Leo volvió a su oficina, detrás del escritorio tenía tres fotografías que escogió personalmente, tenían un poco de polvo encima, así que aprovechó para limpiarlas y volver a acomodarlas en su lugar.
“¿Quién es tu amiga?”
Cualquier madre se enojaría después de saber que su hijo le abrió la puerta a una desconocida y la dejó pasar a su casa.
Leo era muy joven para entenderlo, pero esa acción pudo tener grandes consecuencias, como la vecina acusándolos de privación de libertad a un menor. Su madre fue más consciente, tomó la mano de Regina, la sacó de la casa y golpeó el portón de la casa de al lado hasta que alguien abrió.
La hermana de Leo dijo – Estás en problemas.
Pero algo pasó, la madre de Leo, que salió enojada y preocupada, volvió pocos minutos después con Regina, la invitó a cenar y al final del día le dijo a Leo – hiciste bien, si la vecina vuelve a visitarnos, tienes mi permiso para invitarla, pero antes, avísale a su tía, ¡lo prometes!
Leo, que esperaba ser regañado, se emocionó.
Al final del verano a Regina la cambiaron de escuela y comenzó a estar a su alrededor todo el tiempo.
Al principio, sus compañeros le dieron la bienvenida, como a cualquier otra alumna nueva, pero pronto, descubrieron que llegaba todas las mañanas en un coche lujoso, que no sabía cuánto costaba el pasaje de autobús, sus materiales escolares eran de buena calidad y vivía en una mansión.
Los chicos eran crueles, le dieron a Regina el apodo de “niña rica”, y se comportaron como idiotas.
Una vez, un chico de su salón dijo que había olvidado sus colores, fue con Regina y ella le prestó una caja de cincuenta lápices de colores, al final del día, el chico le pidió que se los regalará, porque ella podía comprar más, pero él no.
Leo se levantó de su lugar, le quitó a su compañero la mochila, sacó los colores y se los regresó a ella. No fue solo una vez, marcadores, borradores, lapiceras, libros, cualquier cosa que Regina tuviera, sus compañeros lo querían y se creían con derecho a robarlo porque…, ella era rica y sus padres le comprarían algo mejor.
Leo lo odiaba, pero odiaba más la actitud de Regina, que nunca pedía sus cosas de vuelta y soltaba el dinero que traía sin importarle la denominación.
– El maestro ya dijo cuánto es la cooperación, dale el dinero a él y a nadie más, si alguien te lo pide, no se lo des, no importa lo que diga, esos idiotas no son tus amigos – lo dijo porque estaba enojado, y después de hacerlo, sintió que había cometido un error, acababa de decirle a una niña de once años, que no tenía amigos.
– Lo sé – soltó Regina – no me molesta – sonrió.
A Leo sí le molestaba – eres una tonta – la insultó y regresó al salón.
Regina era buena trazando líneas, constantemente fingía que nada le importaba, que siempre estaba bien y que no necesitaba compañía, era así con todos, pero Leo pensó que sería diferente con él, porque eran amigos, a su yo de once años, le molestó descubrir que no era especial.
– No has cambiado – pensó en voz alta mientras miraba el artículo “conoce a la cenicienta moderna”, y bajo hacia los comentarios.
Unos minutos después, la llamó.
Regina estaba en su coche – bueno.
– Dijiste que Jonathan escribió el artículo, ¿él te lo dijo?
– No, el día de la lectura del testamento me llamó “cenicienta moderna”, también dijo algo sobre, que pasé de vender ropa de lujo a comprarla – le explicó e hizo una pausa, esperando que Leo dijera algo, casi podía imaginarlo sentado frente a la mesa, con un lapicero entre los dedos – ¿por qué?
– El contenido del artículo es suficiente para establecer una identificación indirecta, no borres los mensajes que estás recibiendo, toma captura de todos, yo haré lo mismo con los comentarios. Si establecemos que este artículo daña tu reputación, podemos abrir una demanda civil.
Regina odiaba emocionarse por algo, porque sabía que nada era seguro – ¿vas a encargarte de esto?
– Solo del artículo – dijo Leo – te llamaré en cuanto tenga noticias.
En su computadora buscó el número de contacto del periodista que publicó el artículo, en la pantalla de su celular, estaban los comentarios de personas que no conocían a Regina, pero se creían con el derecho de criticarla.
Él no fue el primero en hacer esa llamada.
El equipo legal del señor Lucas Duarte, padre de Regina, también llamó para que retiraran el artículo y pagaron para que todos los comentarios negativos fueran retirados, la diferencia fue que ellos lo hicieron en silencio.
Al día siguiente Leo pensó en llamar a Regina para informarle, pero antes, recibió una llamada de Javier.
– ¡No vas a creerlo!, yo no lo creo, tienes que verlo, voy a enviarte una imagen, no la abras si no estás sentado – habló de prisa y colgó.
Leo miró su celular, esperó a que el mensaje llegará y al revisarlo, vio la fotografía de un hombre de traje gris y corbata a rayas, había otras personas en el encuadre, un coche lujoso, la entrada de un edificio y al fondo las montañas, pero todo lo que sus ojos vieron fue a ese hombre.
Sus dedos se pusieron blancos mientras sostenían el celular.
Javier lo llamó.
– ¡Puedes creerlo!
– ¿Dónde conseguiste esa fotografía?
