Después de navidad la carga de trabajo se relajó, pocas personas estaban dispuestas a pasar la temporada de fiestas en un juzgado, hablando sobre repartición de bienes, pensiones o manutención.
Santiago tomó un minuto para relajarse – hoy en día las personas que se casan, lo hacen porque no quieren estar solos en su vejez.
Leo se levantó – iré al archivo – terminó con el caso de divorcio que lo hizo montar guardia afuera de una casa por tres noches seguidas, quería sacarlo de su cabeza, buscar algo para comer y alejarse del olor de la oficina.
Ese era el plan.
En el primer piso del edificio alcanzó a ver un rostro conocido, el tiempo pareció detenerse un segundo y entonces, sintió el puño que lo golpeó de lleno en el rostro.
El personal de seguridad se apresuró, pero el atacante no volvió a tratar de golpearlo.
– Suéltenme – bajó las manos con una actitud más relajada – mi esposa fue la que me engañó primero, dile que voy a encontrar fotos, que se prepare para la demanda.
Leo acomodó su saco.
La recepcionista fue a la cocina por un trozo de hielo, lo envolvió en un pañuelo y se lo llevó.
– Gracias.
El ex esposo salió del edificio sin provocar más alboroto.
Leo presionó su mejilla.
– Ya reporté su nombre en la entrada – le dijo la recepcionista – no lo dejarán entrar al edificio.
Algunas personas nacen con suerte, y esta se hacía evidente en pequeñas o grandes cosas, como alcanzar el último autobús, encontrar una moneda en el piso, o ganarse la lotería, y estaban también, las personas que nacían con mala suerte.
Leo siempre se sintió en el lado incorrecto de la moneda, las cosas no le llegaban por suerte y mantenerlas, era un reto más grande que conseguirlas.
Un año nuevo dio comienzo y el celular de Leo sonó a las cuatro de la mañana.
– Bueno.
– Tienes que venir, rápido, en serio, conviértete en León y ven de inmediato.
Dentro de sus contactos, solo había un amigo que lo llamaba “León”, y ese era Javier – es de madrugada.
– Es sobre el abogado.
A veces, incluso quienes parecen desafortunados, encuentran una pizca de suerte.
Eran las cinco de la mañana cuando Leo llegó al negocio de Javier, nombrado “Ojo Rojo”, por él mismo, porque primero pensó en el slogan, “nada escapa del ojo rojo”, y después eligió el nombre.
Javier abrió la puerta.
– ¿Qué encontraste? – preguntó Leo, mientras ponía en las manos de Javier una lata de café.
– Mucho y nada.
Leo frunció el ceño.
– Siéntate y te explico – dijo Javier – primero, sabemos que nuestro amigo, Franco, vació su cuenta de ahorros sin contarle a su esposa embarazada y que ese dinero desapareció, salió de la conversación, también, sabemos que tuvo un accidente y que Crowell se involucró con el caso.
Leo subió la mirada – sí, pasa a la parte que no sabemos.
– Aún no termino, el dinero transferido a una cuenta que ya no existe, la policía sospechó que lo estaban amenazando o que escondió el dinero para evadir impuestos, solicitaron un análisis forense del vehículo, una autopsia, Crowell apareció y todo se canceló, de acuerdo al informe, nuestro amigo lo invirtió en un sitio de apuestas en vivo y lo perdió todo, ¿triste?, sí, ¿un delito?, no.
Leo tomó la hoja y vio el informe escrito por Crowell.
– Hay declaraciones de sus compañeros sobre su estado de salud mental, se veía agitado, violento, todo relacionado con una pérdida masiva de dinero. La policía vio esto y dejó la teoría de la extorsión, para la teoría del fraude, Crowell preparó su propio análisis del accidente con un forense que trabaja para su bufete, la policía no pudo probar un crimen, dejaron el caso y la viuda cobró el seguro.
Leo regresó las hojas a la mesa, consideraba a Javier como uno de sus mejores amigos, pero odiaba lo dramático que era al momento de contar una historia – ¿qué encontraste?
