Ancel había tenido la intención de llamar a Jennell cuando descubrió que no tenía su número y tras pensarlo mucho rato se dio cuenta de que nunca le había visto un celular. Debía de comprarle uno, hoy en día no había nadie que no lo usara o lo necesitara. Se levantó de su silla y acomodó los documentos que tenía en su escritorio, se estiró lo más que pudo para sacudir la pereza de su cuerpo, se pasó la mano por la cara y después de poner en una lista lo positivo y negativo de comprarle un celular, decidió que lo correcto, ¿acaso no tenía a alguien a quién llamar? ¿O nadie que la llamara?
Se dio un baño rápido y después de quince minutos salía de la casa, tomó su auto y fue al centro comercial al que solía ir con Mel, buscó la primera tienda que consiguió y compró un IPhone, sonrió pensando en la cara que pondría Jennell al ver el celular, seguro le parecería excesivo, sin embargo, estaba seguro de que encontraría una forma de dárselo sin que ella pudiera devolverlo.
Condujo a las residencias de la fundación, tocó el timbre ya que las copias que él tenía se las había dado a Jennell, debía de asegurarse de sacar unas nuevas. Adele le abrió con una sonrisa.
— ¿Se te quedaron las llaves nuevamente? —se hizo a un lado de la puerta para que Ancel pasara.
—No, le he dado las mías a Jennell, ¿podrías sacar unas nuevas cuando puedas? —le preguntó con amabilidad.
Adele cierra la puerta y camina hacia la cocina.
—Claro que sí, ven conmigo, acompáñame que tomar algo.
—Por supuesto.
Ancel le sigue hasta entrar en la cocina, ubica una silla y se sienta mientras Adele le sirve unas galletas todavía calientes y un vaso pequeño de leche.
—Están recién horneadas. —Dice la señora mientras toma una silla y también se sienta.
—Están muy buenas.
— ¿Cómo está tu padre? ¿Le gustó el postre que le mandé la última vez? —pregunta Adele.
Siempre pendiente del bienestar de su padre, hacía años que le mandaba comida y postres, Adele había sido una amiga muy cercana de su madre y conocía al padre de Ancel hacía mucho tiempo.
—Sí, se lo comió cuando tuco espacio libre, no dejo que probara nada si quiera un poquito. —comentó Ancel.
Aunque la verdad es que no estaba seguro si su padre se lo hubiera comido, últimamente estaba lleno de trabajo y no pasaba tiempo en casa.
Aun así lo dijo para la tranquilidad de Adel, que lo vio y asintió.
—Le llevas galletas antes de irte —Ancel asintió mientras tragaba— ¿Y a que has venido? —Después de preguntar sonríe — pregunta tonta, seguro a ver a Jennell.
Este sonríe de vuelta y se limpia la boca con una servilleta de la mesa, ante de poner la bolsa con el celular sobre la mesa.
—Le traje algo.
—Seguro que sí, eres muy bueno Ancel. —comenta Adel, con una mezcla de orgullo y queja.
—Lo necesita, todas aquí cuando llegan necesitan algo —Miro a la puerta de la cocina que daba a la entrada—. Por cierto, está bastante calmado, ¿Dónde están todas?
—En la fundación, trabajando Ancel, hay que ganarse el pan. —regaña la anciana al recordarle.
—Hey, yo también me gano el pan, hasta hace poco estaba analizando un caso. No me presiones. —ríe mientras se levanta y tras dar una caminata corta apoya sus antebrazos contra la mesa y ve a Adel para obtener toda la información a su pregunta.
— ¿Cómo está Jennell? ¿Está cómoda aquí? ¿Ha dicho algo?
La anciana se levanta haciendo una mueca de fastidio mientras recoge los platos para lavarlos.
—Está bien, casi no deja que yo le cocine, siempre se adelanta, es bastante tímida, o reservada, pero muy amable y atenta.
— ¿Y ya ha conseguido con quien hablar aquí?—pregunta curioso mientras camina para ponerse al lado del fregador, de espalda a la pared, pero de frente a la puerta de la cocina.
—Sí, Samantha la ha estado atosigando con el agua caliente, creo que es la única persona con la que habla. Las demás están bastante ocupados, aunque tampoco es que Jennell tenga mucho interés.
Ancel asiente.
—Es bastante reservada. ¿Crees que está en condiciones de trabajar pronto?
Adel se seca las manos y camina hasta la mesa para guardar las galletas que quedaron en un frasco.
—Sigue delgada, pero esa es su complexión natural, y ya no tiene ese pálido enfermizo. Yo creo que es tiempo, la pobre no hace más que estar en la biblioteca o en su cuarto.
— ¿Soy yo o hay algo que no te gusta de ella?
La anciana bufa y pone mala cara.
—Ella no ha hecho nada, pero creo que se guarda algo Ancel… No lo sé, es raro.
—Supersticiones.
—Quizás no lo ves porque me parece que a ti te agrada más ella que el resto de chicas que has traído. —reprocha.
—Tal vez, hay algo en ella que hace que me tome su bienestar de forma personal. —confiesa él mientras mira a un punto fijo sin verdaderamente prestarle atención.
—Entiendo hijo, después de todo, hacemos esto para ayudar. —habla Adel con tono más tranquilo —Pero ándate con cuidado.
—Tranquila, no hay nada de qué preocuparse.
—Y antes que se me olvide, dijiste que no le preguntara nada de papeles a ella y que tu te encargarías. ¿Tienes sus documentos?
Ancel recordó la charla que había tenido con la morena, recordó que él le había prometido que no le pedirían nada.
—Vamos a actuar y ayudarla sin esos documentos todavía, me encargaré yo de ellos cuando hable con ella.
