Al llegar estaba cansada, soñolienta y hambrienta. El recibidor del hotel era justo como lo mostraba el sitio web, con acabados de color mármol, el techo alto y una gran sensación de profundidad. Pero es difícil apreciar el buen gusto del diseño cuando todo en lo que puedes pensar, es en llegar a la habitación, tumbarte sobre la cama y convertirte en una muerta. – Bienvenidos – dijo el recepcionista con una gran sonrisa y nos acompañó a la habitación. Creo que nos dio un pequeño recorrido. Habló sobre la piscina, los accesos privados a la playa, la terraza, el gimnasio, el minibar y el menú del restaurante, entre otras cosas, yo bostecé y esperé a que se fuera para buscar la habitación, ahí, me lancé sobre la cama. – Quiero morir – exclamé. Estaba muy cansada, medianamente me di cuenta

