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2064 Palabras
—¡Chicas! —Jane levanta la mano desde la mesa. Hoy es uno de esos lunes en los que desayunamos juntas en la cafetería antes de las clases. Con nuestros cafés en la mano echamos a andar hacia la mesa y ¡sorpresa! A mitad de camino un friki que quiso hacerme fotos se cruza en mi camino. —Hola, Megan —me saluda. Claire nos mira. —Hola, Tomy —saludo entre dientes—. Umm... Se sube un poco las gafas y me sonríe. —¿Qué tal estás? ¿Saliste bien de la tormenta? —Sí, genial. Tengo que ir con mis amigas. Adiós. Pillo a Claire del codo y cuando nos hacemos a las sillas de madera, me pregunta y yo les cuento un poco más de la noche en la estación de servicio y de las personas que había allí encerradas conmigo. Hasta se sorprenden del echo de que el Chico Misterio me "salvara". Yo no digo que Seth sea malo, pero es un grosero con problemas de coherencia en su actitud. Cuando nos vamos, Tomy sigue ahí y me da un gesto de cabeza como despedida con una simple sonrisa. —No me puedo creer que quisiera hacerte fotos —dice Jane. Claire tiembla. —Qué rarito. ¿Así cómo vamos a encontrar pareja? —se queja—. Tú por lo menos tienes Joel. —Seguro que sus amigos no tienen problema en salir con vosotras —comenta y se encoge de hombros. Claire y yo nos damos esa mirada de complicidad. Claire es incapaz de conocer a chicos, de hablar con ellos y aún cuando bebe es tímida con cualquier grupo social que no seamos Jane o yo, Joel como mucho. Y yo, aunque no me importa hablar con chicos, soy incapaz de ver a ninguno como algo más; nunca he tenido novio aunque me hubiera gustado vivir las típicas experiencias de instituto que me terminé perdiendo por encerrarme en mi casa, en mi mundo y en mis dibujos. —Umm... me refiero a chicos más de nuestro estilo. —Tú no hablas con chicos y Megan ni i********: tiene —dice—. Así será difícil. —Tenemos tiempo —me asegura. —Tampoco tengo prisa —afirmo. Caminamos juntas por el campus hasta que nos toca separarnos de Claire para ir a una clase, nos reencontramos en la tercera hora lectiva y subo las escaleras de los asientos hasta mi sitio con Seth. Tengo un tic nervioso y no dejo de mirar la puerta. Hoy tenemos que entregar los trabajos y he hecho lo de los dos, es trampa pero es lo único que he podido hacer. O podría haberle dicho al profesor que Seth no se aplica, que no aparece por clase y que yo no puedo perder así el tiempo; pero una oportunidad. Estoy tensa sobre el asiento, la gente empieza a entrar y no es hasta que le veo que me doy cuenta de lo tensa que estaba. ¡Por fin! Tengo que reprimir el gesto de levantar la mano para que me vea porque sabe dónde estoy. Me mira, y sus piernas rozan mis rodillas cuando pasa delante de mi entre mi asiento y los del frente para sentarse en la silla a mi lado. Huele de maravilla, su colonia masculina se me cuela hasta el cerebro. Intento buscar en su cara algo que me diga por qué ha faltado una semana entera, me pica la curiosidad, pero no hay nada, tiene el mismo gesto inexpresivo de casi siempre. —¿Qué? —me brama. —Eres un idiota —suelto. Sí, lo es. He hecho todo por los dos y ni una excusa, ni unas disculpas, ni un interés en las clases. Ni siquiera me suelta otra pulla de vuelta, nos quedamos en un silencio incómodo hasta que entra el profesor y pide los trabajos de la semana pasada. Seth me mira, me ve sacar las dos hojas en la que he escrito nuestros nombres y siento su mirada clavada en mi espalda mientras hago la caminata hasta el escritorio del profesor en lo más bajo de la clase. —Ha venido —me susurra Claire cuando nos encontramos. Las dos miramos hacia él. Su aspecto oscuro ahí arriba, solitario y mirándonos con un mechón de pelo que le cae por la frente... No puedo negar que es un chico muy guapo, pero no es suficiente. —Hablaré con él para cambiarnos de compañeros. No siento que le caiga bien y me hace sentir incómoda. —Igual podemos ponernos juntas y así podemos trabajar en la comodidad de la habitación. Sonrío y dejo las hojas de trabajo en el escritorio. Al volver a sentarme en mi asiento junto a Seth, giro el cuerpo y me mira con una ceja levantada. —No me des las gracias por hacer tu parte del trabajo, no las necesito. ¿Podemos tratar un tema o esta ley del hielo tuya te ha congelado la lengua? —Te iba a dar las gracias, pero esa prepotencia que traes no es la mejor. Me hace poner los ojos en blanco. —Mira, no creo que lo del sábado sirviera de nada, pensaba que después de lo de la fiesta podríamos llevarnos bien pero me parece que no te caigo bien y la verdad es que preferiría que nos situásemos en lugares dónde estar cómodos. —¿Porque creo un ambiente hostil? —me pregunta y ese tonito no me hace ninguna gracia, ¿a él sí? —Efectivamente. El profesor me interrumpe al empezar a dar la clase, si al final de la hora no pasa nada, pediré el cambio. Así que para mi es toda una sorpresa ver que por primera se implica más en el proyecto de esta semana. Sólo necesitaba esto, ver que se interesa y que puede haber algo bueno tras su actitud tan asquerosa. No es mi cosa saber por qué no vino la semana pasada, pero eso no es lo que me molestó, es que ni siquiera veía que se interesara y si ahora sólo lo finge... pues a mi me vale porque tiene talento