– Yo la tomé, me pediste que investigará a un empleado de Quantum, el que fue golpeado por nuestro amigo, pues lo hice, investigué su nombre, puesto de trabajo y lo seguí, esta mañana salió de su trabajo en horario laboral, caminó tres calles y entró al restaurante de un hotel, cinco minutos después ese idiota llegó, tomé la fotografía, esperé a que entrará, fui al restaurante y lo busqué, no estaba, pregunté por las habitaciones en la parte de arriba y me dijeron que necesitaba membresía, así que esperé.
– Ve al grano – dijo Leo, alzando la voz y Santiago volteó a verlo.
– Se reunieron, ellos dos, ese psicópata, se reunió con el gerente ejecutivo de Quantum.
Leo buscó las llaves de su auto – tengo que investigar algo, ahora vuelvo – le dijo a Santiago y fue a la recepción para informar de su salida, después bajó a buscar su coche.
El restaurante llamado Obsidiana, pertenecía a un hotel, pero tenía una entrada por separado, aunque compartían un acceso, el restaurante era considerado un negocio aparte y contaba con su propio salón, jardines y estacionamiento. Los clientes frecuentes tenían habitaciones asignadas, mientras que los comensales casuales eran acomodados en las mesas del corredor con jardines colgantes.
Leo sintió que su corazón se detenía, mirando el gran letrero de Obsidiana y le marcó a Javier – llama a Cris, nos reuniremos en tu oficina.
*****
La invitación a comer, fue una sorpresa.
Mi familia tiene membresía en una cadena hotelera muy elitista, les da a los ricos lo que quieren, una pared alta que los separa de la vista del resto de las personas y a cambio, obtiene grandes beneficios.
Me habría gustado que el restaurante invirtiera ese dinero en algo más productivo, como porciones de comida más grandes.
– Familiarízate con el lugar – dijo mi padre.
– ¿Por qué?
Él alzó la mirada y respiró profundamente – papá tenía acciones, debió dejártelas en la herencia, es una participación muy pequeña, pero debes hacerte responsable.
Las acciones que eran para Jorge, se las di a Víctor y me olvidé de ellas, cada vez que las miraba, pensaba en el rostro de mi hermano – lo tendré en cuenta – seguí comiendo.
– ¿Ya pensaste qué harás con las acciones de la compañía?
– Las conservaré.
– ¿Tu madre no te habló de una inversión o un puesto ejecutivo?
Negué con la cabeza – quiere que abra un fideicomiso y lo ponga a su nombre, le dije que no y pensé que insistiría con eso, pero no me ha buscado.
– No lo hará, contrato a un buen abogado, establecerán que tus hermanos fueron, que, Sarah y Jorge fueron concebidos antes de que ella firmará el acuerdo prenupcial, la cláusula de fidelidad no puede aplicarse retroactivamente, también usará su dependencia económica, al parecer, yo arruiné su carrera como modelo y le quité la posibilidad de tener otros ingresos – lo dijo con despecho – con eso y el hecho de haberse dedicado a tu crianza, tendrá derecho a una pensión. No le conviene que accedas a darle dinero en lo que dure el juicio, pero quédate atenta, te lo pedirá después.
Entendí que mi madre cometió un error, engañó a papá, se casó estando embarazada de otro y después de descubrir la verdad, lejos de confesar, aceptó tener más hijos, algo a lo que se había negado por años, pero eso no le daba derecho a mi padre, de tratarla como a un enemigo.
También me molestó que dejará de considerar a Sarah y a Jorge como mis hermanos. Ellos podrán no llevar su sangre, pero son sus hijos, tienen su personalidad, gustos, intereses, hábitos, hablan y actúan igual que él, en cambio yo, que soy su única hija biológica, soy completamente diferente.
Es un caso en el que, la manzana cayó del árbol y se fue rodando.
– Te cité hoy para hablar de tu matrimonio.
Y entonces, la manzana se convirtió en piedra y me golpeó la cara.
– ¿Qué?
– Tu abuelo quería bisnietos.
– ¿En serio?, porque Sarah anunció su compromiso en navidad y a él le dio un infarto.
– Tu abuelo tenía noventa años, hipertensión crónica y vivía con mucho estrés, no sucedió por el asunto de Sarah, él ya estaba enfermo – explicó mi padre – tu caso es diferente, tu madre ya debió haberte hablado de algún compromiso.
– Lo hizo y la rechacé, soy muy joven para casarme.
Él se limpió las manos con una servilleta y sacó del interior de su saco un sobre dorado – es la invitación a la cena de gala de Obsidiana, celebran sus veinticinco años, será un buen momento para conocer nuevas personas.
Desee romper la maldita invitación, pero era papel duro.
– No dejes que alguien más decida, busca una pareja y yo aceleraré los trámites, sé juiciosa.
Para la mayoría, un yerno es parte de la familia, para mis padres, era una forma de controlarme.
– No me mires así, no te estoy obligando a casarte con alguien a quien no quieres, solo te pido que pienses en tu boda como un evento próximo.
Los dos terminamos la comida en silencio, mi padre pagó la cuenta y yo miré los jardines, solía gustarme ese lugar, no recuerdo qué cambió.
Cuando por fin salí, vi a un hombre hablando por celular en la entrada, tenía una mano sobre su frente y el ceño fruncido, al principio, pensé que estaba soñando. Era él.
– ¿Leo?