, ¡lindo! – Sí, ¿quién es? Ella sonrió – estoy eligiendo a tu futuro esposo. – Tengo novio. – Terminarás con él tarde o temprano, es mejor adelantarnos y elegir correctamente. Salí con Rafael por dos años, él era lindo, inteligente y fácil de tratar, a veces llegaba a su casa y lo encontraba jugando videojuegos, me recostaba a su lado viendo la pantalla y un par de horas después tenía que ir a casa, él me despedía con un beso y quedábamos de vernos otro día. Sí no eres la persona que está jugando y solo observas la pantalla, los videojuegos no son diferentes de una película interactiva, en la que el tiempo regresa cada vez que pierdes la misión, por eso siempre que me ofrecía un control para jugar, yo me negaba. Él tenía una amiga que lo visitaba casi a diario y un día, le dijo que yo no lo quería, porque no lo celaba ni me comportaba como debía hacerlo una novia, él la escuchó y yo me proyecté en esa amiga que espera pacientemente a que el chico que ama la vea como algo más. Terminé con él. Lo triste, fue que sí me gustaba, estar a su lado era como llegar a una isla en la que los problemas y las responsabilidades no existían. Al año tuve un par de citas a ciegas que no funcionaron, meses después salí con un compañero de trabajo, nuestros puestos eran diferentes y él viajaba demasiado, terminar la relación no era una idea tan descabellada, pero, buscar a mi esposo cuando aún estoy en una relación, me resultó molesto. – Sarah es mayor que yo, podría sentirse derrotada sí su hermana menor se casa antes. – Ella está ocupada, el abuelo los puso a prueba a ambos, tienen que presentar proyectos empresariales para que él los financie. Mis hermanos se graduaron de la universidad, hicieron una maestría, les dieron puestos directivos en la empresa y estaban a punto de montar sus propias empresas. Esas eran las expectativas que la familia tenía en mis hermanos, para mí, un esposo. – No voy a casarme. – No digo que lo hagas ahora, será una cita a la semana, me dirás que te parece y eventualmente encontraremos al hombre correcto – dijo mi madre y soltó un largo suspiro – no quiero que estés sola. – No sabía que lo estaba. Salí de casa y llamé a mis compañeras para ir a un bar, mi novio estaba de viaje y un día, dos meses después, terminé con él porque nuestra relación ya no tenía sentido. La presentación de mis hermanos fue un éxito y en navidad, todos celebramos. El abuelo llegó temprano y trajo consigo cuatro cajas. Jonathan me abrazó por la espalda y recargó la cabeza sobre mi hombro – apuesto a que adivino cuál es el tuyo, ¿qué dices? – Lárgate – aparté su mano y me senté. Los regalos de navidad, las llaves de una camioneta para Sarah, de un coche deportivo para Jorge, de una motocicleta para Jonathan y para mí…, un llavero. El abuelo se esforzaba mucho haciéndome sentir excluida. – Es perfecto, gracias abuelo – y para vengarme, le di un beso y un abrazo. – Atención, quiero hacer un anuncio – dijo Sarah, poniéndose de pie y mirando a todos con una gran sonrisa – mi novio me pidió matrimonio y – suspiró – le dije que sí – giró el anillo en su dedo y nos mostró la sortija. El abuelo se puso de pie, mi mamá la felicitó, papá intentó tranquilizar al abuelo, Jonathan dijo chistes ridículos y Jorge se veía molesto. Yo me serví una copa de champagne. – ¿Por qué no nos dijiste que tenías novio? – ¿Desde cuándo están saliendo? – Tenemos que conocerlo, no aprobaré una boda. – ¿De qué familia viene? La cena estuvo deliciosa, encargamos el banquete de un lugar diferente y fue una sabia decisión, la carne se deshacía en la boca y el puré de papa tenía un ingrediente que no logré identificar y que le dio un sabor único. – Dijeron que confiaban en mí. – Confiamos en ti, en quien no confiamos es en ese novio. – Por algo decidiste no presentarlo, responde, ¿de qué familia viene? La ensalada…, no estuvo tan buena, usaron un aderezo que no es de mi gusto, me quedé con la carne, el puré y el champagne, fue una cena de navidad espectacular. Y al día siguiente, la mañana en que millones de familias despiertan para ver el árbol de navidad, mi familia amaneció con una noticia inesperada, al abuelo le dio un infarto, lo llevaron al hospital, intentaron reanimarlo, estuvo en observación por días, los médicos nos daban noticias contradictorias, y llegando el año nuevo, en pleno primero de enero. El abuelo falleció. Aún puedo recordarlo en la cena de navidad, levantándose con enfado, alzando la voz, listo para colocar al novio de mi hermana en un instrumento de tortura para determinar sí era digno de formar parte de la familia, esa noche pensé que mi abuelo tenía la energía