Me retoco el ligero brillo de labios rosa que me he puesto y por el espejo no dejo de mirar a la madre de Seth tocándome el pelo. —Parece que has visto un fantasma —se burla y me da un toquecito—. Tranquila, ya estoy mejor, esas pastillas me quitan todo el dolor. —Lo siento... Es que... Es que no me acostumbro. Hace veinte segundos estaba sentada en su silla fuera del baño y de la nada está aquí, de pie detrás de mi ayudándome a arreglarme para esta especie de cita con Seth. Sus dedos largos y algo huesudos me acarician el pelo y me pasa un poco la rizadora. Me he dado cuenta de que tiene una faja medio rígida para su columna y Seth le ayuda a ponérsela por las mañanas. Todavía quiero llorar por todo lo que sé de esta familia. De fuera del baño escuchamos a Seth hablar. —¿Mamá? —preg