– Nada – dijo Javier con mucha seriedad – hablé con sus compañeros, busqué en sus cuentas, no importa cuánto quieras esconder una adicción, las personas a tu alrededor se dan cuenta y no hay ni una sola evidencia de que él hiciera apuestas.
Leo no pudo creerlo – me hiciste venir, porque encontraste nada.
Javier se sintió molesto – si fuera fácil lo habrías investigado tú, oye, el coche es chatarra, el cuerpo; cenizas, no hay escena, ni cámaras, ¡nada!, la misma parca pudo aparecer en ese coche para llevarse a Franco a la otra vida y no tendríamos forma de probarlo, ni de refutarlo. Mi punto, intenta ponerte en su lugar, eres un empleado, tu esposa espera un hijo, tomas todos tus ahorros, los pierdes en una apuesta, te quedas en la ruina, sin poder pagar la hipoteca y…, nada, no le arrojas piedras al estadio, no insultas a los jugadores en línea, sigues tu vida y un día te quedas dormido al volante.
Leo pasó los dedos por su sien, Javier tenía razón, algo en ese caso no estaba bien, más allá de la aparición de Crowell, había algo que no cuadraba. Nadie pierde una fortuna sin dejar rastro, sin reaccionar y sin maldecir al destino. Tocó su mejilla, recordando al hombre que lo golpeó en la recepción, furioso porque perdió el juicio – ¿en dónde fue el accidente? – preguntó y tomó la carpeta para buscarlo por su cuenta, después guardó la ubicación en su celular – buen trabajo – dijo antes de salir de la oficina.
Javier suspiró – también me dio gusto verte.
Leo buscó la comisaría más cercana al lugar del accidente y pidió información sobre un caso de agresión que involucraba al esposo de su clienta.
No fue gratis, pero encontró lo que buscaba.
El lugar era una empresa de seguridad llamada Quantum, no estaba muy lejos, diez calles más adelante del lugar dónde fue el accidente. El edificio era imponente, la recepción muy limpia y los guardias de seguridad pertenecían a un grupo privado del que Leo ya había oído hablar, se detuvo frente a una de las recepcionistas y se presentó.
– Disculpe un momento – dijo ella y se movió a la siguiente estación para hacer una llamada, poco después regresó – el gerente está ocupado, ¿qué es lo que necesita?
– Busco al señor Darren, el esposo de mi clienta lo golpeó hace un par de semanas y ella está preocupada de que se presenten cargos.
– Sí – respondió ella y tipeó rápidamente – tenemos registro del incidente, no se presentarán cargos por agresión en consideración a la viuda, también enviamos flores por parte de la empresa a la funeraria, mis condolencias. El siguiente.
Leo llegó tarde a su oficina y le preguntó a su compañero – ¿te enteraste del idiota que me golpeó el otro día?
Santiago tenía la mirada fija en su celular, fingía trabajar, pero en realidad estaba viendo videos cortos – ¿qué?
– El otro día un idiota me golpeó en el recibidor.
– ¡Ah!, sí, tu mejilla se hinchó, ¿cómo estás?
Leo no se sorprendió por su respuesta, a Santiago solo le interesaba completar su trabajo e irse a casa, era propio de él no estar interesado, en cambio, la respuesta de la recepcionista se sentía ensayada, después de atenderlo, prácticamente lo corrieron.
Escribió en su celular el nombre de la empresa Quantum, buscó en videos y encontró una grabación corta, el video comenzó tarde y la cámara se movía mucho, pero la parte importante, era el rostro de Franco.
Rabia, frustración, enojo, miedo.
El hombre que golpeó a Leo en el rostro tenía una expresión de rabia mezclada con orgullo, al momento de golpearlo él sentía que tenía la razón y que estaba ejerciendo sus derechos, la agresión de Franco se sentía como un intento desesperado de conseguir ayuda.
*****
Pasó una semana.
Los divorcios eran una guerra, rara vez Leo tenía en sus manos un caso que se resolviera pacíficamente, y justo ese día, tenía un caso de ese tipo, por eso pensó que saldría temprano.
Brenda llamó a la puerta y dijo – Leo, tienes visitas.
– ¿Quién?
– Dijo que te conoce, está esperando por ti en la sala A, era la que estaba libre, Santiago, mandaste a imprimir esto 50 veces.
