El cheque

2080 Palabras
CAPÍTULO 5 DANIELA CASARES Hoy es el día que debo ir a Culiacán por la herencia que mi madre me dejó. Tomo mi celular y veo que faltan tres minutos para las 6 de la mañana, desactivo la alarma para que no suene, pues ya no es necesario. Salgo de la cama y me encamino al cuarto de baño, me quito la pijama, entro a la regadera, cierro los ojos disfrutando del agua cayendo sobre mi rostro. Abro los ojos de golpe al imaginarme al cucaracho abrazándome por la cintura y dejando besos húmedos en mi cuello, muevo la cabeza para alejar esos pensamientos, cierro la llave de la regadera y me envuelvo en la toalla. Termino de alistarme, y me veo por última vez en el espejo, me acomodo mi jersey, tomo mi bolso y salgo de la habitación. Después de dejarles comida y agua a las perras, me subo al carro, abro el portón eléctrico y me voy. Vengo escuchando “A ella de Karol G”. Sin poder evitarlo, mis lágrimas resbalan en la parte que dice que y yo era para siempre. Subo más el volumen en la parte donde dice, “tú no te mereces nada, no estoy hablando contigo”. —Algo pasajero te condeno a perderme —Canto con mis lágrimas corriendo por mis mejillas, hipos salen de mi garganta. Por más que quiero dejar de sufrir por ese miserable, me es imposible, su traición la tengo clavada aquí adentro en mi ser, esa imagen no la puedo sacar de mi mente, ver como disfrutaba, como la besaba, como la tocaba… —¡Te odio, Iker, eres de lo peor, voy a sacarte de mi corazón y de mi mente, así sea lo último que haga! Me seco con violencia las lágrimas que resbalan por mi rostro. Después de dos horas y cincuenta minutos, llegué a Culiacán. Estaciono el carro en las oficinas donde me darán el cheque. Saludo a Claudia, la señora que me ha estado ayudando con este proceso, hace seis años. —Me vas a firmar y a poner tu huella en estas hojas —Me señala, asiento, tomo una pluma y hago lo que me pidió. Una vez que termino se las entrego, las toma con cuidado, las revisa y asiente. —Ahora vengo, iré a sacar otras copias para que firmes lo último —Asiento levemente, esbozándole una pequeña sonrisa. Suspiro. Me suena mi celular, respondo al ver que se trata de mi papá. —Hija, ¿Cómo vas? —Hola, pá, todo bien, ya firme unos documentos, me faltan otros y ya termino —Le comento. —Muy bien, mi niña —Me dice en tono tranquilo —. Cuídate mucho, me quedo con el pendiente que manejes por carretera, y más que hace poco un accidente. Me hubiera gustado que Iker te hubiera acompañado —Enfrío la mirada en cuanto lo menciona, mi padre no sabe que ya no tengo nada con él, no sabe nada, no tiene porque, es una mortificación más, y no le veo la necesidad que lo sepa, solo para que esté preocupado por mí. —Tranquilo, papá, estoy bien —digo tratando que mi voz salga relajada. —Bueno, mi niña, regrésate con cuidado —Sonrío ligeramente. —Sí, pá, estaremos hablando. —Está bien —Nos despedimos y guardo el teléfono en mi bolso. Escucho que me llaman, me pongo de pie y veo a Claudia que me pide que me acerque, doy unos pasos frente a mí. —Vas a hacer lo mismo —Me dice, señalándome con su dedo donde debo firmar. Siento muchas mezclas de emociones, al principio también las sentía, pero al firmar estas últimas hojas siento mi cuerpo tembloroso. Termino de firmar y él señor me da la entrega de mi cheque, al verlo me quedo boca abierta, es medio millón de pesos, jamás me imaginé que mamá tuviera esta cantidad, creí que me darían menos, como unos doscientos mil, pero está cantidad, jamás. Sin darme cuenta mis lágrimas corren por mejillas. Escucho la voz de Claudia, parpadeo y me limpio la