Había pasado al menos unos seis días desde la última vez que Jennell había visto a Will y ese día necesitaba verle y entregarle lo que había guardado durante ese mes.
Acostumbrarse a Samantha no había sido difícil, era fácil mantener una conversación con ella, no insistía en tocar terrenos un poco hondos y cuando algunas veces ella se quedaba callada no se formaban silencios incómodos porque la castaña se encargaba de rellenarlos hablando. Siempre tenía de que hablar. Y eso hasta ahora no era malo ni incomodaba a Jennell.
Ya empezaba a acostumbrarse que todas las mañanas a las siete menos treinta, estuviera Samantha en la puerta, con una sonrisa y algún jabón en la mano para aprovecharse del agua caliente que le sobraba después de la ducha que Jennell se daba. No era problema alguno porque no la despertaba, ella ya tenía un reloj en su cuerpo, y el agua caliente le sobraba. También le agradaba la rutina que habían llevado esos días, cuando Samantha llegaba hacían de cenar y hablaban de cualquier cosa, mayormente de cómo le había ido cuidando a algunos ancianos, a Samantha le encantaba hacerlo, le recordaban a su abuela y era lo más cercano que podía tenerla de esa manera. Jennell comentaba alguna cosa relevante de algún libro o le contaba alguna cosa relevante que hubiera pasado las noches que trabajaba en el bar. Como eran y como ella no se perdía de nada. Samantha le había dicho que nunca había asistido a una puesto que de pequeña vivía con su abuela y cuando ésta faltó ella comenzó a trabajar sin tiempo a nada, y tampoco es que tuviera con quien ir, y ahora que tenía un trabajo estable había empezado a asistir a la universidad los fin de semana y apenas tenía tiempo de nada.
Como fuera que fuese se había empezado a crear una amistad a su manera. Esa mañana Jennell ya duchada esperaba sentada con un sobre en la mano a que Samantha apareciera. Y efectivamente por sexta vez en esa semana apareció con una sonrisa.
—Hola hola, vengo por mi mitad de agüita. — saludó mientras pasaba y cerraba su puerta detrás de ella.
—Buenos días. — Asintió y le dedico una sonrisa de boca cerrada en gesto amable— Claro, ya sabes dónde está el baño.
La castaña no espero más y se fue a ducharse, Jennell esperó pacientemente y diez minutos después salía Samantha.
—De nuevo mil gracias mujer. — envuelta en una toalla salía del baño.
— Claro —Jennell la miró y pensó en algo ese momento—. Hoy es sábado, ¿Por qué estas despierta tan temprano?
—Universidad mujer, ya ves, soy una guapa con agenda apretada.
—Ah, me olvidaba.
— Bueno, nos vemos luego, cualquier cosa puedes llamarme —frunce el ceño como si recordara que ella no tenía celular—, del celular de acá.
—Vale
—Bien, ahora si me voy que se me hace tarde.
La castaña empezaba a caminar cuando Jennell se levanta de la cama como si fuese un resorte.
—De hecho, si necesito tu ayuda. —dijo por fin Jennell lo que tenía pensado pedir desde que la muchacha había entrado por la puerta.
— ¿Para qué soy buena? — se detuvo Samantha girándose.
— ¿Sabes cómo salir de aquí y llegar a La Wendre? Creo que queda bastante lejos y quisiera saber dónde tomar un bus y hacia qué dirección cogerlo.
— La Wendre queda bastante lejos… —Samantha le mira con ojos curiosos antes de asentir—. Espera que me vista y te traigo un papel con todas las indicaciones anotadas porque no creo que te las aprendas y aún si lo haces, es mejor prevenir que lamentar.
— Gracias Samantha.
— Ufff Samantha es un nombre demasiado largo y me suena como a perro… mejor Sam. — dice con drama antes de salir.
— Vale, Sam.
Un ratito más tarde Sam volvió con un papel en la mano y completamente arreglada.
—Aquí tienes, está todo detallado, ten cuidado que ese lugar es un poco… bueno, hay que andarse con cuidado. — le aconsejó y ella solo asintió.
Venía de un lugar peor así que sabía a lo que se refería. Intercambiaron unas palabras más antes de que Sam se fuera a la universidad. Jennell arregló el sobre que habitualmente le daba a Will en el bolso y dejó algo para pagar el bus que debía tomar. Colocó las llaves y miró alrededor buscando algo más, pero no, eso era todo lo que debía llevar. Salió despacio y cuando no encontró a la anciana para despedirse se fue y caminó las dos cuadras que decía en el papel, miró todo con admiración, hacía tiempo que no se paseaba por sitios como estos. Justo las dos cuadras más abajo la parada que apuntó Sam y no tardó más de diez minuto en tomar un bus. Mirando el papel debía quedarse en otra parada que quedaba a unas dos cuadras más de la estación del metro y estando allí ya esperaría para bajar unas ocho estaciones y por último tomar otro bus y ahí ya sabía cuánto tenía que caminar para llegar a la casa de Will. No era tan lejos como imaginaba.
Unos veinte minutos después ya estaba sentada en el metro y miraba por la ventana, vio a una señora que parecía dormitar, una pareja que parecía discutir en voz baja y unos cuantos adolescentes reírse, un joven darle una que otras miradas y se arrepintió de no haber traído un libro, apenas iba a mitad de camino y ya estaba retirando lo que pensaba acerca de lo lejos que era. En algún momento dejó de estar pendiente de lo que ocurría en su entorno y sus pensamientos se desviaron bastante lejos.
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Alguien se sentó a su lado y cuando se volvió a ver era el joven que antes le daba miradas, se le había acercado mucho y aún más cuando había un montón de asientos libres ya que la anciana, la pareja y los adolescentes se habían bajado en estaciones anteriores y ella no se había dado cuenta en su ensimismamiento.
—Hola
Jennell no respondió y se levantó, no le importaba ir parada, solo falta una estación para poder bajar. Sin embargo el hombre no se quedó sentado, se colocó junto a ella y sin ningún reparo colocó las manos en sus caderas y la acercó con fuerza a la suya para que pudiera sentir su masculinidad.
— ¿Te gusta? —preguntó
¿Del tipo acosador eh?
—No, muy pequeña —contestó sin acobardarse mientras con fuerza le quitaba sus manos de las caderas—, no vuelvas a tocarme.
—Serás zorra…— estiro su mano y le tocó un pequeño pero no duró segundos cuando su mano voló fuera de su cuerpo en ángulo anormal y doloroso, una pequeña llave de la chica.
—Te dije que mantuvieras las asquerosas manos lejos de mi imbécil, mira que te parto la…— las puertas se abrieron y empezaba a entrar un montón de gente sin percatarse de la escena y en segundo ella se mezclaba entre la gente y salía de allí.
En segundos aquel hombre la había perdido como si no hubiera estado hace momentos allí, solo el esguince de su mano era prueba de que efectivamente había estado allí.
Minutos después Jennell subía al último bus que la dejaría en el barrio de Will. Mirando por la ventanilla no pudo evitar volver a pensar en que su padre le había mentido.
No las había protegido.
Se había ido con un montón de secretos y las había dejado a la merced de un hombre que le había enseñado al diablo como ser malo.