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CHANCE
Pasé la punta de mi lengua por encima de su pequeña perla rosada, luego me detuve, rocé un dedo por encima de su abertura, la separé, y luego hice círculos en su entrada para provocarla.
—Yo... no lo entiendo —contestó ella entre suspiros.
—Conozco tu cuerpo, Rosa. Sé cómo llevarte al borde del placer, y luego parar. Una y otra vez.
Era un castigo para mí también, porque mi pene deseaba llenarla. Quería sentir sus paredes calientes al apretarse y que el deslizamiento resbaladizo de llenarla me proporcionara una deliciosa fricción. Mi placer tendría que esperar porque tenía una lección que enseñarle.
—Esta es la única manera para que sepas cómo me sentí cuando Ivers te llevó. Desesperado. Fuera de control. Enfadado. Loco.
La puse frenética con mi boca. Cuando sentí que apre
