Antes del mediodía, una de las sirvientas me hace llegar una caja negra con moño rojo y trago saliva porque sé de donde proviene. Me da un poco de miedo abrir el obsequio y que haya algo extraño, como juguetes sexuales o algo de eso. Así que asomo mi cabeza antes de sacar la tapa, por las dudas. Mi acompañante, que está concentrado volviendo a levantar la pared ya que Franco arregló la cañería, nota mi paquete y me mira con interés. Se acerca a mí para observar el contenido de la caja y abre los ojos con sorpresa a medida que voy desplegando el vestido. Es corto y termina en falda tubo, dorado, con cadenas delicadas en la espalda y un escote en V demasiado pronunciado para mi gusto, pero siento que me va a quedar demasiado sensual. También hay unos tacones negros con destellos y me sorp