Pensó en como su madre al enterarse de lo que se había guardado hasta morir sufrió un montón y eso le trajo consecuencias. Ahora estaba allí en un bus, rodeada de gente ajena a su desgracia, como si un montón de cosas no le persiguieran, no sabía cuánto iba a durar pero sabía que no iba a ser mucho, ya había pasado dos años. Eso era mucho.
Cuando bajó del bus empezó a caminar a un buen paso hasta dar con una casa pequeña igual que las que le rodeaban y con seguridad fue directa a tocar la puerta, no tardó mucho en abrirse la puerta y aparecer Will con el cabello revuelto y unas pequeñas ojeras, la verdad es que había tenido momentos mejores, él era guapo, bastante pero motivos de sobra habían quedado como amigos y ninguno de los dos se había quejado de eso. Sus ojos azules le miraron cansados y con el brillo apagado cuando le hizo un gesto para que pasara.
— ¿Cómo estás?
—He estado mejor… —contestó bajo mientras cerraba la puerta y veía el suelo.
Jennell se dio cuenta de que pasaba, solía hacer ese gesto cuando las cosas iban mal y estaba a punto de llorar, él pocas veces lo hacía. Ella caminó despacio para estar cerca de él y abrazarlo, él lo necesitaba, el tardó unos segundos en corresponderle pero cuando lo hizo lo sintió pegar su frente de su hombre y poco después la humedad de algunas lágrimas.
— Ya no sé qué hacer, no puedo con todo esto yo…— se le quebró la voz y Jennell no pudo evitar que sus ojos se le humedecieran mientras le sobaba la espalda— Ha empeorado estos días y sé que el doctor dice que sólo es uno de esos malos días pero yo siento que no es así y que no va a mejorar Nelly, yo, no puedo, no puedo —se quedaron en silencio un rato mientras Will mojaba le mojaba la camisa con lágrimas desesperadas y tristes.
Ella lo guio a un sofá que ya conocía y le limpio las lágrimas con el corazón en la mano. Will no le veía la cara, solo miraba la madera vieja del suelo y parecía pensar y pensar.
— Los gastos van en aumento y mi vecina, Lilian, la que le cuida me ha dicho que va a mudarse, ¿Cómo voy a trabajar si no hay quien le cuide?
—Entiendo Will, pero ya veremos que hacemos, yo estoy contigo — Ella se remueve incomoda buscando el sobre en su bolso porque sabe que para él es aún más incómodo—. Ten.
El toma el sobre y lo deja en una mesita mientras se pasa la mano por la cara.
—Antes no lo he preguntado, pero, ¿quieres algo de tomar? ¿Agua? Tengo jugo en la nevera si quieres.
—No te preocupes, estoy bien. ¿Dónde está ella? —pregunta Jennell con suavidad.
—Está dormida, en cuanto despierte pasas a verla, ahora cuéntame cómo es que desapareces y me luego de que me han dado cuatro infartos es que me llamas para decir que estas bien Jen. Eres una desconsiderada. — Will trata de retomar su humor habitual pero no puede ocultar mucho que anda mal.
—Es algo largo, no estaba muy bien donde vivía y bueno, ya sabes que soy algo descuidada con la comida, y bueno, una cosa llevó a la otra y terminé en el hospital, por suerte Ancel me acompañó pero también para mi mala suerte o no sé si mala suerte —se interrumpió— vio donde vivía y no se fue hasta convencerme de que me fuera con él —Will levantó las cejas y ella le dio una mirada—. No en ese modo tonto, tiene una, como una casa donde da techo a las personas que lo necesitan y trabajo hasta que puedan arreglársela, la verdad es muy cómoda.
—Ok, vamos por paso… ¿Cómo que paraste en el hospital? — el deje preocupado de Will se nota y Jennell sabe que no puede mentir, no esta vez.
—Bueno, ya sabes, con lo descuidada que soy he dado con que tengo un poquito de anemia y…
— ¿Anemia Jennell?, ¿un poquito? ¿Pero tú eres tonta?
—No es para tanto. —le dio mirada
— ¿Cómo que no es para tanto y paras en el hospital?
—Bueno, ya estoy mejor, eso es lo que importa, —cortó y Will aunque molesto no insiste.
— ¿Cómo es que Ancel estaba y yo no? ¿Estas saliendo con él?
—Bueno, iba en caminando y me lo encontré — pausa un momento y lo piensa mejor— bueno, el me encontró a mí, y ya sabes que no tengo celular y no quería molestarte igual Will.
—Eres tonta, sabes que puedes contar conmigo, la próxima así sea prestado avísame por favor. — Will la abrazó y ella se dejó, él le daba el cariño más cercano a lo familiar que no tenía hacía años, su abrazo se sentía como el de un hermano.
No pudieron hablar cuando se escuchó una voz que llamaba a Will y él sonriendo la soltó para guiarla al cuarto donde una pequeña les esperaba.