— ¿Pasa algo Ancel? ¿Acaso es una indocumentada? —pregunta Adel con sospecha y sorpresa.
—No.
—Eso espero Ancel, a tu padre no le gustaría que te metieras en problemas… Si lo fuera, y si la descubrieran estarías en problemas.
Ancel le dio una mirada seria mientras camina a la puerta.
—No llamarás a mi padre y no comentaras nada de esto con nadie Adele.
La vieja le sostuvo la mirada unos segundos retándole, pero terminó por suspirar y negar aceptando.
—Lo que tú digas. Ah, y Jennell no está, salió hace unas horas. —avisó mientras salía molesta por la puerta que daba al jardín.
Ancel se quedó allí unos segundos antes de decidir tomar una servilleta y subir a la habitación de Jennell.
Al principio se quedó frente a la puerta dudando si debía entrar sin supervisión de Jennell, o si estaría cruzando los límites muy de lejos al pasar esa puerta, pero la conversación con Adele le había dejado una espina fastidiosa, ¿por qué tanto misterio con sus documentos? ¿Jennell tendría antecedentes penales? Recordó la escena en el hospital y su miedo a que llegara la enfermera con el formulario para llenar los datos, o cuándo se negaba a aceptar su ayuda porque estaba segura de que él preguntaría “cosas" ¿Pero qué cosas? Antes solo había tenido curiosidad, pero al prolongar los días de las últimas dos semanas…
Ancel abrió con cuidado la puerta y tomó nota mental de recordarle pasar seguro a su habitación para evitar conflictos con otras residentes. La habitación estaba ordenada y limpia, parecía que aún no entraba en confianza de dejar nada desorganizado o personalizado, todo estaba en la habitación como había sido entregada. Caminó y se inclinó sobre el escritorio para dejarle una nota con la servilleta, y sobre ella, la cajita con el Iphone.
Debió haber salido después de eso, sin embargo no lo hizo, en su lugar caminó a la mesita de noche cerca de la cama y abrió el primer cajón, no había nada, y tras abrir el segundo encontró una cartera pequeña y un sobre. Dudó un momento en abrir la cartera, apartando el remordimiento revisó con cuidado de no desordenar nada, había un labial, tarjetas de invitaciones a castings de modelaje y un pasaporte. Saco el pasaporte con cuidado y le tomó una foto, Jennell Russell nacida el 11 de abril, de nacionalidad Rusa.
Volvió a poner la cartera en su lugar y sostuvo el sobre, era liviano y estaba abierto, sacó la primera hoja, era una carta escrita a mano.
“Para mi hija…”
Volvió a colocar la carta dentro del sobre y se aseguró de colocar todo donde estaba. Cerró el cajón con cuidado y salió de la habitación con el celular en mano marcando el celular de la persona que solía ayudarle en algunos casos.
Sonó varias veces el tono antes de que la persona al otro lado de la línea decidiera contestar.
— ¿Sabes que puedes enviar un texto?—se queja, probablemente tendría la voz cansada, pero eso debía imaginarlo Ancel, la voz que sonaba era la distorsión de la real—. Estaba comiendo.
—Te enviaré la foto de un pasaporte que quiero que investigues.
— ¿Qué crees que soy tu asistente? No fastidies.
—Te pagaré, como siempre. —le recuerda Ancel mientras baja las escaleras.
—OK, pero recuerda añadir propina.
—Adler… —amenaza.
—Bien, bien.
Dentro de poco sabría los antecedentes o lo que tanto ocultaba Jennell, no quería la información para amenazarla o solo para satisfacer su curiosidad, quería estar al tanto de que pasaba y si encontraba una forma de ayudar, o de que atenerse. No creía que Jennell hubiera hecho algo malo, al contrario, si fuera de suponer, tendería a pensar que era la víctima de algo, su tiempo ejerciendo la profesión de abogado no había sido en vano, podía reconocer características en sus clientes, culpables, víctimas, mentirosos… Sus instintos eran afilados.
Saliendo se percata de que no había pensado en ningún momento a donde podría haber ido Jennell, ¿habría salido con una amiga? Pero ¿cuál? Hasta ahora parecía estar sola.
—Vaya, pero si todo es misterio —pensó en voz alta Ancel mientras daba pasos hacia la puerta, volvió a sacar el celular para marcarle y se llevó la mano a la frente al recordar que ella no tenía—. Que estúpido.
Se resignó a irse y esperar a que ella regresara y le enviara un mensaje con su respuesta en reacción al regalo que le daba, ya se había convencido, al salir se dio cuenta de que la susodicha venía caminando.
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Estaba muy metida en sus pensamientos, él empezó a marchar pata acercarse a ella mientras la observaba, ésta se percató de su auto y al reconocerlo lo buscó con la mirada para encontrarlo sonriendo.
—Hola Jennell —Saluda de lo más casual —. Me alegro de verte, pensé que no iba a hacerlo al no encontrarte aquí, me preocupé por no encontrarte, ya sabes, no empiezas a trabajar hasta el lunes y cuando fui a llamarte recordé porque había venido.
—Hola Ancel. —le miró con detalle.
— ¿Cómo has estado? — continúo Ancel mientras se acercaba a darle un beso en la mejilla para sacarle de su estado de análisis.
—Bien — pauso y volvió a repetir aturdida —, bien… ¿Cómo estás tú?
—Yo perfectamente —asegura sonriendo más ampliamente—, he estado ocupado en un caso tremendo, quizás para gente con más experiencia sea poco pero ya sabes, apenas me estoy iniciando en este mundo. —Eso no era tan cierto.
—Claro. — respondió ella sin entender nada.
—Bueno, ¿quieres ir a tomar un café?