Gabriela vivía muy cómodamente en un departamento en el centro de la ciudad, con una habitación de cama doble, un cuarto exclusivo para su armario con ropa, bolsos, zapatos y accesorios, una caja fuerte, una vista perfecta y tranquilidad. Quizá demasiada. Ser la esposa de Lucas Duarte significaba fiestas, eventos y celebraciones todo el año, también salidas al campo de golf, comidas en Obsidiana o paseos semanales. Ser la ex esposa de Lucas Duarte era mucho más silencioso. Su celular sonó, ella estiró el brazo para tomarlo y respondió sin mirar la pantalla porque tenía dos pepinos cubriendo sus ojos y un tratamiento facial – hola. – Señora Duarte – saludó Patricia – ha pasado mucho tiempo, supe de su repentino divorcio y quedé muy impresionada. Lo lamento tanto – suspiró – si gusta, po