de un toro y viviría por cien años. Y en el tiempo de un parpadeo, solo un par de segundos, la puerta de la oficina se abrió y entré a la lectura del testamento, mi padre estaba al frente, con mi madre a su lado, mis hermanos estaban sentados detrás de ellos, llorando, en las sillas recargadas contra la pared, del lado derecho estaba mi tía Verónica, limpiando sus lágrimas con un pañuelo, a su lado Jonathan se veía impaciente, al fondo estaba mi tío Iván, caminando de un lado al otro con sus dos hijos sentados a un costado, enojado por el retraso del abogado, a medida que él se quejaba, el llanto de mi tía Verónica se volvía más fuerte. Fue cuando entendí que su muerte era real. Miré hacia arriba, cerré los ojos y las lágrimas bajaron por mis mejillas. Por la forma en que me trató, siempre pensé que sería de esas personas que dicen: “bailaré sobre tu tumba”, y lo hacen, se toman fotografías junto a las lápidas, se van de fiesta o celebran con publicaciones en internet, sí alguien me hubiera dicho que lloraría la muerte del abuelo, me habría reído de esa persona. Al bajar la mirada, vi a Jonathan, tenía las manos juntas en un gesto muy evidente, estaba aplaudiendo mi actuación. El abogado llegó y se acomodó detrás del escritorio, su expresión era neutra y estaba acompañado de un hombre que me resultó familiar, se sentó, se aclaró la garganta, nos miró y comenzó su discurso – antes de proceder a la lectura, les ofrezco mis condolencias por su pérdida, el señor Duarte fue un gran amigo mío y sé que es un momento muy triste para todos. – Entendemos, comience – dijo mi tío Iván. El abogado abrió el sobre sellado y miró al hombre a su lado – de acuerdo a los deseos del fallecido, les informo que, durante el funeral, se practicaron pruebas de ADN para establecer el parentesco de los familiares con el fallecido, el genetista a mi lado, fue el encargado de recoger las muestras. Recordé en dónde había visto a ese hombre, fue uno de los meseros en el funeral. – Todos los presentes – continúo el abogado – tienen derecho a impugnar el veredicto, y con gusto, se repetirá la prueba, en caso de que el resultado no sea favorable. Mis hermanos voltearon a verme, Jonathan hizo lo mismo y entonces, lo entendí, por años el abuelo sospechó que yo no era hija de mi padre y me trató como al huevo de un ave desconocida que fue puesto sobre su nido, le solicitaron a mi padre una prueba de ADN y mi madre se negó, dijo que ese sería un insulto para la familia, para mí y para ella. Llegando al funeral, entendí que ese requisito fue el regalo de despedida del abuelo. – Yo. Agustín Duarte, en pleno uso de mis facultades mentales y sin presión externa, dejo mis bienes conforme a lo siguiente; en cuanto a mis acciones de la empresa y cuentas bancarias, a mi hijo Iván, le corresponderá el 5% y a sus hijos el 4%, a mi hija Verónica, el 5%, y a su único hijo, el 2%, a mi hijo Lucas, el 18% y a sus hijos, el 66% Mi tío Iván se levantó de golpe. Sabía que el abuelo tenía un severo caso de favoritismo, pero no tenía idea de que fuera tan grave. Pensé en irme, también pensé en abrir mi bolso, sacar mis audífonos y escuchar un poco de música para saltarme a la parte en la que el abogado decía: Regina, ¡tú no eres parte de esta familia!, todo dicho con un tono dramático y bajo una luz cinematográfica, imaginarlo así, me hizo sentir que no era real. – Con respecto a la cláusula especial, dos de los presentes…, no son descendientes legítimos – y entonces, la voz del abogado me sacó de mis pensamientos, el tío Iván miró a sus hijos, todos esperamos las palabras del abogado y él dijo – Sarah y Jorge Duarte, hijos del señor Lucas, no están biológicamente relacionados con el fallecido, por ende, su parte de la herencia será entregada a la única hija biológica de la pareja, la señorita Regina Duarte. No tengo pruebas y sé que es imposible, pero podría jurar que la tierra se detuvo, que dejó de girar sobre su propio eje y por un segundo, como en un videojuego después de perder la misión, el tiempo retrocedió. “Su parte de la herencia será entregada a la única hija biológica, la señorita Regina Duarte” Mi padre se puso de pie, le gritó a mi madre, ella se desmayó, mis hermanos acusaron al abogado, Jonathan sonrió y en medio del caos, mi mirada y la de mi bien sabido, padre biológico, se cruzaron. Lo que vi en ese gesto lleno de desesperación, fue una verdad incómoda, mi padre pasó treinta años cosechando el amor de dos hijos que no eran suyos y el odio de la única que sí lo era. Ja. Ja. 66% Abuelo, tu regalo fue el mejor de todos.
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