y sacaremos las mejores notas. —Gracias —escucho que dice cuando estoy inclinada dibujando en la hoja que compartimos. Sonrío y me paso el pelo tras la oreja para ver cómo me mira. —De nada. No me molesta, siempre y cuando tengas una buena excusa para no venir a clase, no me molesta hacer tu parte del trabajo. Y no lo hace porque yo falté mucho durante una época del instituto y me hubiera encantado que alguien me respaldara así porque estuve a punto de suspender el curso. Sé que se puede aprovechar de esto, pero creo que esto es algo que le gusta y le convendría no faltar. —Ya veremos —dice. —Pero no faltes mucho más —le digo y le señalo con el carboncillo—. Tampoco soy tan mala compañía —bromeo. —Lo sé. Trabajar con una monja era mi aspiración para este curso. —La mía era dibujar comics, no con uno. Veo el movimiento de su cabeza, casi como si no se creyera que le acabara de decir eso. Tiene hasta una expresión divertida cuando me estiro y le paso el lápiz para que siga él. —Nadie me ha llamado antes eso. —Siempre hay una primera vez. Cuando quiere, el rato con él pasa volando y la clase se ha terminado. Veo a Claire esperarme por si decido pedir el cambio pero dudo un segundo. Ya sólo quedamos pocos y le espero de pie en el pasillo de los asientos. Es más alto que yo, así que cuando se para en el escalón por encima de mi a mirarme, parece irreal. —¿Qué quieres? —Pues que si tú quieres cambiarte de compañero no me molesta, de verdad. Me recorre con la mirada y siento que me escanea. —Déjalo, así está bien —me dice. Sonrío y me ajusto más la mochila a la espalda. —Genial —aseguro, y bajo las escaleras casi a su lado—. Hasta mañana, Seth. Me agita la cabeza y pasa por mi lado rozándome cuando a mi me pillan Jane y Claire en la salida. No creo que queden muchas semanas más de trabajos, puede que la semana que viene sea la última y puedo aguantarle este tiempo, puedo hacerlo porque resulta que cuando quiere es encantador a su manera. Tiene sus momentos pero son soportables y la verdad es que empiezo a pillarle el truco. El jueves tras la clase aún no hemos terminado el trabajo y tendremos que vernos para finalizarlo antes del lunes. —¿Esta tarde? —le pregunto. Tengo que dar zancadas más grandes para pillarle el paso por el campus. —No. —¿Y cuando? No sé ni si te volveré a ver y una cosa es que no me moleste adelantar el trabajo y otra que me tomes por tonta... Frena abruptamente y me choco contra su costado. > Me preparo, pero en su lugar su mano se envuelve en mi muñeca y se saca un bolígrafo de sus pantalones quitándole la tapadera con la boca. Es casi algo de película que me escriba su número en la mano. Y me deja con la piel cosquilleante cuando deja de tocarme. Me hormiguean las manos hasta las puntas de los dedos y sé que estoy sonrojada porque a pesar del viendo frío me quema la cara de la vergüenza. Esto no es algo que me pase. —Ahí lo tienes. —Se guarda el bolígrafo y a la que se lleva la mano al bolsillo, saca una cajetilla de cigarros—. No se lo pases a nadie. —Ay, no eres para tanto —agito la mano con una sonrisita que no se note que me he puesto roja por su culpa—. Te mandaré un mensaje cuando termine. Se enciende un cigarro y asiente con la cabeza empezando a irse. ¿Es que no sabe despedirse? Por lo menos he conseguido su número y cuando estoy por la tarde tirada en mi cama haciendo algunas otras cosas, me atrevo a mandarle un mensaje: "Soy Megan" Claire me mira y me levanta una ceja sobre el libro que lee. —¿Hablas con tu Chico Misterio? —No es mi nada más allá de mi compañero. "¿Cuándo podemos terminar el trabajo?" Sin embargo y casi lo esperaba, no me contesta pronto, cuando me despierto el viernes, descubro que me ha respondido a las doce de la noche cuando yo ya estaba en el quinto sueño. "El sábado" Le respondo mientras me lavo los dientes en el baño atiborrado de chicas de un lado a otro. Hoy es viernes de fiesta (otra vez) y sé que hay una gran cantidad de chicas que se saltan las clases sólo para prepararse todo el día; eso suele querer decir que los baños están repletos. "Genial" Jane siempre nos intenta convencer de ir cada fin de semana porque está Joel y siempre se muere por estar con él, pero suelo rechazar más invitaciones de las que acepto, como el ochenta por ciento. Ya asistí a una fiesta la semana pasada y nunca me lo paso del todo bien tras unas cuatro horas. Sin embargo de alguna forma u otra consiguen que acepte, básicamente porque Claire va y no me quiero quedar sola recluida en la residencia como lo que Seth dice que soy: una monja. Claire y yo hacemos fila para las duchas y aún dudo un poco. Sé que sólo estaré unas cuantas horas y me tocará volver sola. —Estará genial —me anima—. Tú piensa que es fiesta de tres. —Es básicamente lo que hacemos. —Por eso. Igual deberías probar un poco de alcohol por primera vez. Sólo un poco. Nunca he probado nada, he sido siempre una chica buena y pensé que alejarme del ala de mi madre me daría más libertad, pero siempre tengo su voz dándome consejos o recordándome las cosas buenas y malas; aunque no puedo negar que la curiosidad me pica. Tal vez... > Si tan sólo me hubieran advertido antes de que las cosas empezaran a alborotarse en mi vida...
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