CAPÍTULO 12

1625 Palabras
Cuando Jennell subió al carro, fue cuando se hizo aún, mas plenamente consciente de lo que hacía, dejaba su lugar de residencia para marcharse con un extraño que no conocía hacía más de una semana, que le prometía un mejor trabajo, un mejor lugar. ¿A cambio de qué? Había dicho que de nada, de no dejarse morir en una cama, y no es que ella lo hubiera hecho, o quizás sí, pensó, realmente no lo sabía, pero desde hacía un año trabaja en el bar y desde hacía medio año llevaba los dos turnos y eso había terminado orillándola al estado en el que se encontraba. No comía bien, no dormía lo suficiente y vivía bajo un estrés que a veces era reemplazado por una dulce depresión. La verdad es que no sabía si hubiera luchado, quizás, solo quizás, si no le ayudara monetariamente a Alex, pudiera comer algo más, pero tampoco es que se hacía la gran diferencia y tampoco iba a dejar de ayudarle mientras pudiera. El irse con Ancel y aceptar en silencio era lo que debía hacer. No era lo más correcto irse con un desconocido, que quizás sí, era el hijo del senador, ¿pero quién decía que no era algún hombre traficando con la trata de blanca? ¿Quién le aseguraba que no estaba en peligro? Miró de reojo a Ancel que manejaba en silencio y nuevamente se había quitado el gorro, dejando que su cabellera rubia luciera despeinada, su nariz perfilada, unos labios rosados y decentes, unos ojos que ahora viendo hacia la carretera y en silencio no demostraban alguna emoción, como hacía rato cuando habían hablado, parecía pensar, y Jennell pudo confirmar una vez más, era un hombre totalmente apuesto, nunca le habían gustado los rubios, de hecho nunca tuvo oportunidad de pensar qué o cómo le gustaban. Lo que si sabía era que tenía que andarse con cuidado. Pues hasta el más tonto sabía que el diablo antes de ser diablo, era el ángel más bello que surcaba los cielos. Pero allí estaba, y no había más opción. Tenía que aceptar que se sentía débil y los desmayos habían sido continuos, no tenía conocimientos de enfermería pero no dudaba de lo que le habían dicho a Ancel en el hospital. Estaba a pasos de estar en cama, era raro y todo un esfuerzo mantenerse despierta o en pie. Aunque no lo pareciera y aunque no lo aceptara antes. Todos los minutos que transcurrieron antes de parar en un barrio bonito, frente a un edificio fueron incómodos, quizás solo para ella, que no dejaba la vista de la ventana y que cada minuto que pasaba le recordaba lo vergonzoso de la situación, mientras que Ancel no habló ni hizo el esfuerzo en intentarlo, parecía estar atento a la vía y a lo que fuera que estuvieran pensando. Él se quitó el cinturón y le hizo con un gesto que le siguiera antes de verle salir del carro, esta vez sin nada puesto, con seguridad al caminar, ella lo miró antes de respirar profundo, quitarse el cinturón y salir del auto. El tocó el timbre y segundos después se escuchó como alguien atendía. — Buenas noches, ¿Quién…? — una voz de alguna mujer. — Adel, soy yo, ¿puedes abrirme por favor? Me he dejado la llave. — contestó tranquilo Ancel mientras daba una mirada a su alrededor y luego la posó unos segundos en Jennell, ella parecía detallar todo y aunque su rostro no lo demostrara había un pequeño deje de incomodidad en sus ojos y algún brillo extraño. — ¿Ancel? — Sí. — Ah, ya va muchacho, ya te abro. Un momento después una señora repuesta abrió la puerta, era notablemente baja, y antes de que pudieran decir nada, abrazó a Ancel dándole unas palmadas en la espalda. — Ya decía yo que te estabas tardando mucho. — dijo cuándo se despegó y Jennell pudo ver una sonrisa en Ancel, parecía sincera y quizás cansada. — He estado ocupado, pero aquí me tienes —Hizo un gesto con la mano para que la morena se acercara y la señora pudiera detallar por fin en ella—. Ella es Jennell, empezará a trabajar con ustedes. Adele observó con curiosidad a la muchacha delgada y pálida que estaba frente a ella con curiosidad, pero asintió. — Bueno, síganme adentro entonces. — se apartó de la puerta para que pasaran. Jennell miró como el lugar era amplio, limpio y tenía la estructura de una casa enorme en esa planta baja, la señora los dirigió a una cocina, mientras parecía querer preparar algún té. — Adel, no es necesario que prepares nada para mí, yo voy de paso, creo que Jennell está cansada y me gustaría que le mostraras su habitación antes de hablar contigo. — Ah, sí, sí, bueno. — ella observó otra vez a la morena para