cara. —Perdón, es que nunca me imaginé que fuera tanto, pensé que eran unos doscientos mil —Me sonríe tiernamente. —¿Por qué pensaste eso? —Me encogí de hombros. Reímos. Me explica en una semana, me hablará para volver a venir, porque me falta un cheque que me darán en las oficinas de infonavit, asiento, le agradezco y nos despedimos. Salgo y me quedo mirando el cheque. —Dani —Abro los ojos como platos, que siento que se me saldrán por las cuencas, al escucharlo detrás de mí. IKER ARCE Han pasado varios días desde que vi a Daniela en el Manhattan, decidí dejarla en paz por estos últimos días, pero ya no puedo más sin verla, necesito hablarle, me siento desesperado sin ella, jamás me había pasado eso, estoy acostumbrado que las mujeres me busquen, me rueguen, no al revés y con ella estoy haciendo todo lo contrario, sin darme cuenta me enamoré de ella, bien dicen que nadie sabe que tiene hasta que lo ven perdido. Estoy dando vueltas por la cama, casi no pude dormir en la noche, veo la hora en el teléfono, son las seis de la mañana. Agarro el celular, y un chip que compré ayer, tengo la necesidad de ponérselo y llamarle. Le quito mi chip y tomo el nuevo, me quedo paralizado un buen rato, pensando si hacerlo o no, maldigo, le pongo mi chip de nuevo y el otro lo dejo en el piso. “Danielita, no tienes idea de cuanta falta me haces, sentirte aquí a mi lado, te extraño mucho, mi niña”. Veo las fotos que tengo de ella en mi celular, acaricio la pantalla. —Soy un verdadero imbécil, por mi calentura la perdí, me gané su odio, jamás me imaginé que ella, una personita tan tierna, me fuera a ver con tanta repulsión, eso me partió por dentro — Hablo para mí mismo. Me levanto de golpe de la cama, me siento frustrado, hecho mi cabeza hacia atrás, suelto un fuerte suspiro. Daniela nunca me perdonará, esta maldita canallada que le hice, ahora si la perdí para siempre. “¿Tan rápido te darás por vencido?”, escucho mi subconsciente. —No, no me daré por vencido tan rápido —Busco las llaves del carro y salgo rumbo a su casa. Veo luces dentro de la casa, puedo ver por la ventana que da a la sala, su silueta que se mueve. Me muevo de lugar para que no se dé cuenta de mi presencia, cuando la veo salir, puedo observar que le da comida y agua a sus perras, las acaricia y sube al auto. La miro salir, y me preparo para seguirla discretamente. —¿A dónde vas, Danielita? —Inquiero al ver que toma carretera. Hubo un momento que la perdí de vista por culpa de un carro que se me atravesó, golpeé el volante del coraje. Batallé para encontrarla, pero a unos kilómetros la encontré. —¿Culiacán? —digo frunciendo el ceño en cuanto vi el letrero de bienvenida. Se estaciona en una calle, y se queda un momento parada, minutos después continúa su camino. —¿Qué haces aquí, Danielita? —Me pregunto mirando su carro —. ¡Claro! A lo mejor le hablaron para lo del trámite que está haciendo para recibir la herencia de su mamá. Dicho y hecho, mis sospechas eran ciertas, pues llegamos a más oficinas de la junta 35. La veo bajar, le pone seguro al Nissan y se encamina al lugar. Sonrío al verla visto nerviosa, espero que sean buenas noticias, después de todo se lo merece. Luego de unos largos minutos la veo salir, tiene, saca algo de su bolso y lo visualiza sin poder creerlo. —Te dieron el cheque, hermosa —Esbozo una tierna sonrisa, al fin ya no tendrá ese pendiente y podrá a hacer lo que siempre ha querido, poner su propia estética, y si no le llega a alcanzar, le ayudaré sin que ella sepa. —Dani —Le hablo una vez que estoy detrás de ella, su cuerpo se paraliza. Me dirige una mala mirada —¿Qué haces