Luego de una hora, después de prometer que llamaría en cuanto llegara Jennell se marchó y luego de unas dos horas ya se encontraba caminando por la acera que daba a la residencia cuando se encontró con el auto de Ancel y cuando su mirada recorrió el camino vio que venía saliendo de la residencia a pasos apresurados con una sonrisa en la cara.
—Hola Jennell. Me alegro de verte, pensé que no iba a hacerlo al no encontrarte aquí, me preocupé por no encontrarte, ya sabes, no empiezas a trabajar hasta el lunes y cuando fui a llamarte recordé porque había venido. — Paró de hablar cuando la tuvo a menos de medio metro de distancia.
Como siempre no dejaba de impresionar, y ahora que no llevaba el pasamontañas dejaba ver su pelo rubio revuelto y sus ojos azules tenían un pequeño brillo, llevaba una camisa de vestir con unos dos botones sueltos que le daban un toque elegante, seductor y varonil, unos jeans y unos zapatos casuales pero de vestir.
—Hola Ancel.
— ¿Cómo has estado? — sin permiso se acercó y le dio un beso en la mejilla dejándola pasmada, el actuó como si estuviera acostumbrado a saludarla de ese modo.
Quizás así lo hacía con otras chicas.
—Bien — pauso y volvió a repetir—, bien… ¿Cómo estás tú?
—Yo perfectamente, he estado ocupado en un caso tremendo, quizás para gente con más experiencia sea poco pero ya sabes, apenas me estoy iniciando en este mundo.
—Claro. — respondió ella sin entender nada.
—Bueno, ¿quieres ir a tomar un café?
—Llevo todo el día fuera, estoy algo cansada…
—Prometo que será rápido.
Jennell lo pensó pero asintió, Ancel como ya se le empezaba a ser habitual le abrió la puerta ye ella entró, él le siguió unos segundos después y tras colocarse los cinturones condujo unos cinco minutos hasta dar con una cafetería con un silencio cómodo.
Al llegar pidieron y la estando sentados Jennell lo miró, esperando que hablase.
—Bueno, como te contaba, he venido a verte por razón, y es que, como no tienes de donde comunicarte te he comprado un celular, ya sabes por si pasa algo, en caso de emergencia.
—No has debido hacerlo. —dijo medio molesta he incomoda ella, Ancel siempre se adelantaba a todo, y esos gestos de amabilidad la hacían sentir vulnerable ante él.
—Lo necesitas. —respondió con simpleza.
—Igual no has debido hacerlo. —Jennell se mantuvo firme.
— ¿Por qué?
—Es tu dinero.
—Si te preocupa el dinero ya podrás pagármelo cuando empieces a trabajar —cortó el con una sonrisa—. Hablando de eso, ¿ya sabes en que vas a trabajar?
—Sí, quiero estar en el departamento de comida, ya sabes, cocinar…
— ¿De verdad? —Jennell asiente— pensé que te irías por el ala de los niños, que se yo…
—Pues yo también, pero prefiero cocinar, he pensado que no me gusta escuchar los niños llorar, ni limpiar mierda y…
—Wuao…— exclama Ancel sorprendido, primera vez que le escuchaba decir una grosería.
— ¿Qué? — pregunta ella interrumpiéndose, mira en busca de algo novedoso y cuando lo vuelve a ver él se empieza reír.
—Nada, es primera vez que hablas eh, sin limitarte y primera vez que dices una grosería…
—Ah, lo siento, por la grosería.
—Tranquila, bueno, así que la cocina ¿eh?
—Sí.
—Bueno, eso está bien, seguro preparas unos platillos tremendos.
—No estaría tan seguro. —ella acompañó ese comentario con una media sonrisa y Ancel le fascinó verla sonreír pero lo disimuló.
—Eso hay que verlo —Sonríe mostrando su perfecta dentadura alineada—. ¿Dónde estabas?
—Eso no te importa —dijo ella pancha y se sorprendió a si misma por la confianza por la que comenzaba a sentirse con él y su lengua empezaba a soltarse—. Perdona, aunque no retiro lo dicho de que no es tu problema, hoy ha sido un día movido y ando algo, emocional podría decir. Pero contestando tu pregunta, visitaba un amigo.
Ancel tenía una ceja levantada y se pasó la mano por el cabello mientras se carcajeaba por de bajito, le agradaba la sensación de que empezaran a tener confianza, de que se fuera de lengua y que él riera de ello. Nada comparada con la remilgada que había conocido.
—Tranquila, costumbre mía andar preguntando, ¿Cómo está tu amigo?
—Eso tampoco te importa y literalmente no te importa porque no le conoces, pero por cortesía a tu cortesía diré que no está muy bien, es su hermanita, está algo enferma pero ya todo irá mejor. —Jennell tomó su con-leche y se preguntó porque le confiaba algo así, aunque no había dado detalles no era su vida.
No le correspondía contarla pero se sentía medianamente cómoda en mucho tiempo y quería hablar.
