Primer round

1824 Palabras
Unos meses después de terminar con Rafael, me sentí lo suficientemente sola como para salir con un amigo, ambos nos llevábamos bien cuando salíamos en grupo y pensé que funcionaría. Me equivoqué. Sin otras personas alrededor, su personalidad salió a relucir como un faro. Vivía con sus padres, le dije que yo también y su respuesta fue: “sí, pero tú eres mujer”, antes de que pudiera preguntarle qué quiso decir, criticó a cada uno de sus familiares, sus decisiones de vida, su forma de educar, opiniones, gustos…, me enteré de cosas que no quería y pensé, si tenemos una relación más seria y lo llevo a casa, criticará a toda mi familia. Sonaba bien, así que decidí darle una segunda cita. Esa vez criticó a los políticos, los precios de vivienda, las altas tasas de interés para créditos inmobiliarios, las hipotecas, el deporte y cuando me cansé de escuchar, puse mi lista de reproducción favorita y él criticó mis gustos musicales. Tenía una opinión para todo, una ex compañera de la universidad se casaba, se lo comenté porque no tenía de qué otra cosa hablar y él pasó la siguiente media hora criticando a los padres jóvenes que no saben criar a sus hijos. Fui sola a la boda. Cada vez que tenía un mensaje suyo, me sentía enferma y ocultaba mi celular mientras pensaba en una excusa para no verlo y cuando se volvía inevitable, salíamos. Un día, escondí mi celular tan bien, que lo perdí. Fui a la compañía de telefonía, lo di de baja, compré un celular nuevo con otro número, se lo di a mis compañeras, a mi jefe, mi familia y dos meses después, le envíe un mensaje a él para contarle lo que me había pasado. Me bloqueó. No lo culpo, mi actitud lo pedía a gritos, éramos dos personas equivocadas fingiendo que podíamos llegar más lejos en una relación sin futuro. Al ver la pantalla de mi celular, recuerdo que pensé: “fue tan insatisfactorio para ti como lo fue para mí, ¿cierto?” Mi siguiente novio fue prometedor, mucho más serio, sus conversaciones no me hacían sentir agotada y establecimos límites desde el comienzo, lo que hizo todo más fácil, hasta que mi madre habló sobre citas a ciegas con los hijos de sus amigas y sentí que no era justo para él. En resumen, arruiné todas mis relaciones, ¡yo!, no ellos, soy lo bastante honesta como para admitir que yo fui el denominador común, y que ellos me mostraron su sinceridad, Rafael nunca ocultó que era un gamer, o que prefería quedarse en su casa conmigo a jugar videojuegos en lugar de tener las citas “normales”, el segundo fue abierto, criticó todo y a todos, pero nunca me criticó a mí, aunque, apuesto a que deseó hacerlo, el tercero fue perfecto, nos veíamos cuando lo acordábamos, pasaba por mí, platicábamos, íbamos a un hotel y el resto del tiempo actuábamos como si el otro no existiera. No podría imaginar una relación más perfecta. Hasta que mi madre habló de matrimonio y me imaginé casada con él, lo que vi, me provocó un ataque de ansiedad. De regreso en la soltería, entendí que sin importar con quien estuviera, yo me sentía vacía. Miraba los mensajes en mi celular pensando en cómo ignorarlos, qué mentira contar para no tener una cita, qué excusa usar para irme antes o qué tanto debía exagerar para que mi madre creyera que era feliz. Perseguía un sentimiento que no conocía y de vez en cuando, me sentía bien, relajada, tranquila, incluso emocionada, y cuando esa sensación se iba, miraba hacia atrás y me preguntaba, ¿qué estaba haciendo?, ¿qué fue diferente? Si acababa de salir de una cafetería, regresaba y me sentaba en el mismo lugar, si estaba leyendo una novela, volvía a tomarla y la leía desde el comienzo, si miraba un programa de televisión, tomaba el control y regresaba los canales. No quería estar deprimida, de verdad, quería salir de ese agujero y me aferraba a lo que fuera, pero nada funcionaba. Era así como me sentía esa tarde. La empresa del abuelo iniciaba negociaciones con una cadena de farmacias, que, a su vez, tenía un convenio con un hospital, si la alianza salía bien, los productos de NaturaBella se colocarían justo al lado de los tratamientos dermatológicos, era un paso importante y mi trabajo consistía en visitar las farmacias, revisar las vitrinas, presentación, seguridad y ubicación. Una de las farmacias estaba dentro de un edificio, hacía mucho calor, así que me recargué sobre una columna para sentir el aire frío, fue relajante, el aromatizante, las plantas artificiales y el silencio, nadie me miraba, podía quedarme un par de minutos, como cuando era niña y me ocultaba en el ático para mirar el jardín, con la ventana abierta. Sin razón, giré la cabeza hacia la derecha y él apareció, Leo caminaba mirando su celular, siguió hacia el elevador y desapareció de mi vista segundos después. Corrí para ver en qué piso bajaba y ese vacío en mi pecho, desapareció. Investigué al despacho jurídico, cuál era su puesto, qué ordenaba en la cafetería, con quién salía y algunas otras cosas de las que no me siento particularmente orgullosa. Y en esos momentos, cuando escuchaba su nombre o lo miraba de