aquí? Le sonrío levemente. —Veo que al fin te dieron la herencia de tu mamá, me alegra mucho —Me mira con superioridad, enarcando una ceja. Me acerco a ella, pero ella se aleja. —Dani, quiero hablar contigo, por favor, te necesito —Se carcajea. —Claro, como viste que me dieron dinero, me vas a lavar el oído para ver si consigues algo —La veo con decepción, niego. —Yo no necesito de ese dinero, yo trabajo y sabes que me va bien —Me voltea los ojos con fastidio. Intenta ir a su carro, pero se lo impido, resopla enojada. —Déjame pasar, quítate de mi camino —Me exige irritada. —No —Le veo el cheque, no quisiera hacer eso, pero no me queda de otra. Le quito el cheque. —¡Dámelo! —Trata de quitármelo, pero no la dejo. Me mira enfurecida, sus ojos brillan de furia. —Habla conmigo y te lo doy —Sentencio. —Está bien, hablaré contigo, pero dame mi cheque —Ordena mordiendo la última palabra. Niego con una sonrisa en mis labios —Primero vamos a hablar y después te lo entrego. Si pudiera matarme con esa mirada que quieren salir chispas, ya lo hubiera hecho. Le abro la puerta de mi Volkswagen, una vez que está adentro cierro la puerta. De vez en cuando la miro, que ganas de besar esos labios rosados, que tanto se me antojan, demostrarle con mis besos mi arrepentimiento. Desde que nos subimos al carro no me ha dado ninguna palabra, su semblante es serio, está luchando por no dejar salir las lágrimas que amenazan en salir. Llegamos a un restaurante para desayunar, me azota la puerta, se la dejo pasar por esta vez. El mesero nos da una mesa para dos, luego de que el mesero nos deja las cartas se retira. —Habla —Me ordena con frialdad. Tomo sus manos, ella las retira con violencia, como si mi toque la quemara. —Quiero decirte muchas cosas, pedirte que me perdones, si la cague y no hay día que no me lamente, por mis pendejadas —Le abro mi corazón —. Yo estaba acostumbrado a que las mujeres me buscarán, pero contigo es diferente, no sé que me hiciste, que hiciste que me enamorará de ti sin darme cuenta, eres una gran niña, no merecías la canallada que te hice, perdóname —La tomo nuevamente de ambas manos mirándola directamente a los ojos. Danielita baja su mirada a mis manos. —No, no te perdono, y nunca lo haré —Su tono sale rencorosa. —Daniela… —Dame mi cheque y desaparece de mi vida, ya déjame en paz, no creo nada de toda esa basura que me acabas de decir —Cada palabra que sale de su boca son dagas a mi pecho. No la culpo, tiene todo su derecho de pensar así, no es la primera vez que le he hecho daño, y me perdonó, pero esto último que le hice es algo que no me perdonará, debo luchar por su perdón, Daniela es la mujer con la que deseo compartir mi vida. Agarro el cheque y se lo pongo en sus manos. Me lo arrebata. —Maldita escoria —Exclama mirándome con un brillo de desprecio. Sale del lugar de prisa. —¿Qué te hice Danielita? Te convertí en una persona fría y dura, tu brillo que tenías en esos ojos te los mate —Golpeo la mesa con mi puño. Tengo mucho coraje dentro por todo esto que le hice. DANIELA CASARES Me detengo lejos del restaurante, me siento cansada de tango correr, me detengo en una pared, pongo mi mano sobre mi pecho, que se encuentra acelerado, mi respiración está entre cortada. Dejo salir toda esta rabia que siento, mis lágrimas resbalan como cascadas por mis mejillas calientes. “¿Por qué tenías que aparecer? Por poco y… No, no voy que flaquear, no puedo por más que lo ame, no merece mi perdón". Me limpio mis lágrimas y sigo adelante, ahora en adelante solo seré yo, siempre yo y nadie más.
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