—Me gusta que empieces a ser tú, y si está enferma ya mejorará, los niños suelen enfermarse.
— ¿Ser yo? —preguntó ella sin ánimos de aclarar que la enfermedad de Fleur era incurable.
No mencionó que el cáncer pocas veces se mejoraba y contada se ganaba la pelea. No pensó en ello.
—Sí, directa, ya no estás tan remilgada.
— Vaya, gracias.
—No es problema, decir verdades es lo mío.
¿Verdades?... Eso no era lo suyo. O puede que sí. La verdad es que ya no sabía.
—Eso suena fuerte.
— ¿Tu que hacías en la resindencia? —preguntó ella acordándose que lo vió salir cuando venía llegando.
—Asuntos importantes, recuerda que soy el director. —mintió el fácilmente.
—Y el dueño. —recordó ella para sí mismo mientras lo veía.
—Hablaba con Adel, sobre como iban las cosas. —eso era parcialmente verdad.
—La señora Adel… me parece que no le agrado mucho. —comenta ella recordando la actitud de la señora, no es que fuera grosera, pero sí veía que la trataba distinto a las demás. Aunque tampoco es que le importara mucho.
—No te preocupes, ella es así, además es mayor. —volvió a mentir él. Al parecer ambos se estaban volviendo unos mentirosos.
Pero de nada servía explicarle e incomodarla diciéndole que la acitud de la señora Adel se basaba en los misterios que tenía la joven, ni las ventajas y excepciones que hacía Ancel por ella.
—Debe ser eso. —respondió ella vagamente, sabía que no era así pero no quería insistir, tampoco es que tuviera mucho sentido tener una conversación por un motivo tan tonto.
—Me comentó Adel que tratas con Samantha, ella es una chica carismática. —agrega Ancel interesado.
—Ah, sí, lo es, bastante, quizás demasiado, pero no me molesta.
— ¿Cómo la conociste?
—Una mañana entró a mi cuarto por agua caliente —exolicó ella a lo que Ancel la ve intrigado y perplejo por lo que dice—, la de la ducha.
— ¿No hay agua caliente en los otros baños?
—Parece que están ocupados para cuando ella se levanta.
—Admito que me da una curiosidad enorme saber como fue ese encuentro.
— ¿Por qué?
— ¿Recuerdas cuando tu y yo nos conocimos?
—Sí, te lancé toda esa agua fría con hielo —comenta ella sonriendo—, ahora que me doy cuenta, el encuentro con Sam también fue por agua. Que raro.
—Coincidencias. Pero, mi recuerdo más claro de ti fue cuando me ofrecí a llevarte a tu apartamento.
—Ah, ya, ahora que lo recuerdo es incómodo. —ella aparta la vista avergonzada.
— ¿Por qué?
—Porque sólo me monté en el auto cuando mencionaste el dinero.
—La verdad no me importó —dice él para quitarle importancia—, quería que subieras al auto y fue mi forma de persuadirte, si hay alguien que debe estar avergonzado soy yo. Además, en el bar no te traté muy bien.
—Eso es verdad.
—Pero valió la pena, pude conocerte. —sonríe él a lo que Jennell para aligerar el ambiente agrega con burla.
—A partir de esa noche no dejaste de cruzarte en mi camino una y otra vez. Parecías un chicle en mi zapato.
— ¡Oye! Yo quería ayudarte.
—Y lo hiciste.
—Convercerte fue difícil, tienes un orgullo gigante.
—No fue nada difícil, esa misma tarde cuando me desmayé ridículamente un montón de veces, acepté tu oferta —contradice ella mientras toma un sorbo de su con leche—, aún recuerdo que cuando me subí al auto lo primero que pensé fue “¿Qué diablos estoy haciendo? ¿Y si es un traficante de órganos?”
— ¿De verdad pensaste eso? —Pregunta divertido Ancel por la confesión de ella—No tengo apariencia de chico mafioso.
—Después recordé que eras el hijo del senador y se pasaron mis sospechas.
— ¿Sabes que los políticos son parte de las personas más corructas no?
—Suerte que tú no lo eres.
Estuvieron hablando unos minutos más hasta que él como había prometido la llevo de vuelta y se despidió con un hasta pronto. Ella llegó a la entrada de la residencia y hasta que no hubo cerrado la puerta no escuchó el carro arrancar. Cuando subió a la habitación se encontró en cama un paquete y una nota.
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Jennell sonrió y se anotó mentalmente cerrar con llave la próxima vez, abrió el paquete y en él se encontraba el último Iphone, casi le da un ataque, ¿Cómo se le ocurría malgastar el dinero en un celular? Con uno que recibiera y pudiera llamar era más que suficiente.
Lo encendió y luego de registrar su huella envió un mensaje al único contacto registrado.
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No tardó en parpadear la pantalla y tener un mensaje.
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Jennell frunció el ceño pero no contestó y se fue directo a la ducha.