Regina retocaba su cabello frente al espejo cuando escuchó el ajetreo. El portón se abrió, un coche entró para estacionarse, se detuvo sobre el pavimento que conducía a la puerta y la puerta de la entrada se abrió de forma brusca. Leo había vuelto. Con una sonrisa Regina bajó los escalones – ¡volviste! – exclamó y lo miró. Leo estaba empapado de pies a cabeza, las gotas de agua bajaban por su cabello hacia su frente y sobre el piso de la entrada había dejado las huellas de sus zapatos. Regina parpadeó, luego alzó la mirada y notó la misma mirada aguda y fría del día en que se reencontraron – ¿estás bien? – murmuró una frase sin terminar y sacudió la cabeza – iré por una toalla y ropa, aunque lo mejor es que te des una ducha… Leo le sujetó el brazo a Regina para impedir que se alejara