lejos, sentía que todo había valido la pena. Un día, me levanté más temprano, usé una mascarilla en mi rostro, pasé más tiempo frente al espejo, estrené una blusa que llevaba tiempo en mi guardarropa y tarareé una canción en el desayuno. – Algo bueno te pasó hoy – dijo mi madre. – Nada en particular. – No finjas, te ves diferente – insistió ella y por curiosidad, le pregunté cómo me veía – radiante – fue su respuesta. Era otra persona los días en que veía a Leo, me despertaba con ganas de ir a trabajar, no me sentía abatida por los comentarios de mis hermanos ni cansada, tampoco me dolía el estómago después de comer y hacía todo eso sin pensarlo, sin esforzarme. Me gustaba la versión de mí, que esperaba por él e hice una apuesta arriesgada. ***** La cafetería estaba casi vacía, pero no quería llamar la atención. – Es un empleo de tiempo completo, tendrás que renunciar al despacho en el que estás y a cambio, te pagaré suficiente como para que puedas poner tu propio negocio, es una oferta única e irrepetible. Él sonrió, me recordó los viejos tiempos, cuando salíamos temprano de clases y pasábamos a la tienda para comprar frituras y toda la comida chatarra que no nos dejaban comer en casa – una oferta muy buena, tendré que rechazarla. – ¿Por qué? – Me especializo en divorcios, no en demandas y ya tengo un empleo. – En serio, ¿no tienes ni un poco de curiosidad?, acabo de decirte que heredé dos tercios de la fortuna de mi abuelo y que toda mi familia está en mi contra. – No dijiste eso. – Bien, lo explicaré desde el comienzo. Mi abuelo dividió su herencia, un veinte por ciento para mi papá, un quince por ciento para sus otros dos hijos con sus tres nietos y reservó dos tercios para sus nietos favoritos, mis hermanos, la parte que a mí me correspondía, era un gran cero. Creo que tuve un poco de su atención, eso, o estaba disfrutando de su café. Le conté de la cláusula, las dos pruebas de ADN, el lamentable divorcio de mis padres, el fideicomiso, mi tío amenazando con demandarme y al final, el artículo. – Mi familia toma turnos para atacarme y recuperar lo que creen que les robé, este fue Jonathan, tu antiguo vecino – volví a mostrarle al artículo – no quiero a cualquier abogado, no me importa que sea un experto con el mejor promedio de su generación o que nunca haya perdido un caso, lo que de verdad necesito, es una persona en la que pueda confiar, alguien que sepa que todo es cierto, mi abuelo se está retorciendo en el más allá porque fui yo quien recibió su herencia, en serio, deberías ver su retrato, tiene el ceño fruncido, parece que fue poseído por un demonio. No estaba así antes de que muriera, es la expresión de su fantasma. – ¡Ahora crees en fantasmas! – Creo en mi abuelo. Sin querer, ambos permanecimos en silencio, él terminó su café y yo ordené un pequeño pedazo de pastel para ganar tiempo. – No quiero sonar dramática, pero sé perfectamente cómo es mi familia, mi hermano es muy inteligente y tiene muchos contactos, podría aparecer en mi puerta cualquier día de la semana con un comprobante médico a mi nombre, acusándome de algún problema mental que me impida administrar mi parte de la herencia y si eso sucede, querré tener a alguien de mi lado, de preferencia, que entienda de leyes. La mesera nos trajo el pedazo de pastel y Leo permaneció en silencio, mirándome fijamente, no sabía qué esperar. – Recuerdo a tu hermano, iba por ti a la escuela todos los días, a veces daba una vuelta extra para darnos más tiempo en la tienda. – Ese es Diego, el chofer de mi familia, a mi hermano no lo conociste. Él se sorprendió – recuerdo que te pregunté y dijiste que era tu hermano. Cuando dijo eso, lo recordé – mis padres no tenían tiempo para las reuniones escolares y Diego cumplía bien el rol, por eso dije que era mi hermano, tal vez, se los dije a todos, era menos problemático, estaban a punto de suspenderme si no llevaba a mis padres. No lo dije para que sintiera lástima por mí, por eso cambié el tema. – También contraté a Víctor, el de nuestro salón, es mi asesor financiero, él se encargará de gestionar mis inversiones y tú del aspecto legal. – Ah, el de las gafas redondas. – Ahora son rectangulares. Leo miró la hora en su reloj – tengo que regresar al trabajo. – No me has respondido, ¿considerarás mi oferta?, mejor salario, más tiempo libre y el mejor beneficio de todos, una jefa tan linda como yo. Le dio un último sorbo a su café y se atragantó. No fue una buena señal. Le pasé una servilleta. – Envíame el link del artículo, llamaré a la revista y veré qué puedo hacer. – ¿Aceptarás el trabajo? – me emocioné. – Dame tiempo para pensarlo. Ese fue el primer round, no me molestó perder, porque estaba lista para seguir luchando. – Dame tu número – él me dio su tarjeta, me apresuré a guardarlo y noté algo extraño. Compramos nuestros primeros celulares juntos, elegimos el mismo modelo y yo memoricé el suyo, pero eso fue quince años atrás, yo cambié mi número seis veces en ese tiempo, él seguía teniendo el mismo. ¿Quién hace eso?
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