– No, pedí 5 copias.
Brenda rodó los ojos – no fue una pregunta, hay 50, encárgate de ellas.
Leo sintió que perdía el tiempo, caminó al pasillo y se dirigió a la sala de reuniones, abrió la puerta y vio a una mujer sentada con un bolso en las piernas, tenía el cabello suelto, el rostro maquillado y una expresión tranquila.
La reconoció enseguida, aunque no podía creerlo, habían pasado muchos años – Regina.
Ella giró la mirada.
*****
Visualicé nuestro primer encuentro docenas de veces, al comienzo, pensé en algo casual, yo caminaba frente al edificio, subía al elevador o me presentaba en el despacho donde Leo trabajaba, en la mitad de esos sueños, actuaba con indiferencia, era él quien me notaba, decía mi nombre en voz alta y yo lo miraba con un gesto de total desconocimiento, segundos antes de decir su nombre y sorprenderme. Platicábamos, contábamos cómo habían sido nuestras experiencias después de la graduación, intercambiamos números y quedábamos de vernos en otra ocasión.
Pero, en la otra mitad de esos sueños, él fingía no reconocerme, tomaba su celular para aparentar una llamada importante o simplemente, se alejaba.
Una teoría era tan probable como la otra, la diferencia, estaba en la justificación, e irónicamente, la causa perfecta me la dio la persona menos esperada, mi primo Jonathan.
Leo entró a la sala y yo giré la cabeza, entonces escuché mi nombre.
– Regina.
Se veía igual a cómo lo recordaba, bueno, había pequeños cambios, su espalda era más ancha, llevaba traje y corbata a rayas, además del cabello muy bien recortado.
Casi olvidé por qué estaba ahí – ¡hola!, vine a invitarte un café, ¿tienes tiempo?
Él miró hacia atrás – estoy en horario de trabajo.
– También traje un caso por el que quiero contratarte, así que es lo mismo, ¿qué dices?
Él me miró con duda – soy abogado de divorcios, ¿estás pensando en separarte?
– Ni siquiera estoy casada, te lo explicaré, con un café.
Por suerte, no me rechazó.
Había una cafetería en la que acostumbraba ir con las empleadas de la farmacia, fui a la recepción, ordené un café estilo frappé y pedí un descafeinado para Leo – yo invito – le dije al ver que sacaba su billetera.
Nos sentamos en una mesa apartada; aún no era la hora de comer, así que había muchos asientos alrededor.
– Gracias por el café, ahora dime, ¿por qué me buscaste?
Bebí un sorbo – primero cuéntame, ¿cómo has estado?, no nos hemos visto en años y tengo mucha curiosidad.
– Me gradué, estuve trabajando en el ayuntamiento un año, después llegué aquí y te encontré, no hay más que decir.
– Eres muy cruel, te lo estoy preguntando como amiga.
– La última vez que nos vimos, dijiste que no éramos amigos.
Eso no fue lo que pasó, yo le dije que Sabrina no era mi amiga, a él no lo incluí en ese comentario, pero entiendo, que para él debió ser lo mismo – me lo merezco por querer ser amable – exhalé lentamente – mi abuelo murió.
– Mis condolencias por tu pérdida.
– Me dejó más de la mitad de su herencia, acciones de la compañía, una casa y suficiente dinero como para vivir cómodamente por el resto de mi vida. Fue muy inesperado, todos en mi familia piensan que fue un error y esto, salió hoy en la mañana – le mostré mi celular.
“Conozcan a la cenicienta moderna, la hija marginada que se convirtió en la reina”
– No tiene mi nombre ni mi fotografía, pero es obvio que se trata de mí, he estado recibiendo mensajes toda la mañana de personas que lo descubrieron y quiero que el artículo desaparezca.
– Necesitas una demanda por difamación.
– No, lo que necesito es un asesor legal y te quiero a ti.
Lo supe a los quince años, desde esa tarde bajo la lluvia en que lo escuché confesarse, supe que Leo era el hombre incorrecto y que nunca saldría con un imbécil como él, y ahí estaba, feliz y con el corazón latiendo como loco, porque, por un breve momento, es a mí a quien está mirando.