darle una sonrisa cálida e indicándole que le siguiera escaleras arriba tras salir de la cocina. — Tranquila, aquí nadie pregunta nada, estarás bien y pronto empezarás a trabajar. — le dijo bajo al ver como Jennell parecía más incómoda a cada paso que daba. — Claro. — contestó simplemente ella. Adel fue al fondo de un pasillo donde había puertas y más puertas, parecían habitaciones y agradeció que estuviera de noche pues fueran quienes fueran las personas que se alojaban allí no salieron. Cuando llegó a una de las últimas la señora se sacó unas llaves de no sabía que bolsillo y abrió, con una sonrisa le hizo un gesto a ella para que pasara antes. Jennell dudó unos segundos pero finalmente asintió y paso. La habitación era amplia, no en un grande exagerado pero era amplia, había una cama que se veía cómoda al fondo, unas sábanas blancas limpias, un escritorio, un armario mediano, unas ventanas amplias que seguramente daba una vista hermosa, estaba la habitación pintada de azul claro que se veía fresco y limpio, en el fondo, una pequeña puerta que seguramente daba al baño. Era simplemente perfecto, para ella después de tanto tiempo en un sucucho de mala muerte. — Adel, ¿Puedes preparar algo sencillo? — preguntó suave Ancel aunque la morena llegó a escucharlo. La señora asintió y les dejó solos, ella avanzó hasta la cama y se sentó. Sí, era cómoda. — No era necesario, igual no tengo hambre. — dijo mirando al rubio que se había quedado recostado en el umbral de la puerta. — Debes comer, eso es lo primero. — no dio oportunidades de rodeos cuando caminó al fondo de la habitación y se quedó al lado de la ventana. — ¿Cuándo comienzo a trabajar? — preguntó con timidez ella. Él no se volvió y tardó en contestar. — Empezaras como en unas tres semanas, quizás, necesitamos primero revisar los cupos y ver que tal te va aquí. Era una mentira piadosa, la verdad es que podía empezar a trabajar desde ya, pero en ese estado servía más quedándose allí y recuperarse que atender a quienes necesitaban personas fuertes y con ánimo. Era mentira que la comida iba por la casa o cualquier otro gasto fuera de la residencia, ella tenía que empezar a pagarlo en cuanto trabajara, pero por los momentos decidió no decirle nada y anotó mentalmente en su agenda pasar a Adele la cantidad que le correspondía a ella. — ¿Entonces qué haré en todo este tiempo? — preguntó confusa. — Pues, aprovechando este tiempo lo mejor es que comas, descanses y duermas lo que es debido para que te recuperes, el trabajo que tendrás será tedioso. Necesito que estés despierta y con ánimo. — Estoy bien. — De igual modo tendrás casi un mes para descansar, aprovéchalo, — el rodeo la habitación y pareció querer sentarse pero se quedó en pie— ¿Te gusta leer? Abajo hay una biblioteca, o cocinar o cualquier cosa, puedes hacerlo. Mañana en la mañana Adele te explicará todo. Nadie de preguntará nada y estas en la libertad de ir y venir cuando te apetezca. — Entiendo. — contestó de manera suave y bajito ella. — Vale, yo ya me tengo que ir, descansa. — ella asintió y él al ver que no decía nada, empezó a caminar hacia la puerta. — Espera. — él se detuvo y se giró para ver a la morena apretarse los dedos, tal vez en un gesto inconsciente de nerviosismo. — ¿Si? — Este… gracias. — él asintió y antes de irse quiso recordarle que tenía su número, que por alguna razón se lo había dado antes sin dudarlo, también estaba el de su asistente que pocas veces veía, pero existía. — No hay problema, cualquier cosa, no dudes en llamarme. Y esta vez no volvió a darse la vuelta, ni ella le llamo, abandonó el lugar y con cansancio se dirigió a su casa. Tenía que dormir y esa semana arreglar muchos asuntos pendientes. Jennell por su parte se quedó mirando todo desde la cama, no se movió y no supo cuánto rato pasó hasta que escuchó un suave golpeteo en la puerta y segundos después ver a la Adele pasar con una bandeja. — No era necesario señora… — Llámame Adele querida, y no seas tímida, te he preparado unos sándwich. — ella colocó la bandeja en su escritorio y se volteó para mirarla mejor, la curiosidad se hizo presente pero no dijo nada , ni preguntó nada, siguiendo las indicaciones de Ancel antes que pasara por la cocina antes de irse. — Gracias señora Adele. — Buenas noches, mañana hablaremos con calma de las normas acá. — dijo con suavidad antes de irse y dejarle por primera vez una noche para dormir a Jennell.
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