La mirada turquesa de los ojos de Amira seguramente se reflejó en mis ojos, la había vuelto a encontrar llorando en la cocina y se me hizo incómodo dejarla ir de nuevo. La rubia, al contrario de lo que pensé, se abrió casi de inmediato, se casaría pronto, después de muchos años huyéndole al matrimonio, su familia había encontrado una forma de atarla a un hombre desconocido, iba en contra de las tradiciones y sus hermanos no estaban dispuestos a permitírselo. —¿Huir? —repetí, al escuchar la descabellada proposición de Amira. —Sería muy descabellado, ¿cierto? —suspiró, rodando los ojos. —¿De dónde es el hombre con el que te casarás? —No lo sé, se supone que lo conoceré hoy —se encogió de hombros. —Pensé que tu familia no era de ese tipo, hablo de lo tradicional, se les veía muy difere