Al día siguiente. —¡Sara, despierta! Veo la luz en mi rostro, creo que morí o algo así, no puede ser, no quiero despertar, quiero quedarme en cama todo el día. —Sara, por favor despierta, tienes que desayunar, estás débil. Aún estaba dormida, veo a Erika, ella está en mi cama sentada con una charola en sus manos con comida. —Erika, ¿qué hora es? —Son las diez de la mañana, levántate es un hermoso día soleado. —No quiero, tengo mucho sueño, tampoco tengo hambre, solo quiero estar sola, Erika. —Dime algo, Sara, ¿por qué estás tan rara últimamente? Sabes que puedes confiar en mí, además, podría pensar que estás así por algún chico de tu universidad, dime quién es ese tipo, y le partiré la cara. —¡No te preocupes, Erika! No me pasa nada, es solo que pronto me vendrá en periodo, sabes